A veces el mundo funciona al revés de lo esperado y las cosas que parecen más exageradas son las que mejor se ajustan a la realidad del momento. Esta afirmación en tono metafísico nos permite presentar el nuevo trabajo discográfico del saxofonista y compositor norteamericano Kamasi Washington, un álbum que rompe los esquemas tradicionales del jazz y se divide en tres volúmenes simultáneos. Sin duda, una propuesta ambiciosa, arriesgada y vanguardista a partes iguales que hace honor a su título: “The Epic”. La historia de este joven músico es un ejemplo de superación, puesto que nos lleva desde las turbulentas calles de Los Ángeles en la década de los 80 hasta los estudios de grabación del siglo XXI, donde trabajan algunos de los artistas más famosos de la actualidad (léase Kendrick Lamar y Flying Lotus), al mismo tiempo que descubrimos su pasión por el jazz y nos sumergimos en sus métodos poco ortodoxos de crear música con dos baterías, dos bajistas, un pianista, un teclista, una sección de viento, una sección de cuerda formada por 32 instrumentistas y un coro celestial que eleva sus canciones hasta otra dimensión. Aprovechando que Kamasi Washington está embarcado en una gira internacional y que desembarcará con su banda en el Primavera Sound de Barcelona el próximo 2 de junio, hemos tenido la oportunidad de hablar con él vía Skype para saber cómo ha sido el último año y medio de su apasionante carrera. Una historia de amistades célebres, obsesiones perfeccionistas y una buena ración de artes marciales con ecos de jazz.
¿Cómo recuerdas tu infancia en una metrópolis como Los Ángeles y cuándo descubriste tu afición por la música de aires vintage?
En los años 80 era muy joven, me pasaba el día en mi vecindario y créeme si te digo que Los Ángeles era un lugar bastante duro. Entonces era un crío, pero sabía que era peligroso salir a la calle. Al mismo tiempo, en otras partes de la ciudad había gente que ya tenía aspiraciones artísticas, sobre todo gracias al hip hop… sin embargo, yo sólo quería jugar con mis amigos. Descubrí mi pasión por la música cuando tenía 11 años porque el mejor amigo de mi hermano (que resulta que era mi primo) me regaló una mix-tape de Art Blakey y en seguida me aficioné al jazz. Había tocado instrumentos musicales desde que tenía tres años, pero nunca creí que eso fuera para mí. Aunque todo cambió con las canciones de aquel casete.
¿Qué te impresionó realmente al escuchar esa primera cinta de jazz?
Art Blakey tocaba la batería de una manera muy salvaje y tenía un feeling especial con el instrumento. Me encantaba la energía que desprendía su música. Lo más curioso fue que también conseguí que mis amigos en el colegio escucharan las canciones de Art Blakey. Algo sorprendente si tienes en cuenta lo jóvenes que éramos en aquella época.
Es evidente que la música te cambió la vida…
Esa música me hizo céntrame y me dio una identidad. Uno de los problemas de vivir en barrios como el mío era que las bandas parecían la única salida para los chavales. Pero esa afición musical cambió la percepción que tenía sobre mí mismo y también me permitió ir por otros caminos.
¿Qué puedes contarnos sobre The Young Jazz Giants, tu banda de toda la vida?
Conozco a esos tíos desde que éramos críos. El padre de los hermanos Stephen y Ronald Bruner tocaba en una banda junto a mi padre, así que nos conocemos desde que teníamos tres años. Siempre quisimos hacer la música que escuchábamos y el nombre de The Young Jazz Giants nos lo puso un periodista cuando ganamos la John Coltrane Competition en 1998. Entonces éramos bastante jóvenes, ninguno de nosotros llegaba a los 18 años, y curiosamente se trata de una competición abierta a músicos de todas las edades. Un periódico local se refirió a nosotros con ese nombre y decidimos mantenerlo. No nos preocupaba interpretar música del pasado o del futuro, sólo queríamos ser nosotros mismos. Por ese motivo siempre intentamos expresar la idea de quiénes somos y qué hacemos.
¿Cómo fue tu experiencia al aterrizar en la Universidad de California en Los Ángeles?
Estudié musicología en la UCLA y tuve muy buenos profesores de los que aprendí cosas que me han servido a lo largo de mi carrera. Pero en aquellos días también tuve la oportunidad de desarrollarme como músico y de conocer el mundo real, que es muy distinto del mundo académico.
