DREUCOL: PALABRAS DE INTERSECCIÓN URBANA

22 September 2020 Texto: Pedro Rodríguez. Foto retrato por NesmanPro.

Dreucol es un artista urbano con grandes dotes de hipnotizador, por ello STAF MAGAZINE como otros muchos, no ha podido dejar nunca de poner los ojos en su trabajo. Varias entrevistas, colaboraciones en el MOMENTS FESTIVAL y el libro DADI DREUCOL: UNA VIDA (Alix Books, 2017) son algunas de las visitas que ha hecho a esta casa. Sobra decir que aquí tiene la puerta abierta.

Pero Dreucol atraviesa muros.

Y deja siempre una buena impronta.

Desde 2018 Dreucol está haciendo una revolución. Etimológicamente (“acción y efecto de dar vuelta de un lado a otro”). Y más.

Está demostrando ser un artista en estudio perpetuo. De sueño intranquilo. Y las calles de Málaga amanecen con obras como notas dejadas por un ladrón de guante blanco. ¿Qué nos quita y qué nos deja Dreucol?

El discurso es abierto y tan largo como la mirada sobre su obra.

Para robarle a él solo hay que cogerle un poco de tiempo. Hace tanto calor que no se puede preguntar nada. Conversamos…

 

 

Pienso que el arte ya ha asimilado a lo largo de muchos años y teorías conceptos como simulacro y representación. Desde Magritte y su “esto no es una pipa” a Michel Foucault y la diferencia entre las palabras y las cosas. Debord y la sociedad del espectáculo: “todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación”. Deleuze explicando el tiempo y el movimiento como una imagen, la imagen del cine, el medio artístico más popular y representativo de nuestros dos siglos. El formato cinematográfico. El formato de narración. Y puede que cada vez más cosas se expresen como una película, como una serie, una red social, un tweet, un whatsapp, un meme… Pienso que siempre estamos creando lenguaje, tal vez mientras todavía no sabemos y jugamos con los margenes del texto y el subtexto. Y mientras los patrones se guardan de cuidar las viejas formas, todo no para de fluir a la vez que hay cierta “petrificación”, los códigos del formato.

Te digo todo esto, Dreucol, porque veo cierta experimentación sobre todo esto en tu obra de los últimos años. Un mural con un storyboard de siete paneles sobre la representación del mismo mural. Grabas el proceso incluso jugando con tu propia representación como muralista. O el desdoblamiento de objeto y representación en una sucesión de diferentes buzones, e incluyendo la imagen-representación como mensaje mismo dentro del objeto. Juego similar con el mural que representa una cartela de museo… O uno de mis favoritos: El mural donde descompones tu propio nombre de artista, la propia imagen-nombre, tradicional del grafiti, secuenciado en adverbios y tiempo verbal.

 

 

Uno de los puntos más fascinantes de todo estos trabajos es que tú mismo los denominas ejercicios.
Todo lo que comentas es muy acertado, Pedro. Pero para entender lo que hago ahora, convendría mirar un poco hacia atrás. Yo empiezo, como muchos otros, a hacer grafiti muy joven, con doce o trece años. Durante mucho tiempo mi único interés “artístico” fue ese. Cuando salgo de Málaga empiezo a experimentar con otros lenguajes cercanos y a la vez lejanos al grafiti a consecuencia de lo que veo en las calles, sobre todo en ciudades donde he vivido como Barcelona o, especialmente, Valencia. Realmente ahora observo todo ese trabajo como una obra inmadura e insustancial, pero que me fue útil para experimentar aspectos y conocer ambientes que no habría conocido de no haberla hecho. Estos años, en concreto de 2012 a 2016, coinciden con un cierto boom de festivales de arte urbano que generalmente eran eventos de pintura mural, y de galerías de arte interesadas en la escena nacional. Yo me asomé a este circuito y participé levemente de él. Y el hecho de haber conocido aspectos de esa escena que no encajaban con mi forma de entender ciertos códigos, hicieron que cortara de raíz en 2018 con prácticamente todo lo que hacía entonces. Fue una catarsis en toda regla que me llevó a plantearme cuestiones que antes trataba de esquivar. La autocrítica ha sido fundamental en el desarrollo del discurso actual de mi trabajo. Lo que hago ahora no persigue ningún objetivo más allá del propio fin artístico. Hacer esto implica renunciar a muchas cosas, por ejemplo a ser un artista profesional. No ha sido nada fácil, pero de esta manera he logrado atisbar una libertad y una coherencia que hasta el momento nunca había imaginado. En este punto es en el que comienzo, hace poco más de un año, a realizar los ejercicios a los que tú te refieres, y que como bien dices son muy autorreferenciales, no respecto a lo personal, si no en cuanto al propio hecho de crear arte independiente en entornos públicos. Pensar en lo que hago mientras lo hago es algo que me motiva constantemente.

