Nos sería imposible enumerar todos los méritos artísticos por los que nos parece un honor contar con Pedro G. Romero para nuestra sección de Imprescindibles. Nacido en el municipio onubense de Aracena, este artista, cuya carrera comenzó en el año 1985, ha mostrado una creciente inquietud que le ha llevado a practicar la escultura, la escritura y la pintura, además de haber escrito guiones, realizado performances, comisariado exposiciones y un largo etcétera de actividades. Su profundo amor por el flamenco le ha hecho ser elegido para ocuparse de la línea gráfica de la próxima Bienal de Flamenco de Sevilla, en la edición de su vigésimo aniversario. Ha tenido a bien compartir su amplia sabiduría con nosotros y nos ha hecho una lista con diez de sus artistas imprescindibles, y ya os podemos adelantar que sus comentarios no tienen desperdicio. Con todos vosotros, los Imprescindibles de Pedro G. Romero.
Conlon Nacarrow.
Escapó de nuestra guerra civil con las Brigadas Internacionales. Mcarthy lo persiguió en los USA y se exilió a México. Sus estudios de pianola son imprescindibles para la música contemporánea. Están Bach, Mozart, Chopin, Schubert, Liszt, pero también el blues, el ragtime, el jazz, la música caribeña y el flamenco, anunció el minimalismo, Ligeti y la vanguardia electrónica.. Su Estudio nº12 es un prodigio. Exactitud y rigor conceptual con el propio flamenco, Se han hecho distinta orquestaciones de estas variaciones flamencas, ninguna como la de Proyecto Lorca.
Albert Ayler.
Sus preguntas sobre la vanguardia son fundamentales. Quiso que el free jazz volviera a ser una música popular, populista, como lo eran el rock o la música de baile entre las comunidades afroamericanas. Esto le llevó a desarrollar una liturgia propia que sobrepasaba los rigores teológicos de Ornette Coleman y otros genios musicales. Sus desplazamientos teóricos están a la par del sonido de campana de su saxo, del carácter coral de su solistas. Uno y mil a la vez. Creo escucharlo, algunas veces, en los proyectos de Steve Coleman o de Matana Roberts.
The Velvet Underground&Nico.
La pregunta es cómo han podido convertirse en el grupo preferido de los anuncios publicitarios, vanguardia capitalista donde más daño hace. Y aún así, tienen el “White light, White hate” y The Sonic Youth. A mi me encanta cuando Darcy Lange y Dan Graham hablan del Cortijo Espartero de Diego del Gastor como si fuera la Factory de Andy Warhol. No sólo el ruido, esa idea de laboratorio es clave en el desarrollo del gusto, siempre en constelaciones.
Muslimgauze.
Un obscuro músico inglés obsesionado con la cultura musulmana, el amplio espectro de la Yihad, los que suena en Asia, África y Europa bajo el nombre de Alá. No es compromiso político, es un desarrollo lúcido y coherente de la capacidad antagonista de la música en el corazón de las Raves que siguieron la caída del Muro de Berlín. Tecnología en estado puro. Al-Andalus y Blade Runner. Es pasado y es la música del futuro, exactamente el futuro.
Guy Debord&Unos iconoclastas.
El desarrollo de la música popular, antes de la llegada de la reproducción técnica, tiene en las bandas militares su protagonismo. Por eso la música de marchas, desde las Semana Santa hasta el John Philip Sousa de The Residents me fascina, me pone a caminar. Debord supo ver la capacidad de los himnos revolucionarios para andar el mundo a contrapelo. Bella Ciao, Maruxiña, Grandola… Con “Unos iconoclastas” concibe, en la tradición de Lorca y la música insurgente española, un proyecto político difícil de no ponerse a cantar, a corear, con letras que actualicen el desafío político del momento.
Vainica Doble.
Nadie ni nada supera sus canciones. Es el concepto exacto de canción, ni temas, ni piezas ni palos. Canción, en el sentido exacto que le daba Agustín García Calvo a la palabra. Algo que se canta en la ducha, se silba en la calle, se susurra en la sala de espera. Felicidad máxima en un mundo crudo. Y mira que entendieron pronto que la copla y el flamenco son también rock and roll. Por todos lados supuran milongas, rumbas, tangos, bulerías, soleás, guajiras, tonás. Y claro, igual les sale un pito de Agapito Marazuela o una bronca de Chicho Sánchez Ferlosio.
Imperio Argentina.
Y La Argentina y La Argentinita y la copla y el tango. Concha Piquer y Carlos Gardel y Amalia Rodrigues en portugués. Entre medias está. A mi me hubiera gustado que Imperio Argentina grabara “Extraña forma de vida”. Hay una manera de decir, una vocalización de nuestra lengua, la impronta rítmica, el acento. Es a la vez popular y culto, la exacta actualización del romancero. Es impresionante ver como bajo la arena de Goyeneche late aún la labial de Gardel. Pura sentimentalidad. Ser capaz de hablar a las flores. Y esa dulzura, esa melodía, los “Cien Años” de Pedro Infante, la dicción de Bola de Nieve, es tan brutal que, a veces, te hace llorar.
Enrique Morente.
Antonio Chacón, Pepe de la Matrona, Bernardo de los Lobitos, Juan Varea, Jacinto Almadén…, y todas las experimentaciones imaginables. “Omega” es sólo un clásico, nos quedan por escuchar varios mundos escondidos en cintas y grabaciones diversas. Un registro tan amplio sólo lo encuentro en Caetano Veloso. Sólo Morente (también Israel Galván) pudo atreverse a seguir la idea de Lekeitio elaborada por Mikel Laboa. Nadie modula los textos como el maestro Morente. Don Preciso le levantaría un monumento. Anda, dile que se calle, que su cante me lastima…
Fernanda de Utrera.
Esta garganta me dio el timbre que más he escuchado por bulerías y soleas. Y ahí están los Perrate y Bambino, un mapa ancho del mundo sin salir de Utrera. Pero es un tipo de textura, un sonido que hace el aliento antes de salir de la garganta, una erosión que va desde la Piriñaca a Carmen Linares, pero que también está en Chavela Vargas, por ejemplo. Y es que es en ese roce –del que Tom Waits o Cesaria Évora ha hecho un estilo-, en ese crujido, en su reelaboración y en su acontecimiento, a menudo, contra la melodía y la afinación con que occidente ha modelado el gusto, en esa fricción está la mejor música de nosotros, los de abajo.
Veneno.
Y Pata Negra, Lole y Manuel, Triana, El Negro del Puerto, los “Tarantos para Jimi Hendrix” de Gualberto, toda ese momento, puro acontecimiento, mera educación sentimental. ¡Dios! ¡Si Ricardo Pachón se hubiera atrevido a poner a Camarón, Camarón de la Isla, con el palo de las guitarras venenosas y no con los jazzies más cool! En realidad, creo, el de Veneno es un disco que aún no se ha valorado lo suficiente y no está minusvalorado, eh!, pero aún necesita reafirmarse más, en plan “premio Nobel a Bob Dylan”, este disco aguanta esos agravios. Era y es folklore del siglo XXI, y folklore adulto, lejos del confort adolescente que nos invade.