Tengo entendido que entonces ya trabajabas como músico de sesión junto a artistas muy populares…
Mientras estudiaba en la universidad, estuve de gira con gente como Snoop Dogg y Raphael Saadiq. Pero también actuaba con mi propia banda y lo recuerdo como un período realmente ocupado. Hacer de músico de sesión fue importante porque me permitió salir de mi círculo y aprender cosas nuevas. No es como cuando consigues tu graduado universitario y, de repente, buscas un trabajo con la idea de empezar una carrera profesional… yo perseguía lo mismo mientras estaba estudiando. Quería las dos cosas al mismo tiempo.
¿Qué aprendiste actuando con estas estrellas del soul y del hip hop?
Snoop Dogg y Raphael Saadiq se aproximan a la música de maneras distintas. Antes de actuar con ellos, mi experiencia musical en el instituto se había centrado en el jazz, en las jam sessions y en colarme en los clubes porque ni yo ni mis amigos teníamos dinero para pagar la entrada de los conciertos. Después, cuando ya estaba en la universidad, empecé a estudiar los ritmos de otras partes del mundo y descubrí la música clásica. Pero, al mismo tiempo, me embarqué en esos tours de hip hop y de R&B, que me abrieron la mente a una gran variedad de sonidos en muy poco tiempo. Tanto Snoop como Raphael no son músicos de jazz y no tienen una formación musical clásica, aunque son realmente inteligentes y tienen una creatividad muy especial. Cuando empecé a actuar con Snoop, no se trataba de destacar gracias a la técnica o de tocar las notas más arriesgadas, sino que todo giraba entorno al timing, al fraseo y a la frecuencia. Lo que él valoraba era la habilidad de saber qué tocar y hacerlo en el momento adecuado. Esa manera de ver la música me abrió nuevas maneras de pensar.
El último año y medio de tu carrera musical ha sido muy intenso por diversos motivos. Primero porque participaste en el exitoso álbum “To Pimp a Butterfly” de Kendrick Lamar, premiado con varios Grammy…
Fue algo asombroso. Un amigo mío conocía a Terrace Martin, que fue uno de los productores principales de ese álbum y ya había colaborado en el disco anterior de Kendrick. Realmente, yo ya había terminado mi propio álbum y estaba trabajando con él en su disco, titulado “Velvet Portraits”, así que él conocía mi trabajo y me pidió que le enseñara mis canciones. Y cuando escuchó los arreglos de cuerda y los coros, me propuso componer algunas partes para el nuevo disco de Kendrick. Poco después fui al estudio y me encontré en un ambiente perfecto para desarrollar la creatividad puesto que Kendrick estaba abierto a todas las opciones creativas que le proponían los músicos con los que colaboraba. No nos ponía restricciones y nos animaba a potenciar lo que nos hacía ser únicos y especiales. Quería incluir todo eso en su música y fue una gran experiencia.
Por curiosidad, ¿cuáles fueron tus contribuciones principales en ese disco?
Participé con mi saxo en el tema “Mortal Man” y también en el skit que aparece al final, aunque puedes escucharme en varias partes a lo largo del disco. Mi contribución principal fue componer arreglos.
Por las mismas fechas, ya habías acabado de grabar tu ambicioso álbum titulado “The Epic”, que se divide en tres volúmenes…
El álbum estaba terminado en marzo de 2014, bastante antes de empezar a trabajar con Kendrick. Fue un proyecto muy ambicioso que me llevó mucho tiempo hacer realidad. Nos reunimos un grupo de músicos en el estudio y grabamos casi 200 canciones en un período de un mes, colaborando entre todos. Cada uno de los músicos tenía asignados unos días y un horario para hacer sus canciones, así que durante un mes sabíamos, más o menos, qué íbamos a hacer conjuntamente. Después de esos 30 días, yo salí del estudio con tres terabytes de música en un disco duro… el equivalente a unas 45 canciones para mi álbum. Cada uno tenía su propia manera de trabajar, así que el resultado obtenido fue distinto para cada artista. ¡Ten en cuenta que de esas sesiones salieron ocho álbumes!
¿Cómo se desarrollaron esas sesiones de grabación?
