La vida es pura estadística. Cuantas más veces te arriesgues y más veces falles, más oportunidades tendrás de vivir experiencias positivas. Ésa es la filosofía de vida que ha llevado Roberto Herruzo desde niño. Y eso le ha llevado a conocer mucho mundo con la música como única guía. El sonido de Roberto es tan especial y particular como los instrumentos que emplea para crearlo. Si tuviese que definirle a él y a su sonido, la primera palabra que me viene a la mente una y otra vez es ‘libertad’. Y, como no podía ser de otra manera, de un espíritu libre como el suyo, tan solo podría surgir una entrevista tan libérrima como la que sigue la cual se grabó en el malagueño barrio de Huelin mientras tomábamos un café.
Últimamente estás viajando mucho, acabas de volver de trabajar en un crucero por El Caribe, ¿cuáles son tus sensaciones cuando estás tan lejos de casa?
Cuanto más viajo más orgulloso me siento de ser malagueño. En el barco en el que he estado trabajando estos meses había gente de todo el mundo pero no se mezclaban demasiado. A la semana de estar allí, yo ya conocía a medio barco y todo el mundo sabía mi nombre y les llamaba la atención que les dirigiera la palabra. En ese sentido, me siento orgulloso y afortunado de haber nacido en Málaga y de haberme criado en un barrio en el que la gente aún vivía de puertas para afuera, y se saludaban y se preocupaban los unos por los otros y hablaban de casi todo sin prejuicios. Volviendo al barco, he tenido un curro muy bueno. Estaba trabajando para una compañía estadounidense en un marco idílico, viajando por lugares paradisiacos. Pero a menudo la gente con la que hablaba, en general, se deprimía por pequeños problemas. Llega, por ejemplo, un día una compañera con la cara súper larga y le digo ‘niña, ¿qué te pasa que se te ve triste?’ y me dijo que estaba así porque le habían cambiado un poco el horario e iba a tener menos tiempo para ver a su novio que, para colmo, estaba trabajando en el mismo barco. Entonces yo le hacía entender que no teníamos la peor situación posible. Había personas en el barco trabajando siete días a la semana, doce putas horas al día, por 650 dólares al mes, casi en régimen de esclavitud. Y nosotros a veces nos aburríamos de no trabajar, teníamos demasiado tiempo libre, tanto que no sabía qué hacer con él y a veces me ponía a tocar y a componer.
¿Cómo salió ese trabajo como músico en el barco y qué hacías exactamente?
Yo siempre digo que hay que estar en todos lados porque nunca sabes por dónde te puede venir una oportunidad. Realmente la vida es estadística. Mientras en más sitios estés y más veces falles, más veces vas a tener la oportunidad de ganar. Y otra cosa curiosa que suele pasar es que tú vas a un sitio con una finalidad y a lo mejor no te sale el plan como habías pensado, y no te debes frustrar porque al final eso deriva en otra cosa. Yo, por ejemplo, fui a Got Talent y gracias a eso luego he acabado trabajando para Royal Caribean, entre otros curros. Con respecto a lo que hacía exactamente en el barco, yo formaba parte de un espectáculo multidisciplinar en el que tocaba el sitar, había cantantes, acróbatas, bailarinas, etcétera. Yo apenas tuve la oportunidad de ensayar con ellos. Llegué al barco y me incorporé al espectáculo directamente. Ya hace tiempo que le he perdido el miedo y el respeto a ese tipo de situaciones. Siempre tengo muy presente a Paco de Lucía. Él le pone palabras perfectamente a cosas que yo siento pero que nunca me he sentado a intentar verbalizar. Hay una cosa a la que le tengo un poco de miedo y es que Paco decía que, en el momento en el que te subas a un escenario y no sientas el pellizco característico, el miedo escénico, es que ya se ha ido todo al traste. Y yo no tengo ese pellizco pero disfruto en el escenario muchísimo.
