La melancolía de Kevin Kaarl conquista Cala Mijas

14 July 2023 Texto: Francisco Daniel Medina. Fotografía: Archivo Cala Mijas Fest.

La música es una carretera directa a un lugar extraordinario, un buque capaz de llevarte demasiado lejos, tanto que a veces da miedo. Digo todo esto porque ni tan siquiera hace falta contar con una producción demasiado compleja, ni con una decena de músicos y de instrumentos, para que el viaje sea inolvidable, plagado de curvas mortales y meandros alucinantes. A menudo, jamás se regresa de algunas canciones, sino que te quedas a vivir en ellas para siempre, o una parte de ti se muda a ese lugar al que la letra y la melodía te transportan. Hay conciertos cuya llegada uno espera ansiosamente, como un agricultor espera la lluvia cuando peligra su cosecha, o un animal aguarda el alimento que le va a dar un amo que previamente le ha privado del mismo al alterar todo su hábitat. Decía que la música es un puente, una pista de despegue capaz de atravesar todas las nubes del mundo. E, insisto, a menudo no hace falta emplear una logística muy compleja para pegarle al oyente un puñetazo de emoción que lo deje tirado en la lona durante horas sangrando por los ojos y por la nariz y por la boca.

Fue lo que me pasó con Kevin Kaarl que, con su guitarra y su voz, una tarde cualquiera, me sacó de la rutina, me conmovió, como ha sido capaz de hacer con miles de personas. Kevin era un chico humilde, me atrevería a decir que tímido e introvertido, con una voz preciosa y una sencilla guitarra. Y con eso ha conquistado el mundo, sin necesidad de asaltar un país ni mancillar derechos humanos, sino emboscándose en el corazón de los demás para colorearlo y hacerlo más grande y pletórico. Y eso solo está al alcance de unos pocos escogidos. Lo primero que escuché de Kevin Kaarl fue ‘San Lucas’ y me quedé boquiabierto ante aquel temazo que aunaba sencillez, elegancia, emotividad y hondura a partes iguales y, al mismo tiempo, hacía gala de una producción cruda y honesta: “Dile ya, a tus papás, que no vas a regresar / Te vas con un loco que no te para de amar / A vivir salvajes, libres, libres allá en San Lucas / Tus ojos brillan más que la luna, sol y mar”. Mientras tecleo la letra de la canción se me pone la piel de gallina, porque mi memoria reproduce la letra junto a la melodía que se me antoja sublime. Entonces empecé a bucear en su discografía y también en su vida. ¿De dónde había salido este jovenzuelo? ¿Cómo puede tener tanto talento? Las canciones tenían millones de reproducciones y me dije: ¿Cómo es que no me he coscado hasta ahora?

 

 

Kevin me llevó a otros artistas con los que compartía edad y nacionalidad y me di cuenta de que estábamos ante toda una oleada, un movimiento, de artistas jóvenes que, con medios de producción actuales, y tirando de home studios, y apegados a conceptos tan contemporáneos como Diy, bedroom pop, one man band, etcétera, estaban revolucionando la canción popular mejicana; pero lo que me pareció más interesante, lo estaban haciendo desde un conocimiento y respeto profundo hacia esa tradición y el folclore. Recuerdo una entrevista a Daniel Quien, compañero de generación y amigo de Kevin (de hecho, han colaborado en alguna ocasión como en el video de la canción ‘Dime que siempre vamos a estar juntos’), en la que hablaba enciclopédicamente acerca de cantantes y compositores cuyas carreras tuvieron su momento de apogeo cuando él no había nacido, y lo hacía con tanto cariño, inteligencia y sensibilidad que, a partir de ahí, su música empezó a gustarme aún más si sabe, empezando a percibirla de otra manera. Lo comentado es también aplicable a su colega de generación Kevin Kaarl que, para más inri, se hace acompañar a la trompeta por su hermano. En una entrevista en video a ambos acompañada de un acústico, me pareció preciosa hasta el punto de emocionarme la historia y la relación que mantenían los dos hermanos de la cual hablaré un poco más avanzado este artículo.

