La difícil misión de narrar lo inenarrable.
El 20 de diciembre se inauguró en Málaga, en La Térmica, la exposición ‘Skaters & Cultura Urbana. Juvensur 25 años’. La expo se nutre de instantáneas del fotógrafo y skater Paco Núñez que es uno de los skaters más veteranos de la capital de la costa del sol y es, sin lugar a dudas, el tipo que más ha hecho en pro de este deporte por estos lares.
Hace ahora 25 años sucedió en Málaga algo acerca de lo que muchos de vosotros ni tan siquiera habréis oído hablar y, si os soy sincero, me parece una putada que me haya sido encomendada la misión de contarlo porque, como escritor y por mucho respeto que sienta por las palabras, sé que, en el fondo, éstas nunca pueden equipararse a la realidad. Titubeo delante del ordenador antes de comenzar a contar esta historia. Me siento como un saltador de esquí que solamente ve ante sus ojos una porción de cielo y algunas nubes y una lejana y casi irreal pista de nieve blanca. Supongo que es lo normal cuando uno se dispone a iniciar un viaje a través del tiempo.
Los antecedentes de Juvensur: Difícil pero no imposible
Hecha la introducción pertinente, me dispongo a entrar de lleno en materia. Paco Núñez cuenta que, a finales del año 1988, la empresa Ediconsa, gestora del Centro de Exposiciones Sur, solicitó la colaboración de un grupo de jóvenes skaters, rollers, y bikers, con la idea de hacer algunas demostraciones de su deporte para deleite del público asistente a la feria de la infancia y la juventud de dicho año. A cambio de esas actuaciones, estos chavales piden la construcción de una rampa para poder usarla en las demostraciones. Podemos decir que así comienza esta historia a groso modo. Pero no sería justo obviar que, antes de la construcción de la mencionada rampa, ya había germinado la semilla del patín en esta ciudad y, por tanto, la historia de Juvensur tiene sus antecedentes históricos. Paco recuerda con inocultable nostalgia cómo fueron sus comienzos en el mundo del skate: ‘Yo vivía en el Puerto de la Torre donde todo eran cuestas y, por tanto, lo que se hacía era bajar y derrapar. No teníamos manera de conocer trucos, no teníamos revistas, internet no existía. La mayoría de los trucos eran una creación personal’.
Pronto, Paco y sus amigos, sintieron que el Puerto de la Torre se les quedaba pequeño. Entonces, un día, escuchando el programa de radio de Antonio Guadamuros llamado El búho musical, recibieron una especie de regalo a través de las ondas: ‘Escuchamos que la Federación Malagueña de Patinaje convocaba a los patinadores con patines y monopatín a que se concentraran el domingo por la mañana en el Paseo del Parque. A raíz de esa convocatoria, domingo tras domingo, empezamos a reunirnos allí y se fue formando un grupo cada vez más compacto. Y ya se empezaba a ver a gente que hacía trucos interesantes: pino, salto de altura, salto de longitud. Creo recordar que hablamos de finales del 78 o del 79.’
Paco recuerda las expediciones los fines de semana al parque como auténticas excursiones: ‘Cuando llegábamos al parque era como hacer una acampada. Recuerdo bajarme del autobús con mi primo llevando conmigo un skate de salto de altura que medía un metro, una tabla de eslalon que era flexible y una tabla de freestyle, y mi primo llevaba otro tanto de lo mismo, más la mochila con las rodilleras, el casco, etcétera. Llegábamos a las diez de la mañana y pasábamos allí el día entero. Montábamos un skatepark muy rudimentario que constaba básicamente de una barra para saltar. A partir de ahí nos envenenamos un poco y empezamos a hacer exhibiciones por la provincia. Salíamos en la cabalgata de reyes lo cual fue todo un espectáculo. Bajábamos por La Alameda y la gente gritaba al tiempo que nosotros hacíamos el pino. Para más inri, íbamos a la cabeza de la cabalgata y entrábamos en las calles y nos tumbábamos en el suelo para que otros nos saltaran: ¡imagina ese cuadro mezclado con los camellos y los policías motorizados!’