Por lo que te conozco, tú acostumbras a tener unos horarios muy anárquicos. Ensayas a horas intempestivas, recibes encargos y te organizas a tu particular manera. ¿Cómo ha sido para ti trabajar en un régimen digamos más convencional, con horarios fijos, etcétera?
Pues esa parte me cuesta bastante. Como dices, estoy acostumbrado a hacer las cosas como y cuando me apetece. Cuando tengo un encargo solamente pienso en que tengo que tenerlo listo para una fecha determinada pero, durante el proceso, nadie me impone nada. Pero es verdad que en el barco era distinto y ya estaba un poco molesto. Creo que no sirvo para trabajar en un régimen de horarios rígido. Me aburro muy pronto, entro fácilmente en una monotonía. Soy muy currante pero me molesta que me digan que tengo que estar todos los días a cierta hora en un sitio. Desde muy chico he querido ir por libre y creo que es porque soy una persona currante y responsable que sabe que, cuando me dan libertad, no la voy a malgastar sino que voy a usarla para ser productivo a mi manera. En parte he abandonado el barco por eso. Ahora hemos arrancado un espectáculo en Cataluña llamado Rauxa y estoy muy ilusionado. Nunca he visto un espectáculo tan particular como este. El protagonista es un globo de helio con bolsas de basura, no te digo más. Es un espectáculo de acrobacia, magia, pero con una escenografía muy simple que hace que podamos moverlo fácilmente. Hemos presentado el proyecto que es el proceso de creación y ya tenemos una subvención del gobierno catalán. A este proyecto también llegué, como te dije antes, por un cúmulo de carambolas.
Soy todo oídos…
Todo esto parte de un viaje en coche que hice a Eslovenia. Allí conocí a una chica argentina que llevaba dos meses rulando por Europa y quería acabar en España porque nunca había estado. Entonces yo tenía que ir a Barcelona a casa de una amiga y esta chica tenía que ir a Tárrega. Le dije que podía acercarla hasta Barcelona y que ella allí se buscase la vida. El asunto es que yo ya no tenía dinero y me venía bien que compartiésemos los gastos de la gasolina. Ya por el camino, le pregunté para qué iba a Tárrega e imagina mi cara de sorpresa cuando me dijo que iba a un festival de calle. Entonces le pregunté si creía que se podría ir allí a tocar sin formar parte del cartel y me dijo que había una parte off. Empecé a animarme y le pregunté a casa de quién iba y ella me respondió que a casa de unos amigos que son acróbatas. Y yo, que no suelo cortarme demasiado, le dije si creía que les importaría que yo me fuese con ellos. Rápidamente cogió el teléfono, llamó a sus amigos, y le dijeron que podía quedarme también en la casa sin problema. Así que de Eslovenia acabé en Tárrega en casa de unos acróbatas para tocar en un festival de calle al que me había autoinvitado. Luego estos chicos me vieron tocar, empezamos a compartir videos, y ellos me dijeron que creían que habían encontrado a la persona que ni tan siquiera habían empezado a buscar. Me pareció increíble lo que me mostraron y, dos meses después, encajé en Barcelona en coche para hacer una residencia de seis días en un teatro. Allí hablamos sobre el guión y grabamos un vídeo promocional.
Hay una cosa interesante de tu persona y que, de alguna manera, yo creo que te define. Siempre te has relacionado con todo tipo de gente, gente de diferentes edades, ideologías, estratos sociales. Pasas de un crucero de lujo a un barrio suburbial.
Para mí, si te soy sincero, supone mucho más un lujo estar en La Palmilla con el patriarca tirado en un sofá, sintiéndome uno más, que estar en un barco de lujo en un jacuzzi con cuatro cara de plástico (con todos mis respetos para los cara de plástico que también he conocido a algunos que son de puta madre) (Risas). Yo prefiero estar en un río con los gitanos o mis amigos del barrio de toda la vida. Ahí percibo otra cercanía, otra familiaridad. Insisto en lo de ir al barrio de mis amigos gitanos porque ahí tengo la sensación de que estoy en la cocina del arte, donde todo surge de manera natural y espontánea y donde yo encuentro más inspiración y energía que en ninguna otra parte del mundo. Ahí te das cuenta cómo surge esencialmente el arte y como forma parte natural de la vida de las personas, al margen de toda la industria.