Hay algo que me parece maravillo en el hecho de que, en un contexto de millonarios excéntricos comprando parcelas en otros planetas y muriendo ahogados por querer bajar en un submarino a ver los restos del Titanic, unos chicos acompañados de una guitarra se suban a un escenario a tocar unas coplas y logren hacer llorar a centenares de personas en un festival, y que coreen sus canciones hasta el punto (a veces molesto, todo hay que decirlo) de que no sea posible oírles a ellos. Interpreto esa circunstancia como la constatación de que, en el fondo, somos bastante más sencillos de lo que aparentamos y de que, por mucho que la tecnología evolucione (cosa que me parece perfecta y admiro) sigue emocionándonos algo que apele de manera frontal a nuestros sentimientos.

 

 

Otra cosa que he observado en artistas como Kevin o Daniel y que conecta con todo lo anterior, es un gusto por una estética e imaginería que remite a los 80 y 90, cuando ellos todavía no habían nacido o eran críos, un gusto por la estética del VHS, y por los aparatos analógicos propios de la época: casetes, walkmans, etc. Y es que ellos miran atrás y ven con nostalgia unos años en los que no había internet, ni móviles, ni RRSS, años en los que la vida transcurría en las calles y era más salvaje, y quizá esa mitificación sea responsable, en alguna medida, de que hayan abanderado una vuelta a lo más visceral y desarropado. Hablo de un revival de la figura del cantautor, pero quiero hacer hincapié en que, en el caso de esta nueva hornada de cantantes, lo hacen conociendo a fondo la tradición, y al mismo tiempo trayéndosela al territorio de lo rabiosamente contemporáneo. En ningún momento podemos hablar de plagio, sino de reinterpretación consecuente, y apropiación más que debida. Y eso es lo que hace que, cuando escuchas a Kevin Kaarl, por ejemplo, tengas la impresión de estar asistiendo a algo antiguo, de que el joven músico te está cogiendo de la mano para llevarte a un pasado alucinante, pero al mismo tiene suena fresco y moderno, entre otras cosas, porque canta las preocupaciones propias de los jóvenes de su tiempo. Para mí, estos artistas que con una guitarra colgada son capaces de llenar estadios, demuestran que lo más importante, a pesar de metaversos, submarinos suicidas, etcétera, sigue siendo tener algo que contar y poseer el talento suficiente para hacerlo, y, además, llevar a cabo el esfuerzo.

El día de su actuación en el Cala Mijas Festival, un servidor estará en primera fila viendo a Kevin como lo estuve el año pasado viendo a Liam Gallagher. Son dos propuestas diferentes, pero sé que el mejicano también conseguirá ponerme la piel de gallina y arrancarme alguna lagrimita. Me encanta el eclecticismo del cartel del Cala Mijas, se nota que es un cartel hecho con mimo. Hay una conexión a poco que escarbes entre todos los artistas que componen el cartel, aunque a priori algunos sean entre ellos abismalmente distintos. “Dile ya, a tus papás, que no vas a regresar”, canta Kevin Kaarl aludiendo a que se escapará de casa con la chica a la que ama. Para continuar: “Qué bonito tu vestido blanco / Que ella baila, que ella baila con el campo”. Pues todos bailaremos, centenares de personas de todas las edades, ante la propuesta de dos hermanos que hace no tanto han rebasado la mayoría de edad, y que rebosan talento y autenticidad.