Todo lo que Paco rememora de aquellos primeros años no fue más que el punto de ignición de algo mucho mayor: ‘A partir de ahí, reinaba la sensación de que queríamos dar un pasito más y aprovechábamos todas las oportunidades que se nos presentaban para mostrar nuestro deporte. Desde el año 80 al 84 hacíamos exhibiciones en el parque, y tratábamos de difundir la práctica del patinaje; a partir del año 84, hubo un declive y empezó a dejar mucha gente de patinar y nos quedamos unos pocos. Pero a partir del 87 volvió a resurgir la movida en todo el país. Fue entonces cuando nos animamos a construir nuestras propias rampas. Hicimos un quarter pipe pequeño que nos duró media hora, también hicimos una rampa de salto: saltar estaba de moda. Entonces se unieron algunos chavales más jóvenes que estaban empezando y creamos un grupo importante entre bikers, rollers y skaters y nos pasábamos todo el fin de semana allí organizando actividades’.
Pero pronto se percataron de que el parque tampoco reunía las condiciones idóneas para practicar su deporte en las condiciones óptimas; y por si fuera poco, había muchos transeúntes, sobre todo ancianos, que iban allí a pasear y a los que su presencia les resultaba molesta. Entonces se les ocurrió la idea de llevar a cabo una especie de actividad reivindicativa: ‘Cogíamos unos folios que dividíamos en cuatro partes: en una parte aparecía un roller haciendo un salto, en otra un biker haciendo otra maniobra, en la otra un skater haciendo un truco, y luego una rampa. Y en cada recuadro ponía ‘DIFÍCIL PERO NO IMPOSIBLE’. Eso empezamos a ponerlo en todos los árboles del parque a modo de reivindicación y el movimiento comenzó a crecer’.
Cuando el sueño se hace realidad
Y, cuando menos lo esperaban, llegó una oferta muy tentadora, una especie de sueño hecho realidad: como si aquellos mensajes dejados en los árboles hubiesen operado a modo de plegarias que habían sido atendidas por alguna deidad: ‘Alguien del Ayuntamiento me llama y me dice que había una alternativa a lo que hacíamos en el parque. Esta persona me puso en contacto con Ediconsa. Me acerqué a la oficina donde nos habían citado y hablé con una señora la cual me explicó que querían hacer una exposición de monopatines, de patines, y bicicletas en la Feria de la Infancia y de la Juventud (Juvensur) en Navidades. Y yo me marché encantado con esa idea porque suponía una exhibición más de las que veníamos haciendo para dar a conocer nuestro deporte, pero con el añadido de que nos dejó caer la pregunta de ‘qué nos hacía falta o qué necesidades teníamos’. Se lo comenté al resto de compañeros; e inmediatamente pensamos que se nos había presentado la oportunidad que tanto ansiábamos, que podríamos conseguir algo más además de la exhibición. Y así fue como surgió la idea de hacer una rampa. Volvimos allí con la propuesta y se pusieron manos a la obra. Y a partir de ahí arrancó todo. Les pasamos unos planos y empezaron a construir aquel half pipe espectacular’.
Fernando España
Fernando España, a sus 49 años, es uno de los skaters malagueños más veteranos, y recuerda perfectamente aquellos días: ‘Recuerdo ir con Paco para pasarle los planos al carpintero. Y recuerdo cuando nos llamaron poco tiempo después para que viéramos el esqueleto de la rampa y para plantearnos algunas dudas. Nos pasamos con las dimensiones pero es que, en el fondo, nosotros no pensábamos que fuesen a construir la rampa. Era tan increíble aquello que, en un principio, incluso pensamos que nos estaban tomando el pelo’.
Con esa rampa, algunos módulos más, la colaboración económica de alguna tienda de skate y el trabajo de estos jóvenes se creó el primer skatepark de Andalucía y de los pocos que había en España en aquellos años: Nace Juvensur. A pesar de que la feria como tal finalizó en enero del año 1989, el grupo de jóvenes que inició la construcción de los distintos módulos continuó peleando para que esa zona estuviera abierta y poder practicar con sus skates, patines o bicicletas durante el resto del año. En poco tiempo, Juvensur se convirtió en un referente de estas modalidades de deporte callejero destacando principalmente el skateboard, llegando a tener una repercusión nacional muy importante.
