Siempre he pensado, y he podido corroborarlo en varias ocasiones, que los artistas de raza son reconocibles entre la multitud, que resulta casi imposible que pasen desapercibidos cuando se mezclan con el resto de los mortales: una manera de caminar, un porte, una actitud; podría decirse que siempre hay algún detalle, aunque sea nimio, que hace que brillen con luz propia. Y eso me pasó con Carrete cuando le vi asomar caminando con unos botines de un negro impoluto por la torremolinense calle San Miguel, con ese caminar grácil de los que han convertido la expresión corporal en un arte, con un abrigo largo colgado sobre sus hombros y la cabeza cubierta con un sombrero, una mezcla entre dandi y bohemio. Saltaba a la vista que estabas ante un artista: su silueta iba envuelta en un aura de carisma. Fueron muchas las cosas que me llamaron la atención durante mi encuentro con Carrete pero, sin lugar a dudas, la que más, fue su insistencia en hablar acerca del presente, de todos los proyectos y sueños que seguía albergando. Hablabas con él y tenías la impresión de estar hablando con un chaval que recién estuviese iniciando su carrera profesional. Intenté respetar, en la medida de lo posible, su deseo de circunscribirnos al momento actual de su carrera lo cual no fue fácil puesto que la vida de Carrete, tal y como se indica en el prólogo de la biografía “Al compás de la vida”, da para rodar una película: “La vida de Carrete para el cine guardaría escenas impagables por las que se pirraría Emir Kusturica, el gran cineasta de los gitanos de Los Balcanes, también Ford Coppola encontraría algún episodio a lo Don Vito Corleone, tiene tintes de surrealismo de los que Federico Fellini sabría sacar partido y esa noche desenfrenada de la que el propio Pedro Almodóvar ha rodado tantas veces”. La biografía condiciona indefectiblemente la forma de expresarse de los artistas; en el caso de Carrete, sus vivencias personales han marcado su modo de bailar. Por eso es prácticamente imposible encontrar hoy bailarines como los de antes, por la sencilla razón de que vivimos tiempos muy distintos. Carrete pasó demasiadas penurias las cuales exorcizó como pudo a través del baile. Limpió botas, robó (siempre para tener algo que llevarse a la boca), coqueteó con el contrabando, estuvo internado en varios centros de menores de los que sus ágiles piernas le ayudaron a escapar: en fin, la suya es una vida emocionante pero llena de sinsabores o fatiguitas como él prefiere llamarlas. De ahí su estilo apasionado, expresivo, y, a ratos, incluso grotesco. Carrete fue uno de esos artistas que se adelantaron a su tiempo aventurándose a beber de fuentes que no eran las convencionales. Muy tempranamente se fijó en Fred Astaire y tomó prestados para su arte pasos de claqué. Adelantarte a tu tiempo no siempre es bueno ya que corres el riesgo de ser incomprendido por tus coetáneos y comprendido solamente por las generaciones venideras. Y algo así es lo que le está sucediendo a él y prueba de ello es el homenaje benéfico ‘Señorialmente’ que tendrá lugar en el Teatro Cervantes el próximo miércoles 9 de mayo (mas informacion y venta de entradas), y que ha sido promovido por gente más joven que él que está aportando su granito de arena para colocar a Carrete definitivamente en el lugar que le corresponde dentro de la historia del flamenco.
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La charla que transcribo a continuación tuvo lugar a lo largo de una luminosa tarde de marzo en varios enclaves de Torremolinos, mientras comíamos pescaíto frito y degustábamos un buen vino o mientras tomábamos café luego. Conversar con Carrete fue ameno y sencillo ya que la memoria le funciona casi tan bien como las piernas. De hecho, venía de dar clases en su academia a gente joven y no tan joven apasionada por el baile aunque, ninguno, como él mismo nos relató, con intención de dedicarse a ello profesionalmente. Y es que la vida del artista siempre fue dura y, de eso y otras cosas, hablaremos a lo largo de la siguiente entrevista. No quise ceñirme a una batería de preguntas demasiado rígida para no cortarle las alas a Carrete y para no desestimar la posibilidad de que la conversación nos llevase por derroteros insospechados. Para todo aquél que quiera profundizar en su vida y conocer cronológicamente ordenados todos sus avatares, recomiendo la ya mencionada biografía escrita por Francis Mármol y Paco Roji ‘Al compás de la vida’. De tal modo que la conversación fue, como no podía ser de otro modo, tan anárquica y libre como su propia personalidad y su vida, como su baile en definitiva. Y así fue como, después de que nos sirvieran los primeros vasos de vino y llegase el primer plato de gambas y la bandeja con el pescaíto frito, comenzamos hablando de Camarón y de Paco de Lucía.