Al margen del espectáculo de Barcelona, musicalmente, cuáles son tus planes a corto-medio plazo.
Ahora mismo estoy abierto a muchas cosas. De hecho, este fin de semana toco en un festival llamado Wakana ‘Naturaleza experiencial’. Mi plan sigue siendo buscarme la vida haciendo lo que me gusta, haciendo música. Es verdad que toco muchos instrumentos pero, viendo el nivelazo que tiene la gente con cada instrumento, a mí tampoco me apetecía competir así que creo que por ese motivo he optado por hacer las cosas a mi manera. Creo que lo que yo puedo aportar no es tocar el sitar mejor que nadie pero sí tocar los instrumentos de una forma particular e incluso, como suelo hacer, personalizarlos y llevarlos a mi terreno.
Tú eres lo contrario al músico de conservatorio que tiene una técnica muy depurada fruto de muchísimas horas de estudio reglado pero que, muchos de ellos, ni tan siquiera tienen la inquietud de componer sino de interpretar las piezas de otros.
Para mí sería imposible entender la música así. Yo no podría vivir de esta profesión con una dinámica tan estricta o interpretando solamente sin crear mis propias composiciones. Mi manera de entender la música siempre ha sido libre y autodidacta. Yo no solo no quiero tocar como otros sino que incluso fabrico mis propios instrumentos. Ahí lo que busco es saciar la curiosidad de poder sacar sonidos de objetos que nadie habría pensado que podrían usarse para hacer música. Es una cuestión de curiosidad, ¿en serio puedo sacar sonoridad de un trozo de tubo? ¿En serio voy a poder fabricar un bansuri empleando un tuvo de pvc, y que se lo toque a un tipo que lleva toda la vida fabricando bansuris seleccionando minuciosamente el bambú, y que alucine con el sonido? O coger una bombona de butano y que suene mejor que un instrumento que esté medido y pensado para que todo suene perfecto. Yo sigo tocando un poco todo lo que cae en mis manos, no lo puedo evitar. Aunque es cierto que, ahora mismo, lo que estoy haciendo más es tocar el sitar. En el espectáculo del Wakana voy a tocar una kora africana modificada y el sitar.
¿Y ya no llevas la loopeadora con la que se te ha asociado todo este tiempo atrás?
Me he terminado dando cuenta de que no la necesito. O por lo menos la veo innecesaria al menos en este espectáculo. Creo que la gente no aprecia el trabajo con la loopeadora, es muy técnico y es difícil sacarle el rendimiento adecuado. Pero la gente se queda en que hay algo sonando que tú no estás tocando en tiempo real y parece que eso le resta valor al espectáculo.
¿Puede que llegaras a la loopeadora porque no encontrabas músicos con los que encajases?
Puede tener algo que ver con eso. Yo tenía las cosas muy claras y, a veces, es difícil encontrar a gente con el mismo grado de compromiso que tú pero tampoco voy a echarle toda la culpa a los otros. Admito que tengo una personalidad difícil y aguantarme muchas horas en un local creo que tampoco era agradable. Por una cosa u otra siempre he terminado tocando solo y es cierto que los loops ayudan mucho. También se me identificaba con las copas que dejé de usar porque suponía demasiado trastorno llevarlas de un sitio a otro, y conseguir que sonasen bien. Y, sobre todo, y a raíz de mi participación en una edición de Got Talent, se me conoce por la bici-arpa.
Tu espectáculo también tiene un contenido vocal.
