Al escuchar las 3000 viviendas a todos nos viene a la mente tráfico de drogas. La imagen puede ser válida pero totalmente insuficiente. El barrio muestra muchas caras y una de ellas está claramente marcada por el bien que el flamenco está haciendo entre los más pequeños. Esto quiere plasmar Remedios Málvarez en ‘Alalá’, un documental que comparte nombre con la escuela desde donde se imprime, a la par, arte y valores por la integración. Un centro dirigido en lo musical por Emilio Caracafé, artista imprescindible en la actualidad del duende y eje central de este trabajo por lo que nos cuenta su directora.
¡Por fin una imagen distinta de las 3000 viviendas a las que nos tienen acostumbrados!
Bueno, a través de Emilio me he integrado en ese barrio hasta que conseguí que me vieran como una más ¡He tomado café en todos los bares de “las 3000”! E interactuado en cada uno de los horarios y espacios posibles, hablado con padres, vecinos, profesores y alumnos de ‘Alalá’ durante mucho tiempo. Todos entendimos que yo no quería acercarme a ellos ni que ellos se acercaran a mí de la manera en que lo hacen los programas sensacionalistas que estamos acostumbrados a ver en diferentes cadenas.
¿Quizás no ha sido demasiado benévola con algunos temas como la droga o la violencia?
He intuido todos esos aspectos. Hay un paseo en coche por Las Vegas, la parte más peligrosa del barrio. Todas las personas que aparecen se presentan como son. Muy orgullosas de su gente y de su barrio aunque igualmente concienciadas de los problemas de su día a día.
La figura de Emilio Caracafé articula todo el documental. Tras su trabajo con él ¿qué destacaría?
Una generosidad brutal tanto en lo artístico como en lo personal. A nivel flamenco se vuelva acompañando tanto al cante como al baile, más allá de ser un enorme guitarrista solista con maneras propias. En lo personal, se ve en el documental. Para que te hagas una idea, cuando todavía no existía un espacio físico como tal, se llevaba a los niños a los bares y allí les enseñaba como buenamente podía. Yo quiero pensar que es mi tito Emilio como lo es para esos niños.
A esta altura de la entrevista y todavía no hemos hablado de la escuela…
Bueno, conocí la existencia de una escuela en las 3000 viviendas donde los niños interactuaban con el flamenco y quise ir a verla. Me metí de lleno en ese mundo y les propuse lo que quería hacer antes de llevar a cabo todo el proceso que contaba al principio. A eso hay que sumarle la búsqueda de subvenciones, ayudas y el trabajo básico que genera cualquier documental.
Habla con mucha pasión de este trabajo ¿Ha cambiado su forma de ver esa parte de Sevilla?
Me he lavado de prejuicios y estándares sociales. He pasado allí un año rodeada de gente humilde y honesta con unos valores envidiables ¡Qué me quiten lo bailao!
En un momento Emilio habla con rabia, diciendo algo parecido a que el miedo se nota en todas partes.
Sí, en ese momento Emilio habla de que la gente de fuera del barrio va allí con miedo y que es de las peores cosas que puede pasar ya que se te nota ¡Pero allí y en todas partes! Puedo contarte que yo entré a un bar de Las Vegas donde solamente había hombres pedí un café y me lo tomé. A la hora de pagar el camarero me digo: “A la gente que viene de frente siempre se le invita la primera vez”. Creo que ante ese miedo, ellos reaccionan con un instinto animal ya que se sienten prejuzgados.
Centrémonos en la escuela ¿hay mucho talento emergente?
Lo hay, pero desde luego que no es un centro orientado a lo OT. Allí se pretende transmitir unas directrices a través del flamenco. Para ello se utilizan el cante, el baile, el toque y la percusión. Los niños aprenden a cuidar el material, respetar a los compañeros, ser puntuales… Si sale algún artista del barrio de la talla de Raimundo Amador – presente en el documental – será importante pero lo realmente bonito es ver como unos niños están creciendo en unos valores de normalidad que les van a permitir integrarse totalmente en la sociedad.
Algo así dice Arcángel en el documental…
¡Claro! Su presencia en él se debe a que representa a esos artistas ilustrados y con capacidad de reflexión, capaces de darse cuenta del proyecto. Los alumnos regularmente reciben clases magistrales de figuras del flamenco y eso para ellos es un plus de ilusión. Yo escogí que en ‘Alala’ aparecieran, además de los señalados, a Pastora Galván por ser heredera del barrio de Triana, ese barrio del que provienen los habitantes de “las 3000” en su mayoría. Por otro lado tenemos a ‘La Tremendita’ una cantaora joven y con proyección, sensible con todos estos proyectos y por último a Israel Galván. Su presencia es muy importante ya que posiciona a Emilio Caracafé como artista al formar parte de su compañía. Emilio tiene ese doble rol, el de artista y el de director musical de ‘Alalá’.
De todos los alumnos me llama la atención un pequeño percusionista de color que parece que va para figura.
El niño está totalmente integrado en el barrio. Sus padres llegaron a España en patera. Él se dedica a aparcar coches y ella al servicio doméstico. El chaval apenas habla aunque nació en Sevilla. Lo que tiene claro es que le encanta el flamenco y que es del Betis (Risas)
Bueno, creo que no debemos desgranar más el documental pero sí su futuro. Tras ‘Silencio’ (su anterior trabajo sobre la bailaora sorda ‘La niña de los cupones’) y ‘Alalá’ ¿Piensa seguir trabajando alrededor del mundo del flamenco?
Lo haré siempre que tenga la oportunidad y, sobretodo, en mayor medida si el flamenco va unido a otros aspectos como la integración o la superación. Ahora mismo estamos en plena promoción de ‘Alalá’ tras su estreno en la pasada Bienal o espacios tan particulares como el propio barrio o la cárcel, lugar donde se encuentran algunos padres de los niños protagonistas.