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Viviste la época dorada de Torremolinos. Por aquí pasaron los artistas más importantes a nivel nacional e internacional. Conociste y trataste en persona, entre otros, al mismísimo Paco de Lucía y a Camarón.
Paco de Lucía, en el 70, ya le tocaba a los mejores. Fue en esa época cuando empezó a despuntar, te estoy hablando de Paco, los demás seguíamos buscándonos la vida como podíamos. Le decían ‘el niño bonito’ y le tocaba a Palanca, le tocaba al Sevillano, a Mairena, y estamos hablando de que Paco tenía dieciséis años o diecisiete. Era un fenómeno, algo fuera de lo normal. Y Camarón era un prodigio, un dios. Paco le ayudó mucho. Paco se movía mejor en los ambientes de alta sociedad y Camarón sobre todo era para los gitanos y la prueba es que murió arruinado, sin un duro. Como nació, murió. Cada uno a su manera fueron leyendas. Paco era una figura internacional y Camarón no tanto. Era más conocido en España y entre los gitanos y también tenía aceptación en Cuba, Puerto Rico o París pero lo de Paco era otra cosa. Era más sociable y Camarón más introvertido y también tenía una formación cultural mayor. Aquella época era muy bonita, ver a esos dos genios cómo se buscaban el uno al otro, era tan bonito que fue una pena que se lo llevara Dios a Camarón tan pronto. Manuel Torres era, por ejemplo, otro gran cantaor gitano que también se fue muy pronto. Era el prototipo de gitano humilde y pobre que no comía y los más grandes le temían. Yo he escuchao a viejos que decían: ‘ha acabao con tos’. Era como Camarón cuando cantaba bien, ¡no había quien pudiera cantar después de ese niño! Yo creo que tendrían que haber durao por lo menos noventa años y nos habrían seguido regalando ese arte que tenían. Al final de sus días, también Paco se retiró un poco de todo el jaleo mediático y, cuando me vio después de treinta años que fui al camerino a saludarle en un teatro e iba con un libro mío, yo le noté en la cara que le dio satisfacción, porque él me había visto bailar. En el mismo camerino, él le dijo a todo su equipo que bailaores como Carrete ya no existían.
Entiendo que verte significó para él conectarse de algún modo con su pasado y sus orígenes mucho más humildes.
Fue un momento muy bonito. Todos los artistas que estaban con él me llamaban ‘tito’ y me trataban con mucho respeto lo cual también a mí me emocionó.
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Podría decirse que el idioma de la guitarra es más universal mientras que el cante, al tratarse de un lenguaje expresado en un determinado idioma, en este caso el español, tiene un alcance más restringido.
Además de que el flamenco no era tan popular como ahora a nivel internacional. Ahora está todo el asunto de que es Patrimonio de la humanidad pero antes no se podía ni imaginar eso.
¿Cómo ves el baile a día de hoy?
Los artistas de ahora no han pasao las fatigas que pasamos los de antes, y yo tampoco se las deseo, y entonces eso se refleja en las cosas que cuentan. Yo creo que el artista tiene que empezar desde abajo e ir consiguiendo cosas pasito y pasito. La sensación que me da es que la gente de hoy quiere empezar y pegar ya un pelotazo.
Pero es cierto que, sobre todo dentro de la cultura gitana, los niños y las niñas empiezan desde muy temprana edad a bailar y a cantar. A veces hace gracia ver a un niño o niña que apenas ha aprendido a andar o hablar y ya están derrochando arte.
El otro día fui a bailar a Málaga, a los Amaya, un tablao, en el Liceo, en calle Beatas que lo ha abierto un empresario de Graná. Y allí vi a una niña, hija de un sobrino mío, con cinco años, pegando sus pataítas y eso era increíble, pa comérsela. Algo increíble, me quedé helao. Y a mí, cuando me vio de bailá, me miró a la cara como si fuese ya una mujer mayor y me dijo ‘me gusta tito’. Eso es arte y saber estar desde la cuna. ¡Imagina a esa niña cuando le pasen diez años!