Estábamos tan motivados que apenas parábamos para descansar o hablar. Cada día durante un mes nos encerrábamos en el estudio desde las 11 de la mañana hasta las 3 de la madrugada… y, como puedes imaginar, cuando terminamos de grabar, cada uno se fue por su lado una buena temporada porque necesitábamos desconectar. Cometimos errores, sin embargo, fue una experiencia genial, nos motivábamos los unos a los otros y sacamos lo mejor que teníamos dentro. No te negaré que fue duro porque todos somos muy exigentes con nuestro trabajo, pero al final conseguimos una música increíble. El nivel de energía fue tan alto porque manteníamos viva la creatividad cada día.
Supongo que el proceso de postproducción y de edición de todas esas canciones que habías grabado también fue muy complicado…
La sección rítmica la grabamos en directo, incluyendo el bajo, la batería, el piano, las percusiones, la sección de viento e incluso algunas voces principales. Después me encargué de hacer overdubs con la sección de cuerda y los coros. Me llevó bastante tiempo porque, cuando terminamos de grabar, tenía una cantidad enorme de música y realmente no sabía qué hacer con ella. Me pasé meses escuchando las partes individuales para averiguar qué tenía entre manos y qué podía hacer. Al final fui capaz de reducir todo eso a 17 canciones que se complementaban bien, pero todavía tenía la idea de hacer un solo disco. En ningún momento me había pasado por la cabeza lanzar tres volúmenes simultáneos.
¿Cuándo tomas esa decisión tan arriesgada que marcará el resultado final de tu álbum?
Durante tres o cuatro meses estuve editando las canciones. Un día quitaba una, pero al día siguiente cambiaba de idea y la volvía a poner. Así que di muchas vueltas sin llegar a ninguna parte. Hasta que un amigo me dijo que no lo pensara más, que eligiera una canción que supiera que iría 100% en el disco y me lanzara a componer los arreglos de cuerda para ver hacia dónde me llevaba eso. Le hice caso, empecé con el tema “Change of the Guard” y resulta que una noche tuve un sueño muy raro que después se convirtió en una historia en la que tenían cabida las demás canciones que había grabado. Eso fue lo que me inspiró a no dejar nada fuera y pasé de uno a tres discos.
¿Te preocupaba que la gente no entendiera un trabajo de jazz tan vanguardista y ambicioso como este que presentas?
He pasado la mayor parte de mi carrera haciendo música para otra gente y considero que soy un músico de sesión muy responsable porque intento asimilar siempre la visión del artista con el que colaboro. Por este motivo, mientras hacía este álbum, sólo deseaba que mi música fuera una representación de quien soy yo y expresara mis inquietudes creativas. Lo que más me asustaba era lanzarlo al mercado, aunque no pensaba en qué diría la gente o si gustaría. Sabía que el álbum funcionaba como conjunto, que las canciones eran coherentes entre ellas y que todas eran necesarias para contar esa historia que había soñado. Recuerdo que cuando se lo dejé escuchar a Flying Lotus, me dijo que le había gustado mucho y me animó a seguir hacia delante.
¿Qué significado tiene para ti cada uno de los volúmenes que conforman “The Epic”?
Cada disco es como el prefacio de una etapa de mi vida. El primero es el pasado (con reflexiones antiguas), el segundo es el presente (con composiciones más recientes que hice mientras estaba de gira con Snoop Dogg y otros artistas) y el tercero es el futuro en el que me acuerdo de mi padre y de músicos que me han influenciado.
Una de las canciones que más me ha impactado es “Miss Understanding“, que podría convertirse perfectamente la banda sonora de una película de kárate…
Te entiendo porque a mi también me gustan mucho las películas de artes marciales, sobre todo las de Bruce Lee. Y, además, todas las películas de ese género que se rodaron en aquella época tienen una gran banda sonora.
Por último, ¿crees que la música todavía tiene el potencial de cambiar la sociedad como pretendían los artistas de soul en los años 60?
Por supuesto. La música es una fuerza que lo cura todo. Creo que muchos de los problemas que existen entre las personas suceden porque nos sentimos desconectados los unos de los otros. Pero la música es un lenguaje universal y los artistas tenemos la habilidad de conectar con la gente que escucha nuestras canciones de un modo que luego puede lograr que conectes con otras personas. En el pasado hubo segregación racial y las condiciones de vida eran mucho más complicadas que ahora, aunque gracias a la música se logró trascender aquellos problemas y las mentiras que se decían. La música todavía encierra mucho poder.
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