La famosa rampa
Me gustaría resaltar a estas alturas del artículo que la protagonista fundamental de Juvensur, la reina de la fiesta por llamarla de algún modo, era aquella rampa un tanto destartalada y de enormes proporciones. Casi me atrevería a decir que se trataba de una rampa un tanto surrealista y picassiana, excesivamente alta y estrecha: una rampa en la que aprender a patinar suponía toda una odisea, una empresa casi kamikaze. En este sentido, Alexis, un skater veterano que nunca ha dejado de patinar, recuerda: ‘El primer día que pisé Juvensur debió de ser a finales del 88. Para iniciarse, la rampa era bastante imponente. Yo la veía estrecha para ser un half. De hecho, yo me partí el peroné ahí. La rampa tenía una vertical imponente. No te podías equivocar ni tontear mucho porque te salías rápido’. Los recuerdos de Ricky, otro skater malagueño con solera, no difieren en gran medida de los de Alexis: ‘Recuerdo nítidamente el primer día que entré a Juvensur. Tenía trece años. La rampa era muy estrecha pero para un niño de trece años que era la primera vez que veía un half pipe era el paraíso’. Enrique, un roller que en la actualidad tiene 43 años, también nos da su particular punto de vista: ‘El half pipe era bastante complicado. Era estrecho y alto. Pero lo que mejor recuerdo era el miedo que daba estar arriba parado de pie. Ten en cuenta que no tenía barandilla y que, a diferencia de la bici o el skate, los patines no te los podías quitar’. Alejando Caballero, un biker de 41 años, aporta un testimonio semejante: ‘Creo que esa rampa fue la causa de que yo no me orientara hacia el half pipe sino que me centrara en el flat land. Tenía más de tres metros de altura y un tail muy estrecho y sin barandilla de manera que, cuando estabas arriba, te sentías sumamente inseguro. Quizá eso ayudó a que mis compañeros bikers que rampeaban se convirtieran en todo un referente a nivel nacional e incluso fuera de España’.
Enrique Velasco
Alexis Fernández
Juvensur: good vibrations
Todos los que estuvieron allí coinciden en que una de las principales características de Juvensur era que se respiraba un ambiente de cordialidad entre todos los asistentes, y daba igual que fueses con un monopatín, una bici o unos patines. Alexis lo deja bien claro: ‘La convivencia allí era estupenda y eso no era tan fácil. De hecho, en otras ciudades se extrañaban’. Alejandro Caballero lo recuerda exactamente igual: ‘Se trataba de un grupo que ya se conocía de antes, aunque luego se fue sumando gente. Pero la gente nueva veía el buen ambiente que se respiraba allí y se contagiaba. Yo recuerdo que a veces soltaba la bici y cogía un skate o me ponía unos patines. Aquello era 100% diversión’.
Pero Juvensur era mucho más que una rampa. Era como una especie de Parque de Atracciones sui generis. Lo que nos cuenta Ricky a continuación da buena fe de ello: ‘Como espacio Juvensur era fantástico. La primera vez que yo practiqué tiro al arco fue allí, la primera vez que usé un rocódromo fue allí, la primera vez que monté en globo fue en Juvensur; incluso una de las veces vino un helicóptero de la policía nacional y se puso a darle paseos a la gente’.
En definitiva, Juvensur significó un punto de encuentro para la incipiente cultura urbana de esta ciudad. No solamente estaban los skaters, los bikers y los rollers, sino que también se daban cita raperos y breakers. De hecho, dentro de Juvensur, había una discoteca capitaneada por Javier Arquimbau que fue cuna para el hip hop en la costa del sol.