Y qué crees que marca la diferencia para que unos artistas alcancen la gloria y otros no terminen de atravesar un determinado techo, partiendo de la base de que, en ambos casos, hablamos de artistas con un talento probado.
Al final se trata mucho de una cuestión de suerte. Tiene que haber en un momento de tu vida un padrino. A mí me ha querido to el mundo pero llevo cincuenta años en Torremolinos. Monté mi propio negocio. Negocios he tenido dos, uno abajo donde está el Atrévete, el Pez Espada, llamado Carrete, y eso fue una locura, me duró tres años, ganando to los días tanto dinero que yo no sabía lo que ganaba pero lo repartía to.
Podría decirse que tú siempre has vivido el presente, que no tenías la visión propia de un empresario que se preocupa por invertir, ahorrar.
Yo no, yo lo que cogía me lo gastaba. Mi mujer ahora se pelea conmigo y yo le digo a toas horas ‘¡que me dejes!’.
¿Hasta qué punto es importante a la hora de bailar mejor o peor quién te esté tocando? Entiendo que ambas cosas son inseparables.
El guitarrista que es bueno lo normal es que te siga bien. Y, cuando el guitarrista está más perdió, pues uno está para eso, para enseñarle y dirigirlo. Eso me pasa a mí, que me topo con uno que no sepa y yo le dirijo (con la intención de ilustrar lo que dice, y sin moverse de la silla, Carrete acompaña la frase con un espontáneo y estentóreo taconeo y un elegante movimiento de brazos).
*** en el Jaleo
Entiendo que la manera de bailar cambia la manera de tocar y viceversa.
Claro, yo lo intento llevar a mi terreno. El guitarrista tiene que estar atento al baile, y no voy a negar que yo tengo una manera particular de bailar y que a más de uno lo vuelvo loco. Es la manera que tengo de romper los compases.
¿Y hay algún palo que te guste bailar más que otro?
A mí me gusta bailar todo, me gusta bailar por seguirillas, el taranto, la caña, las alegrías, son bailes que me adapto más. Eso de las alegrías que todo el mundo quiera bailar y tocar por alegrías es curioso, porque de ahí es la base, no de la seguirilla, ni la soleá, ni la bulería, no, no, no, es la alegría la base flamenca.
Podría decirse que incluso esa palabra, alegría, podría reflejar el espíritu o la esencia del flamenco que lo emplea la gente del pueblo para sobrellevar de alguna manera las fatigas a las que tú aludías antes.
Eso, porque la alegría es como la sal. En Cádiz hay montes de sal, la salina que cae. Se llama la salina y de ahí sale la alegría del baile, la solera de la música, de la sal. Y eso no lo sabe mucha gente. Tú fíjate que, de veinte soleás, hay cien alegrías. La alegría es el palo que se adapta más, es cuando la gente claudica. Es curioso eso, de verdad.
*** – el mañana, con el tiriri
En el baile, la figura o la anatomía propia del bailaor, condiciona también mucho su arte y juega un papel estético importante, hablamos de un arte que tiene mucho de plástico, no sé si me explico. Tu imagen, espigado y delgado, siempre ha sido muy elegante. Te parabas con las manos en alto por ejemplo en un Taranto y ya estabas transmitiendo.
Había tanta hambre que no podía estar gordo (risas). Yo estaba tieso como un junco de tanta hambre que pasé, me llevaba el viento. ¿Nos vamos yendo, hermano?
¿Y a esta cafetería acostumbras a venir con frecuencia?
Sí, aquí paro siempre. Esta es mi zona lo mismo que Calle San Miguel, La Bodeguilla.
¿Te consideras un hombre de rutinas? ¿Cómo es un día cualquiera en la vida de Carrete?
Todos los días señorial como tú me ves, me tomo mi manzanilla fuera de casa, me siento aquí a charlar con los compañeros.
¿Y las clases las impartes durante toda la semana?
Todos los días, tengo dos días por la mañana y tres por la tarde.
*** el mañana con chiquito de la calzada
Y tu único deporte ha sido el baile, tú no has entrenado nada complementario. Eso de fisioterapeutas y entrenadores personales te queda muy lejos, supongo.
Yo no, mi baile, mi deporte es mi baile. Con el baile trabajo todo el tronco, lo que es la vida mía, ahí entra todo, corazón mío.