En el espectáculo del Wakana llevo la Kora africana, el sitar de la india, un arpa de boca, tablas hindúes, bases de música electrónica, darbukas, un cajón flamenco con castañuelas acopladas y canto armónico.
¿Y tienes en mente recopilar tu música en un disco? Esta pregunta conecta con la propia particularidad de tu música, que es muy diversa, pero, al mismo tiempo, como amigo y seguidor tuyo desde la adolescencia, tengo siempre la sensación de que está dispersa. No está recopilada en ningún sitio.
Pues estoy grabando un disco pero no te puedo dar fecha. Lo voy a grabar todo y lo voy a producir yo. Y no me quiero poner fecha, quiero hacerlo con tranquilidad. Ten en cuenta también que ahora mismo no paro de trabajar y eso condiciona el trabajo de estudio. Irá por etapas y ahora mismo quizá no sea el mejor momento. Lo que no quiero perder es la sensación de que soy dueño de mi vida. Habrá composiciones antiguas porque tengo la sensación de que, cuando somos jóvenes, componemos mejor, con menos técnica pero con más espontaneidad, arriesgando más y siendo más naturales. Es como si la vida te fuese quitando cierta libertad que, en cualquier actividad creativa, es fundamental. Y para mí siempre ha sido también muy importante la faceta humana, la gente y la energía de la que me rodeo me influye a la hora de crear puesto que, al ser una persona muy sensible, afecta a mi estado de ánimo. Es necesario rodearte de gente positiva y alejarte de gente que no te dice las cosas de una manera constructiva.
¿Y cómo te ves de aquí a diez años?
Creo que estoy siguiendo un camino coherente y que voy a mejor en general. Estoy intentando ser consciente de mis cosas malas y centrarme en potenciar lo bueno. Básicamente ése es mi propósito. Seguir haciendo lo que me gusta no fastidiando a nadie sino, todo lo contrario, ofreciendo música que haga la vida mejor.
Y en Málaga qué tienes a corto plazo.
Málaga es un poco desastre en muchos sentidos aunque nos quieran convencer de lo contrario. Málaga no está enfocada a los artistas. Hay demasiados artistas con un nivelazo increíble pero hay muy poco trabajo. Tengo la sensación de que, en muchos sentidos, sigue siendo muy pueblerina. Son unos pocos los que siempre se reparten el pastel. Y si te llaman y te invitan a los sitios al artista de aquí no lo valoran y generalmente quieren que lo hagas todo gratis o por dos duros. Me resulta triste tener que decir esto pero es lo que siento. Lo cual no es incompatible con lo que te he dicho antes acerca de que, cada vez que viajo, más me alegro de haber nacido aquí y de poder pasar aquí la mayor parte de mi tiempo. Es una ciudad con un ritmo de vida tranquilo, que te permite tener tiempo libre. Nos hemos acostumbrado a vivir en la calle, y eso a mí me ha permitido hacer música y nutrirme como te he dicho antes del talento de muchas personas. Pero los que programan, por decirlo de alguna forma, no conectan con mi rollo y programan otras cosas que funcionan pero tengo la sensación de que parece que solamente funcione un determinado tipo de música. Es algo que he terminado asumiendo. No me contratan aquí pero sí en Canadá, USA o el Reino Unido y noto que valoran mi música más que aquí. De todos modos, yo considero que hago música para todo tipo de personas y que no tiene ninguna frontera.
Seguimos charlando un poco más y, en un momento dado, Roberto, con la espontaneidad que le caracteriza, me dice que se tiene que marchar porque había quedado con otro músico. Se le ve ilusionado ante la posibilidad de que, de ese encuentro, surja algo esperado o inesperado. Me despido de él con un abrazo y le veo alejarse en dirección hacia donde ha quedado con el otro artista. Se aleja caminando con porte sereno y seguro, con la convicción de quien sabe que está caminando hacia su destino y que, por tanto, no importan demasiado las señales por las que acostumbran a guiarse el resto de los mortales.
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