Iker, Ale y Miguel
Una historia rodada: El documental
Además de la exposición fotográfica que se inauguró el pasado día 20 en La Térmica, se está rodando un documental que trata de narrar la historia de Juvensur, valiéndose fundamentalmente del testimonio de sus protagonistas. A este respecto Rojas, skater y otro de los protagonistas de esta historia, nos comenta: ‘Me pareció genial la idea de la expo y del documental. Creo que lo que ocurrió allí merecía ser inmortalizado. Como anécdota curiosa diré que tardábamos una media hora en llegar desde nuestra barriada, El Torcal, hasta Juvensur pero lo peor era que íbamos derrapando, era como una tortura auto infligida. Hoy día eso es inimaginable. No sé cuántos kilómetros podíamos recorrer al día en patín. Hemos paseado el monopatín por toda Málaga y me atrevería a decir que por toda la península’.
Ricky Navarro
Málaga como Meca del patín y la bici, o la ceguera de las autoridades
Otra idea que no quiero pasar por alto en este artículo es que Málaga no es una ciudad más dentro del mundo del monopatín y la bmx. Esta ciudad reúne una serie de condiciones que la hacen óptima para la práctica de estos deportes. Y dicho esto me pregunto: ¿Cómo es que las autoridades no han sabido ver este potencial de Málaga? Ricky lo tiene claro: ‘Málaga no es solamente Semana Santa y Feria. Málaga tiene 300 días de sol al año. Ahora viene un nuevo turismo, que es el turismo deportivo que no solamente viene buscando espetos y playa, y Málaga tiene mucho que aportar a ese campo. Opino que nuestra ciudad se puede convertir en el gran referente invernal de Europa’.
Bibi
El patito feo de los edificios
Han pasado algunos años y han cambiado muchas cosas. Basta con echar un somero vistazo a nuestro alrededor para comprobar cómo la ciudad ha mutado. El lugar donde se ubicaba Juvensur, y donde sigue quedando el edificio que albergaba la rampa a modo de decrépito y solitario embajador de lo que fue aquella zona de la ciudad en otra época, nos parece perfecto para poder analizar esta evolución. Tenemos el Centro Comercial Vialia que alberga la estación de trenes María Zambrano. Muy cerca se encuentra también el más antiguo Centro Comercial Eroski y, a escasos metros, estaba el ya difunto América Multicines. También se encontraban en aquellas inmediaciones al barrio de El Perchel lo que era el Polígono La Aurora. Pues bien, el edificio donde antaño estuviese la rampa de Juvensur, es ahora como una especie de patito feo en mitad de otras construcciones que han aflorado a su alrededor y que, particularmente, se me antojan como el resultado de una especie de modernidad mal entendida. Los skaters de aquella época, al ser preguntados por el destino que le darían a ese patito feo ahora en ruinas en caso de que dependiese de ellos, parecen tenerlo bastante claro. Bibi, que lleva patinando más de veinticinco años y conoce de primera mano todas las luces y las sombras del patín en esta ciudad, es contundente al respecto: ‘Ese edificio deberían cedérnoslo para que hiciésemos cosas productivas, salas de conciertos, otro skatepark, todo lo que sea constructivo para las nuevas generaciones. No pedimos dinero. Pedimos el espacio y nosotros nos curramos lo que haga falta y lo auto-gestionamos. ¡Que nos lo den! Esto fue algo grande, y la ubicación que tiene es increíble’.
Javier Rojas
Paco Núñez es dios (Bibiano dixit)
Antes comentaba que esta exposición tenía como protagonista una rampa, pero esto no era del todo cierto. Hay otro gran protagonista del que hablaba al comienzo que es Paco Núñez el cual ha significado mucho, no sólo para el deporte del monopatín en esta ciudad, sino también (y esto me parece mucho más reseñable) para los chicos que patinaban entonces y que veían en el patín una válvula de escape (en ocasiones incluso de hogares desestructurados), y tenían en la figura de Paco Núñez todo un referente. Rojas nos dice con la voz un poco quebrada: ‘Paco Núñez me apoyó incondicionalmente, me dio todo y a él le debo lo poco o lo mucho que conseguí dentro del patín. Creo que sin su dedicación y esfuerzo muchos de nosotros ni tan siquiera hubiésemos patinado nunca’. Bibi tampoco se queda corto cuando habla de su amigo y casi mentor Paco Núñez: ‘Paco para mí es dios: primer descuento, primer sponsor, primer tío que ha hecho cosas por el patín en Málaga. Paco es el puto amo. Yo no había nacido y ya estaba Paco ahí con el patín. Máximo respeto’.
