“El flamenco contemporáneo no debe olvidarse de que para seguir siendo fresco necesita de la fiesta, no sólo del teatro”.
José Luis Ortiz Nuevo (Archidona, 1948) ha vuelto al pueblo que le vio nacer, después de media vida entre Madrid y Sevilla, para proyectarse con más fuerza desde los mil y un proyectos que siempre tiene entre manos. En este caso ha creado la primera biblioteca particular flamenca conocida, abierta al público desde su propia casa, muy cerca de la callejera estatua de Blas Infante a la que se asoma cada tarde desde su escritorio.
El Poeta, como le conocen sus vecinos y amigos, escribe en estos momentos una biografía a modo de larga conversación con el cantaor Enrique Morente, su gran amigo y el gran revolucionario del flamenco de este tiempo mientras tiene en contratación abierta espectáculos tan sugerentes como ‘Quién me empresta una escalera’ sobre el fenómeno y anecdotario de la saeta.
Su incesante actividad en los campos de la investigación científica de lo jondo, esa serie literaria de incalculable valor sobre las vidas de Pericón de Cádiz, Tía Anica la Periñaca, Enrique el Cojo o su maestro Pepe el de la Matrona, que engloban en sí mismos un género que podría ser el realismo mágico andaluz, o el alumbramiento y consolidación de la Bienal de Flamenco de Sevilla son algunos de los hitos que adornan su biografía artística, coronada por muchas otras cosas más.
Tímidamente postulado para ser Medalla de Andalucía, que más pronto que tarde debiera recibir, tiene mucha pólvora que gastar, y fumar, todavía, por lo que guarden paciencia para nuevos episodios de este personaje imprescindible, poliédrico e inagotable del flamenco actual.
¿En qué punto se encuentra ahora mismo la Biblioteca Flamenca de Archidona que ha reunido en su propia casa?
Está ordenándose. Es un proceso largo. A ver si a principios del año que viene pudiéramos conseguir la ayuda de algún becario o becaria que pudiera ayudar a esta tarea. Voy por la tercera o cuarta materia por clasificar y hay hasta dieciséis o diecisiete, no hay sólo libros, hay fotos, carteles, cintas que revisar… A mi ritmo esto se puede eternizar.
¿Por qué una biblioteca, creía que esto hacía falta en el flamenco?
Siempre ha hecho falta pero para mí responde a una necesidad personal. Me encontraba en Sevilla con un bagaje de publicaciones, de estudios, de trabajo. En un momento dado se me abre la ventana de Archidona, de volver aquí, donde ya estaban parte de ellos. En este reencuentro considero que es bueno que esté a disposición pública, que siga creciendo después de unos años estancada, y que todo este volumen sirva para trabajarlo, investigar… Estoy muy a gusto con ellos porque son casi una prolongación mía, de mi vida y además pues sirve para que quien quiera avanzar en estudios aquí los tenga. Me satisface mucho y es un entretenimiento para un jubilado gamberro maravilloso.
¿Hay una intención de digitalizarla para que pueda estar a disposición mundial?
Sí, sí, claro. Estamos en el siglo XXI y lo suyo sería eso. Evidentemente. Hay esos dos caminos. Hay que conservar lo que hay. En un noventa por ciento patrimonio del siglo XX pero con también algo del XIX e incluso algo anterior. Conservarlo como objeto de museo es prioritario y digitalizarlo para su uso universal pues también. Son los dos grandes objetivos de esta empresa.
¿Cree que hay todavía muchos libros de investigación por escribir alrededor del flamenco y que se está trabajando bien en recomponer su historia?
Creo que no. Por una parte sí hay muchas cosas por escribir pero por otra la investigación es dispersa y cada uno va por su cuenta. Cubriendo huecos que hay. Pero no se está haciendo de una forma sistemática. Aunque eso tal vez también pudiera no tener mucho sentido científico. Lo que sí es cierto es que hay mucho por investigar. Desde el nacimiento, hasta el del desarrollo y del presente, y por muchos campos. Desde la musicología, que es el campo en el que más falta hace hasta la economía o la antropología. Es un campo de estudio enorme. Hacen falta mil estudios. Considero que en contra de lo que se ha pensado el saber no resta duende, ni placer, todo lo contrario. Mientras más se comprenda más se goza.
¿Cuál de esos temas de estudio dentro del flamenco estaría menos revelado según su parecer?