Siempre has tenido una manera personalísima de bailar, improvisabas mucho, empezabas a bailar y no parabas. Cómo fue la anécdota con Zamarrilla.
Pues eso fue justo allí enfrente (Carrete señala con la mano) en la Bodega Andaluza. Ahí conocí yo a Antonio Quinn, y a Ava Gadner y a muchos otros.
Antonio Quinn era gitano mejicano.
Exactamente. Y allí estuve yo con él, el hombre venía de Almería con Brigitte Bardot, con Jude Britner que era gitano. Y esto que me preguntas de Zamarrilla yo era un chaval, tenía entonces diecisiete años. Ese día estaba la bodega llena y empecé a bailar y él empezó a tocar y me dio por bailar, pom, pom, pom, me tiré casi media hora sin parar y, en una de esas, ya me dice ‘Carrete para un poquito’ y yo pim, pam, pom, pim, y me dice ‘O paras o cojo la pata de palo y te mato’ y, como era verdad que tenía una pierna de palo, no me quedó otra que parar. Pobrecito cada vez que me acuerdo, ese hombre era de Calle Mármoles, de Zamarrilla y de ahí el nombre artístico.
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Antes has comentado que con diecisiete años te codeabas con personalidades de Hollywood pero supongo que tú muchas veces no eras consciente ni de con quién estabas tratando.
¡Yo que va, yo lo que quería era dinero na má! En aquel tiempo me daban mil pesetas y yo me las gastaba con los artistas.
Siempre se ha vinculado la fiesta al alcohol, el tabaco y, aunque suene un poco peyorativo, a la mala vida en definitiva.
Tienes razón y ése ha sido uno de los san benitos con el que ha tenido que vérselas siempre el flamenco. Ten en cuenta que nosotros nos movíamos principalmente en fiestas privadas que tenían lugar por la noche y hasta altas horas de la madrugada. Y en ese contexto se bebía y se fumaba mucho.
¿Y se bailaba mejor también en ese contexto?
Eso dependía de muchos factores. A lo mejor cuando estabas trabajando y haciendo lo mismo todas las noches contratao en un tablao, pues terminaba siendo más rutinario, pero de repente una noche, cuando menos lo esperabas, te arrancabas en una fiesta privada, uno daba un toque a la guitarra, otro se arrancaba a cantar, yo daba una pataíta y aquello podía terminar convertido en algo mágico porque te salía el duende lo cual no quiere decir que las otras veces no bailase bien, pero es verdad que a veces uno se encontraba más a gusto.
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¿Y era cierto aquello que, con su gracia habitual, me dijo Chiquito cuando lo entrevisté acerca de que, la mayoría de las veces, para cobrar te crecía la barba?
Eso era así muchísimas veces. Trabajábamos muchas horas, nos arrastraban de una fiesta a otra, y ya ibas, no porque tuvieses ganas ni fuerzas para seguir bailando, sino porque si no ibas sabías que no cobrabas. Otras veces, el señorito que hubiese organizado la fiesta te decía que fueses al día siguiente a su casa, y allá que aparecíamos, tocabas a la puerta y nos abría la mujer y nos decía que su marido estaba dormido y que ella no sabía nada de ninguna fiesta o, con suerte, el marido le había dejado un sobre para que nos lo diera y entonces nos lo repartíamos y era cuando nosotros podíamos irnos a dormir. Y lo que nos daban nos lo repartíamos siempre a partes iguales, ése era el plan. ¡Aunque alguno se apalancaba el dinero así que tenías que andarte con ojo! Yo tengo una anécdota con Chiquito. Yo le bailé aquí a Perón, al presidente de Argentina. Me dijo ‘mira mañana te contrato en una fiesta en El Pinar, privada’. Nos puso un bufet, la comida era gloria bendita. Los guardaespaldas llevaban armas y Chiquito cagao, pero cagao, cagao, to lo que te cuente es poco, el más miedoso del mundo, el que tenía más miedo el hijoputa,
Ahora que cuentas esa anécdota recuerdo que Gregorio me contó que en Japón dormía con un cuchillo al lado de la almohada por si le intentaban robar.