 

 

Evidentemente, te voy a acusar de jugar con los márgenes de todo texto (¡y gracias!). Los espacios, los escenarios del texto, cada vez están más enquistados, como esa petrificación que te comentaba. En el cine o teatro, las fronteras de la irrealidad. En las redes sociales y el formato de la conversación. No puedo evitar pensar que explotas tus orígenes como artista urbano y juegas con la calle como espacio de transito y encuentro. Conviertes el mural en un cuadernillo de estudios infantil, en un mensaje de whatsapp para saludar a un amigo, un captcha… Hay cierto grado de uroboros en tu trabajo. De imagen devorándose a sí misma (Pintar el mensaje de “NO PINTAR”). No solo tienes humor negro y mala leche. La obra no queda en la ironía. Trasciende las fronteras de la comunicación, como si engarzaras sobre si mismo el símbolo de prohibir y se generara el bucle de “prohibido prohibir”…
Sin duda explorar los márgenes es una de las cosas que más me pueden interesar. Cuando actúo, lo hago a partir de una idea, habitualmente se traduce en una pintura mural, porque es el medio que mejor conozco, pero si considero que debe ser un dibujo abandonado, una performance o cualquier otra manifestación, no dudaré en llevarlo a cabo de esa manera. Las técnicas son importantes, pero la idea, para mí, es sobre lo que gira el discurso. Y esto no quiere decir que el mensaje deba ser explícito. El contexto es parte de la pieza y siempre servirá para completarla. Creo que debe ser así. Y en mi caso, que he tomado la ciudad en la que vivo actualmente, Málaga, como espacio de acción, el estudio del contexto y de tratar de prever cómo funciona determinada pieza en según qué lugar es muy importante.

 

 

También has trabajado desde el mensaje de interacción, con mucha sutileza y elegancia. “NUNCA ME VES”. El mural “colgado” a la inversa en una esquina de trafico en contra dirección, donde la obra alcanza los espejos retrovisores. Has escondido también un mural con tu dream team futbolístico ideal, e incluso has dejado la pintura preparada para que otra persona hiciera lo propio en el mismo espacio (juego que fabulosamente creaba un doble anonimato entre artista y espectador). Y otro más de mis favoritos, donde has integrado la típica pintada soez sobre el mural como una dimensión más del lenguaje que recorre la pared urbana.
Se trata de establecer un diálogo. Siempre he ido en contra del artista como demiurgo. No me creo al que va de genial y de único, y presenta su trabajo ante los demás como algo fuera del alcance y que debe ser admirado precisamente por eso. Mis piezas suelen estar hechas con medios bastante simples, incluso precarios. Si nadie pudiera verlas, probablemente no actuaría en la calle. Trato de integrarlas en el entorno y que tengan sentido en el contexto en el que se ubican. Me interesa que la persona que haga el esfuerzo de prestar atención a una de mis piezas, pueda interactuar con ella, aunque sea mentalmente. El mío es un discurso más. La publicidad, las señales de tráfico, las basuras, los automóviles, también forman parte del discurso urbano … Entre todo eso trato de colarme para sugerir otras formas de ver ciertas realidades que ya están ahí, o al menos intentarlo. Creo que no hago piezas simples, cuyo potencial resida en la estética y en el asombro inmediato, si no que son piezas que conviven con el espectador y tratan de provocar una reflexión, parecida, al menos, a la que me llevó a mí a plantearme hacer ese trabajo. Cuando comprendes que todo lo que forma parte de lo que entendemos por entorno público es susceptible de ser intervenido o interpelado para crear algo, el horizonte que se abre es enorme.