Dicho todo esto, habiendo volcado mis primeras impresiones con respecto a la música de este artista mejicano, voy a contar un poco su historia para entender mejor el cómo y el porqué del fenómeno Kaarl. Además, la historia es jodidamente bonita porque lo que hay detrás es un joven con muchas inquietudes, con muchos sueños y muchos miedos: un adolescente como tantos repartidos por todo el mundo y que, la mayor parte del tiempo, no tenía claro qué hacer con su vida, y al final se tumbaba en su cama bocarriba con la guitarra y la rasgueaba al tiempo que improvisaba melodías para tratar de escapar un poco de las presiones que nos impone la vida desde bien temprana edad. Para empezar, no deja de resultar curioso que Kaarl, músico originario de Meoqui, Chihuahua, se plantease incluso si dedicarse o no a la música. ¡Imaginad que hubiese decidido no seguir! Su historia no puede desvincularse de la de su hermano mellizo Bryan con el que se lleva 26 segundos. Cuando eran niños ingresaron en una banda de música regional mexicana donde Kevin tocaba la tambora y Bryan la trompeta. Kevin estuvo cuatro años en la banda, pero a los catorce decidió dejarla porque los horarios nocturnos tras las actuaciones le superaban. Bryan continuó cuatro años más. El mismo artista confiesa que tuvo un rechazo hacia la música o lo que implicaba, pensando en apartarla para siempre. Durante esa etapa, se interesó en la fotografía y los videos musicales.

 

 

A los 18, cuando todavía estaban en preparatoria, los hermanos empezaron a hacer versiones de música regional mexicana. Algunas de sus interpretaciones las publicaban en Facebook y YouTube. El propio artista confiesa que se tiraba en la cama y abrazaba la guitarra. Al entrar en la universidad su madre lo animó para que estudiara arte, pero Kevin seguía dudando de la música y escogió Ciencias de la Comunicación. Un momento clave en su trayectoria fue estar finalmente solo, después de años al lado de Bryan, teniendo su propio cuarto cuando ya estudiaba la carrera. Kevin seguía con los videos musicales, pero no quería usar indebidamente canciones de otros músicos, así que se lanzó a hacer sus propios temas. Cuando comenzaron a sumar miles de escuchas, invitó a Bryan para que tocara la trompeta y fuera su segunda voz. El álbum debut de Kaarl, “Hasta el fin del mundo”, vio la luz en 2019. Le siguieron el EP “San Lucas” y su segundo álbum “Paris Texas”, que fue lanzado en septiembre.

Kevin es un joven con una formación musical que no conoce fronteras. Entre sus referentes están Beach House la cual considera su banda favorita, y el mismísimo David Bowie, siendo “Heroes” una de sus canciones favoritas de todos los tiempos. El conocimiento desde la infancia de la música popular de su país, combinado con la atención prestada a artistas de otras latitudes y generaciones, han hecho de su propuesta una reinterpretación de la canción popular mexicana sui generis. Lo oyes y no puedes evitar pensar en grandes cantautores del pasado, pero, al instante, te das cuenta de que el joven tiene el otro pie en su tiempo, en pleno presente, lo cual se aprecia en una sensibilidad y estética que son las propias de un muchacho de su generación. Las letras dan cuenta de cuestiones universales, pero lo hacen desde la jerga del ahora, siendo su lenguaje el de un músico que ha entendido a la perfección las bondades de las nuevas herramientas que ofrece la tecnología, mediante los vídeos y la imagen.

A pesar de tener una carrera relativamente breve, como no puede ser de otra manera, Kevin y su hermano ya se han subido a los escenarios del festival Vive Latino, han girado por USA, y tienen programados conciertos en Sudamérica, Europa y otras ciudades de México.

Pues eso, id diciéndoles ya a vuestros papás que no vais a regresar.

 

 

Queda poco semanas para disfrutar de Cala Mijas, tres días de playa, atardeceres que se convierten en amaneceres y la música más actual en un enclave único. Los bonos y entradas de día continúan a la venta en la web del festival y en seetickets.com/es.

Las entradas están disponibles en web desde el 29 de marzo, donde encontrarás opciones de compra, desde días sueltos, hasta los abonos completos, en los que puedes incluir el camping, para una experiencia al 100 %.

CALA MIJAS
Mijas – Costa del Sol – España
31 de agosto, 1, 2 de septiembre 2023 Tickets en calamijas.com y seetickets.com/es Bono 180€
Entradas de día 75€
#CalaMijas

 

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