El periodo fundacional. De mediados del siglo XIX cuando se están produciendo formas que van a quedar como clásicas, en seguiriyas, en soleares, en ese tiempo es fundamental la comunicación entre los músicos flamencos y los cultos o de academía. La cuadratura de la soleá, esa cascada de tristeza de la seguiriya, de esos dos cantes, que algunos consideraron básicos y que yo entiendo el final de un camino, no el principio. Todo eso fue producto de la comunicación, del entendimiento de gentes de muy diversa índole social. Fundamentalmente entre la gente aletrada del flamenco con un código y los artistas de la clásica con otro. Como parece que está probado se dan cita los de la escuela gitana, la bolera y los bailes de palillo y más fuentes. Así que lo mismo debió ocurrir con la música.
¿En qué se basa para hacer esa afirmación; todo nace de un mestizaje?
Hay una referencia que está en un libro antiguo que a mi me hace reflexionar en esto. En mil ochocientos treinta y poco hay un tenor gaditano llamado Andrés del Castillo y que según los periódicos habaneros canta al uso gitano y también lo nombran, que lo hace al estilo gaditano. Esto para mí quiere decir que este tenor que estaba tan lejos de su ciudad habría aprendido aquello de reuniones familiares, de bodas, bautizos y comunicaciones festivas de este tipo. Estaba demasiado lejos de su tierra para aprenderlo de otra manera, no había cassettes, ni cedés. Las fiestas eran la única escena de comunicación en la que este tenor pudo aprender aquella forma de cantar gitana. Esos escenarios son una fuente y un momento de curiosidad que debe llenarse con una investigación rigurosa para saberse si realmente fue así como yo sospecho.
¿Crees que esas investigaciones para dilucidar el origen mestizo del flamenco podrán llevarse a cabo algún día?
Va a depender de la vida. De si hay circunstancias que den facilidad para ello. De las personas interesadas y de las instituciones, los poderes, de la editoras, universidades. No hay muchas razones para el optimismo. El flamenco está muy en el candelero, en la conciencia de muchas criaturas. Y como pasa desde el comienzo está más en el pensamiento de los extranjeros y de españoles, de gente fuera de Andalucía. Puede que haya estudios venideros pero de estas gentes. Por ejemplo uno de los ensayos recientes más lúcidos sobre Lorca es de un profesor norteamericano, no sólo ha rastreado el Lorca de los años veinte, cuando convoca el Concurso de Cante Jondo sino el de las conferencias de Nueva York o Buenos Aires. Y este hombre ha analizado la evolución de ese Lorca joven al maduro.
Afortunadamente en el mundo se está estudiando el flamenco, y ojalá ocurra en la universidad española y la andaluza y se den cuenta de que estamos hablando de un patrimonio cultural de primer orden, clásico y que por lo tanto es objeto de investigación como cualquier otra disciplina del saber humano.
Eres de una generación que ha removido los cimientos del flamenco con sus innovaciones en lo musical y en los estudios. ¿No te parece que el flamenco actual está en un estado demasiado conservador?
Sí. Tal vez el cante es muy difícil de remover. En este momento los guitarristas son los que más están arriesgando y descubriendo. Es un momento histórico que les corresponde. En este siglo XX es cuando ha madurado. En esta Bienal de Sevilla última he presenciado un espectáculo de Dani de Morón en el que participaban Jesús Méndez, Arcángel, El Pele, Rocío Márquez e Israel Galván bailando. Llegué a la conclusión de que no había supeditación de la guitarra a ninguno de ellos. Esto pudo cerrar un círculo. Las tres disciplinas se unían en un mismo equilibrio. Estamos en un momento óptimo de conservación del patrimonio pero quizá falte cierta capacidad de creación de los dotados y también el que haya otros músicos que se ocupen de su conservación. Se suele pedir a los artistas que no sólo sean intérpretes sino también creadores.
¿Es exigir más de la cuenta pedir más creatividad?