 

 

No falta tampoco en la experimentación y el ejercicio la critica y la rebelión. Pienso que principalmente siempre ante la misma señalética. Como tus representaciones de textos tachados, donde enfatizas el vacío a la vez que el mensaje censurado. O incluso con divertida amabilidad (esas pintadas chusmonas de nombres encabezados con coronas donde te “interpones”).
Especialmente los murales que representan documentos, vestigios de la irrealidad real, la falacia burocrática, tan kafkiana que la gente de a pie la vive narrandosela unos a otros como accidentes del destino: “¿A qué no sabes lo que me ha ocurrido?”. Multas, permisos…
Un poco por todo esto considero fascinante y clave el concepto fundamental de “intervención” del arte urbano. Aunque también a veces pienso que el espectador puede delimitar con margenes el ejercicio de la intervención pensándolo, limitándolo, solo como crítica o denuncia. Por ejemplo tu mural sobre el significado y representación de una papelera, en una calle que además arrastra conflicto por el uso -confuso- entre papelera y basurero del turismo de apartamentos.

El subtexto nutre la obra, pero se expande.
Exactamente. Es decir, no se puede ser tan prepotente de pensar que tu obra se va a recibir exactamente como tú crees que lo debe hacer. Aunque yo explique qué me ha llevado a hacerla cuando publico su documentación, en realidad estoy aportando solo mi punto de vista. Una de las cosas que más me satisfacen es cuando alguien me muestra su perspectiva sobre algo mío, incluso si es negativo. Aprendo bastante de eso y agradezco que cualquiera, en una sociedad tan sobre-estimulada, se tome aunque sea un minuto en pensar algo que yo he hecho. Las obras de arte deben ser polisémicas y estar vivas. Soy consciente de que lo que hoy puedan significar algunas de mis piezas, puede tomar otro sentido el día de mañana. Lo que se hace en la calle deja de ser mío en el momento en que termino el trabajo. Me gusta también pensar en que las piezas puedan no tener siquiera una dimensión material, si no que se queden en ideas o historias que se transmitan de unos a otros. La mayoría de mis trabajos desaparecerán, si no han desaparecido ya, y esto me parece algo a tener muy en cuenta a la hora de plantearte tu posicionamiento artístico en este ámbito.

 

 

Para terminar quiero incidir en una apreciación personal del recorrido de tu obra reciente. Incides en la idea de “ejercicio”. Experimentas. Trabajas y estudias. Tú mismo lo expresas así en tu instagram cuando hablas de ello.
Bueno, como te he comentado, yo no soy artista profesional. Cuando digo esto me refiero a que no intento vivir de ello, no persigo una recompensa económica por lo que hago. Tan solo trato de investigar nuevas fórmulas abstrayéndome en la medida de mis posibilidades del camino que se supone que habría que tomar. Este hecho me da algo de ventaja, porque me permite centrarme en lo que para mí es lo esencial, que es el estudio de las intervenciones artísticas en el entorno público y sus infinitas posibilidades. Es cierto que tampoco me puedo dedicar 24 horas a mi obra artística, dado que para comer debo trabajar en otros campos; pero he tratado de gestionar mi tiempo para que incluso mi vida profesional esté enfocada a esta investigación. Finalmente cuando llevas haciendo algo tantos años, da igual lo que hagas que casi todo lo terminas enfocando a lo que te interesa. Es extraño, pero casi cualquier cosa a la que me dedico e incluso las actividades de ocio que realizo, terminan nutriendo mi trabajo artístico.

www.dadidreucol.com

 

 

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