Ya te digo yo que es verdad. Le digo ‘Chiquito, señorialmente, correctamente, laboralmente’ (ésa era mi manera de hablar y él lo explotó) ‘aquí no nos va a pasar ná, somos sus invitados’. El asunto es que Perón me paga, me da un dinero y yo me lo guardo y me dice Chiquito ‘qué ta dao’ y le digo ‘mira ma dao cinco mil duros pa repartirlo pa los cinco’. Éramos cinco así que, en aquel tiempo, eran mil duros pa cada uno. Y a mí me dio otro dinero y me compré una casa, una casa de madera cuyo tejado se llevó el viento así que fíjate tú la inversión que yo hice. Y Chiquito se tiró no sé cuántos días ‘Qué ta dao, qué ta dao’, ésa era la frase preferida de Chiquito, no me dejaba. Yo lo quería mucho y él me adoraba a mí pero, desde que empezó a tener éxito en el ochenta y cinco hasta que se ha muerto, no ha querido nada de nosotros, las cosas como son.
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Cómo fue la época dorada de Torremolinos.
Eso fue mu grande, difícil de creer pa quien no lo haya visto. Del 70 al 75, billetes por tos laos. To fiesta. Esto era Hollywood, estaba lleno de famosos. La fiesta era interminable y el Estado lo sabía y lo permitía. Aquí había lugar y trabajo para todos.
¿Y por qué motivo se vino todo abajo?
Ya en el 80 pusieron un club de esos de mujeres de la vida, y las autoridades empezaron a poner restricciones y poco a poco fueron acabando con to, con la intención de convertir el pueblo en otra cosa, un sitio más tranquilo. Decayó por cuestiones políticas. Quisieron acabar con los tablaos y to lo que estaba relacionado con la noche. Empezaron a atacar a los homosexuales, etc. Y el flamenco estaba un poco más respetao porque estaba dentro del folklore y dentro del sistema como los toros. También es verdad que en la época que yo te hablo no había cocaína ni heroína ni na de eso. Pero el flamenco siempre ha llevao el lastre de estar asociado a la mala vida y a la noche como te decía antes.
Aquí había mucha afición al flamenco como también la había en el Sacromonte pero podría decirse que eran dos escenarios muy distintos, ¿no es así?
El Sacromonte era otra cosa, era una comunidad gitana y ahí no entraba nadie, ahí namás entraban las familias de los gitanos, mi prima, mi primo, mi tío, pero namás familia. Nada que ver con Torremolinos aunque luego murió también. Ahora se ha levantao otra vez, pero en el Sacromonte hubo un momento que se arruinó to el mundo cuando la riá en Graná que se llevó las cuevas, y ahora hará cuestión de cuatro años o cinco ha resucitao otra vez.
*** – Carmen La Carreta
*** – 1994, Tablao la Carreta
¿Y algunos de tus familiares se han dedicado también al flamenco?
Mi madre cantaba, bailaba, se buscaba la vida en Málaga. De los hijos, tengo uno que toca la guitarra y una bailaora que es la primera hija que ya tiene sesenta años casi porque la tuve mu joven.
En tu biografía hablas de que Madrid era la Meca del flamenco y de todo lo que tuviese que ver con el espectáculo en general. Pero allí tuviste que compaginar el trabajo con el cuidado de tus hijos. ¿Cómo te las arreglabas?
En Madrid conocí a muchos grandes artistas que, por encima de todo, eran grandes personas y, aunque había mucha competencia, sobre todo había mucho cariño y nos ayudábamos unos a otros. En parte, me las apañé gracias a ese apoyo.
Siempre has sido una persona con mucha espontaneidad y desparpajo. Por ejemplo, se cuenta en tu biografía la anécdota de cuando Carmen Amaya vino a Málaga y tú le bailaste vestido de mujer en la Taberna Gitana ¿Cómo se te ocurrían ese tipo de cosas?
Yo siempre estaba dispuesto a dar con mi baile un poco de alegría cuando veía que la cosa estaba regulá. Esa vez vino Carmen Amaya a Málaga y, aún no entiendo cómo porque era una de las artistas más internacionales de nuestro país, el teatro estaba muy vacío, entonces ella vino apenada a la Taberna y yo pa animarla me vestí de mujer y le bailé y, desde ese momento, surgió una bonita amistad.
*** – 1969, con Farruco y amigos
¿Cómo fue aterrizar en la tierra de Los Beatles?
Eso fue espectacular. Entre otras cosas pasé mucho frío porque me invitaron a bailar en el campo del Liverpool a las doce de la mañana. Me pusieron una especie de plataforma en el centro y a taconear. Yo he hecho las cosas más raras del mundo.