En las artes escénicas hay genios de la interpretación como Camarón de la Isla, o Pavarotti en la ópera. Eso no merma su categoría. Sin embargo en el flamenco a un chaval con 16 años se le exige que componga, ¿por qué? A lo mejor tiene la capacidad cuando sea mayor. Hay por ejemplo en guitarra ocasión de hacer repertorios de clásicos como Ramón Montoya, Sabicas, Niño Ricardo, Sanlúcar, Paco, Serranito… O monográficos de ellos. O de Julián Arcas. Pero tampoco conviene estar siempre por superar, eso no conviene. Lo mismo con los cantes o bailes, hay que acordarse de La Macarrona o La Argentina y sí hay que avanzar en cómo se va a bailar en el siglo que viene pero ambas cosas pueden ocurrir. De todas formas es un momento muy saludable y sobre todo teniendo en cuenta el reconocimiento universal que está teniendo más allá de la historieta de la Unesco.
¿Debe caminar el flamenco hacia ser un arte más reconocido mayoritariamente o no tiene por qué?
Eso tiene difícil respuesta. Conforme al valor que tiene estético, antropológico, social etcétera por supuesto que sí pero en este país llamado Andalucía hay muchas cosas que son y no se reconocen. Entre otras que somos la nación más potente o posiblemente más potente que haya. Como no nos lo creemos pues no es. Siendo más que el País Vasco o Cataluña aquí estamos a la cola de Europa. Es endémico que el flamenco en Andalucía sea poco apreciado con arreglo a su categoría y universalidad. Todavía se pueden repetir titulares como el de aquel periódico sevillano que decía a finales del siglo XIX que “que tendrá esto de los bailes andaluces que gusta tanto a los extranjeros”. Hay que recordar que en los principales festivales andaluces el 60% en la Bienal de Sevilla o casi el 90% en el Festival de Jerez es de personal de más allá de los Pirineos. Eso es así y sigue siendo. Tal vez eso sea lo que mantiene pujante al flamenco al flamenco dándole el dinero que lo sostiene en estos momentos.
¿Que el flamenco dependa en Andalucía tanto del dinero público le beneficia?
Yo creo que no. Como otras muchas cosas el flamenco no empezó dependiendo de la autoridad, empezó siendo de la calle y del teatro cuando no tenía subvenciones ni apoyos. Lo que ocurre es que a partir de la Transición, si bien ya antes durante el Franquismo existía, la política empezó a tomar parte. En aquella época ocurrió de una manera más ostentosa. En el tiempo de los festivales movió mucho el mercado laboral, se abandonó el modelo de exhibición de giras por los pueblos. Los artistas ganaban en quince días de verano lo que ganaban antes en meses. Eso distorsionó mucho los salarios y los precios y el contenido de los espectáculos. Entonces se trabajaba más en compañías y los festivales hacen que se actúe de manera más individual, los artistas ya no se escuchan los unos a los otros y se crea un clima raro.
¿Se ha perdido ese sentido de comunidad, de colectivo de los flamencos?
El mundo hoy es más hostil que el de hace unos años. Se ve en la calle. Ahora voy a un concierto y lo mismo me vuelvo a casa. Antes cuando era joven, era el concierto y luego la fiesta hasta el amanecer. Ni se preguntaba.
¿El flamenco también necesita de la fiesta no sólo del teatro?
Claro, yo ya lo dije en mi libro ‘Alegato contra la pureza’. Creo que la fiesta se está perdiendo y eso es muy malo. El flamenco necesita de la intimidad y del público, si el flamenco pierde el teatro pierde el 50% de la economía pero si pierde el sentido de familia de comunidad pierde el riesgo, el juego, el cachondeo o el grito por seguiriyas a mitad de la noche, pierde la notoriedad. Pierde mucha fuerza, de rebeldía, deja de ser tan auténtico. Es un peligro que se corre si la dimensión del teatro crece y no la de reunión, el de la celebración.
Pero se ha abusado también de la fiesta, del requerimiento del señorito ¿no?
Sí, es posible que estemos en el tiempo pendular en el que pasado ese tránsito, de caprichos de la juerga. Este tiempo tuvo también momentos muy desagradables, muy impropios de la condición humana. De dominio y burla, de usar a personas débiles como las prostitutas o tontos para reírse de ellos, que era muy común en estas reuniones. Esta el caso célebre en el que Caracol y su tío tras una juerga le meten fuego a una puta. Eso ya no está. Es la parte nefanda, oscura de la fiesta. Pero sí, el flamenco contemporáneo no debía olvidar para seguir siendo fresco que necesita de la fiesta, no sólo del estudio en conservatorios y su proyección en teatros.
Francis Mármol – www.castillodelingles.es