En un momento dado, te fuiste a Los Ángeles donde te sentiste muy cerca de tu admirado Fred Astaire. ¿Imaginó ese niño gitano que limpiaba zapatos que terminaría viviendo cerca de Hollywood?
Eso fue porque conocí a una americana en Torremolinos que se enamoró de mí y no me lo pensé dos veces. Allí me gané la vida bailando e incluso hice un anuncio para la televisión.
Me ha sorprendido gratamente que, nada más verme, me insistieras en que tu intención era hablar de tu presente.
Lo pasao, pasao está, pero nunca hay que perder la onda, nunca hay que dejar de aprender. Yo siempre he sido artista, desde que mi madre me echó al mundo, ojo, no artista, buscavidas. Artista es otra cosa, yo llamo artista a un actor de cine, un galán que sale en la pantalla; los demás somos trabajadores, buscavidas. Éramos gente que nos teníamos que buscar las habichuelas en la calle.
*** 1967 – en el Jaleo con Sabicas y amigos
Ahí discrepo, y perdona que te corte, pero para mí eres un artista de los pies a la cabeza. Carrete, cambiando un poco de tercio, ¿había otra cosa que te interesase además del baile?
A mí el baile namá, desde siempre, me he dedicao a otras cosas, a vender lotería, he hecho de to, algunas cosas que no se pueden decir, pero lo mismo que te digo eso te digo que era pa comer, y ahora es cuando yo considero que soy un señor, visto bien dentro de lo que puedo, como bien, tengo mi academia, lo que se dice un señor.
Podría decirse que, a tus setenta y pico años, estás abierto a cualquier cosa que te propongan.
A cualquiera; yo vivo al día, lo que me salga y lo vea justo lo hago. Otra cosa es como me pasa a veces que, llevando toda la vida bailando, te llaman a los sitios, y te hablo de televisiones públicas incluso, y quieren que vayas sin cobrar un duro. Lo que yo no puedo, a estas alturas, es ir a los sitios de balde.
Tu homenaje benéfico en el malagueño Teatro Cervantes no es lo típico que se le da a un artista cuya carrera ha concluido. ¿En qué punto de tu carrera estás ahora y qué planes tienes a corto y medio plazo?
A ver si, a raíz del homenaje benéfico, me salen más cosas buenas. Se va a hacer un cortometraje, yo noto que hay personas que están interesadas en mi carrera. Yo tengo mucha fe, me veo con muchas ganas y estoy muy bien la verdad. Me siento lleno de vida, y estoy abierto a que venga un promotor o alguien que se decida a apostar por mí y me organice una gira por teatros. Y espero que el homenaje benéfico ayude. A mi edad tengo algo que solamente se puede adquirir con los años que es la experiencia, y creo que tengo muchas cosas que ofrecer que no me gustaría guardármelas para mí mismo. Ahora me van a poner una calle en Torremolinos lo cual también me hace mucha ilusión porque es el pueblo donde llevo viviendo toda una vida.
*** – 1962, Anthony Quinn con Carrete y Agustín Flores
La bienal de flamenco jugó un papel importante a la hora de devolverte a la primera línea y a que volvieras a estar presente en el mundo del baile.
Sí, eso fue porque se cayó del cartel otra artista y me llamaron a mí y ese día lo di todo. Para mí fue muy especial formar parte de un evento como ése. Y es verdad que ayudó a que mucha gente que no sabía de mí y que pensaba que ya no bailaba, viera que seguía estando activo y tan en forma como siempre.
De un tiempo a esta parte el flamenco está llegando a un público profano o más amplio.
Tienes razón pero hay que ver qué tipo de flamenco está llegando. Hay cosas que están bien pero otras son productos que no son flamenco puro pero que es más fácil que la gente entienda. Yo sé que las cosas nunca van a ser como antes y por eso insisto en que, cuando muera gente como yo y como otros muchos que vivimos aquella época, algo se morirá para siempre. Cuando era la época dorada la gente iba a ver flamenco purista.
¿Y crees que a ti te puede estar beneficiando de alguna manera esta afición creciente por el flamenco?
La tradición y los antiguos siempre son importantes; el único problema, y perdona que vuelva a lo mismo, es que nadie quiere pagar y yo, como tú comprenderás a mis años, ya no voy a ir a bailar por 50 euros salvo algo que yo quiera hacer como un favor.
*** – El Pimpi
Digamos que la gente se acuerda de ti pero a la hora de rascarse el bolsillo es cuando vienen los problemas.
Eso es, lo has entendio perfectamente. Como te he dicho antes, cuando me han llamao para televisión siempre me dicen que no hay dinero, ¿cómo no va a haber dinero en televisión? Lo que pasa es que hay dinero pa quien le da la gana a ellos.
Es muy cierto eso de que no suele haber término medio. Hay unos cuantos con un caché muy alto y el resto, aún siendo igualmente profesionales, tienen que ir a los sitios por dos duros.
Yo ahora estoy vivo y es cuando se puede contar conmigo, estoy vivo y puedo aportar mi granito de arena bailando y contando a las nuevas generaciones cómo era la vida de los flamencos de antes. Cuando me muera a lo mejor se acuerdan más pero entonces a mí ya me dará lo mismo.
¿Algún bailaor joven te ha buscado con la intención de que tú le transmitas parte de tus conocimientos y de tu legado?
Sí, muchos. Me llaman ‘tito’. Yo bailaba por ejemplo y tenía delante a Sara Baras, a Farruquito, al Canales, ellos decían ‘vamos a ir a ver bailar al tito’. Yo todavía tengo la ilusión de mover un espectáculo, de tener una compañía y hacer una gira por todos los teatros. Mi mujer me dice ‘ya no vales ná, tú ya estás mu viejo’, y yo le digo ‘mu viejo, me cago en to’ (risas).
*** – en el Pimpi con Roger Moore
¿Tiene el bailaor una edad de jubilación?
Yo creo que el baile no tiene edad pa morir; ahí estaba por ejemplo Antonio Gades.
Entiendo que la experiencia lo que te permite también es adaptar tu baile a tu condición física actual.
Eso es. Yo he visto bailar a Vicente Escudero con noventa años y bastaba con que se plantara parado en el escenario con los brazos alzados, el hombre tenía tal presencia que ya con eso le bastaba. De hecho, a mí me enorgullece que me digan que me parezco a él.
Los profanos del baile siempre pensamos en el zapateo obviando los demás aspectos del baile. ¿Qué tendrías que decirme a eso?
El zapateo es una cosa muy delicá. Igual que cualquiera puede hacer una foto, pero no todo el mundo puede hacer una buena foto, pues con el zapateo pasa igual. Eso es un sistema muy complejo. Yo hago las notas de un violín con los pies. Claro, en un tablao que esté preparao, se escucha eso que es algo divino, te llena el corazón. Pero bailar, se baila con to el cuerpo. Yo ensayo con el vaso vacío y lo tengo que llenar de arte.
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Pues nos veremos en el homenaje benéfico. El cartel es impresionante y, además, hemos oído que habrá alguna sorpresa.
Pasarán algunas cosas que ni yo mismo sé (risas). Van a venir Juan Requena y Antonio Soto que son dos pedazos de guitarristas, también Camarón de Pitita. Van a tocarme siete guitarras. Espero que salga todo bien y que sea muy bonito. Como te he dicho, ahora es cuando se me puede ver, antes de que me vaya o pierda la cabeza.
Me quedé con las últimas palabras de Carrete ‘ahora es cuando se me puede ver, antes de que me vaya o pierda la cabeza’ y con la sensación de que, efectivamente, cuando él se marche (que esperamos sea muy tarde), se llevará para siempre consigo una parte importantísima de la historia del flamenco y, por tanto, de la historia y la cultura de nuestro país. Por eso, ahora que Carrete sigue entre nosotros y, como él mismo afirma, con más ganas de dar guerra que nunca, insisto en que no perdáis la ocasión única de ver a este terremoto del baile encima de un escenario, haciendo lo que ha hecho toda su vida, bailar, bailar y bailar: bailar para tener algo que llevarse a la boca y para ayudar a su familia, bailar para comunicarse, bailar para dibujar siluetas efímeras en el aire. ¿Un artista, un buscavidas, un genio? ¡Qué más dan las definiciones ante una vida de cine, una vida con mayúsculas! Pase lo que pase a partir de ahora (desde Staf le deseamos de corazón todo lo mejor) ¡que le quiten lo bailao!
* – Estudio de Carrete, libro Antonio Gades