Hay vida después de Juvensur. El nuevo skate park
Encaro la recta final de este artículo, y no me gustaría convertir todo lo tocante a Juvensur en una especie de recopilación de anécdotas cuya conclusión o mensaje último fuese que todo tiempo pasado fue mejor, sino que quisiera encarar con optimismo el futuro y creer que Juvensur fue como una piedra de toque para construir una escena skater y biker en la Costa del Sol que es una de las más potentes a nivel mundial. No en balde, a día de hoy, se está culminando la última fase de un proyecto titánico y sin apenas precedentes en su género, al menos en este país; se trata de la construcción de un skatepark monumental. De esto saben bastante Ricky y Alexis que han estado involucrados en este proyecto desde sus inicios. Tal y como nos cuenta Ricky: ‘El skatepark de Málaga empezó hace ocho años y fue una idea bastante agresiva porque de lo que se trataba era de hacer un parque deportivo de deportes extremos. Los del Ayuntamiento siempre que se les hablaba de un skatepark pensaban en el último solar, sin ni tan siquiera agua. Entonces yo les planteé a los políticos que me siento un deportista y, como cualquier otro deportista que va a jugar al pádel o al fútbol, me gusta disponer de unas instalaciones mínimas, terminar de practicar mi deporte y poder darme una ducha antes de irme a mi casa. Y eso caló’. Alexis remata diciendo: ‘Hemos puesto mucha ilusión y muchas expectativas en el nuevo skatepark. No hay ninguno en España que tenga las mismas características y en este sentido esperamos que se convierta en un referente. Creemos que tendrá una repercusión a nivel internacional ya que hablamos de trece mil quinientos metros cuadrados. Creemos que ese espíritu que hemos destacado en Juvensur se puede trasladar a este nuevo proyecto’.
Epílogo: Un nuevo comienzo
Una gran historia requiere un final a la altura de las circunstancias. Pues bien, hasta que tuve constancia del proyecto de la exposición y del documental como actos para conmemorar los 25 años de Juvensur, tenía la impresión de que estábamos ante una historia a medias: ante una especie de puente a medio construir que no comunicaba con ninguna otra orilla. Ahora siento que esta historia tiene el final que se merece, un final con mayúsculas: que esta exposición servirá a muchos para rememorar los que, posiblemente, fueron los mejores años de sus vidas, pero también para que otros que no tuvieron el privilegio de estar allí puedan conocer con detalle la historia de boca de sus propios protagonistas; y, en este sentido, el final se convierte en un nuevo comienzo: en una especie de forma de pasar el testigo a las nuevas generaciones. Como dije al principio, me planteé este artículo como si de un salto de esquí se tratase. Cuando saltas ya no hay vuelta atrás. Solamente te queda disfrutar del vuelo y hacer todo lo posible para llegar abajo en posición vertical. Mientras lo escribía sentía el vértigo y la emoción propias de quien vuela a pelo a unos veinticinco metros de altura que son los años que han transcurrido desde entonces. Ahora tengo la sensación de que caigo y toco tierra y vuelvo a la realidad. No sé cómo diantres me habrá salido el salto ni qué puntuación me darán los jueces (que no sois otros que los lectores que hayáis sido capaces de seguirme hasta este punto). Sólo diré que ha sido alucinante volar al pasado y compartir aquellas vivencias con vosotros. Ocurrió hace 25 años y casi se me saltan las lágrimas cuando, delante del artículo finiquitado y al tiempo que guardo los cambios y cierro el archivo para enviárselo a mi amigo Cucu -quien desde la sombra, como acostumbra a ser habitual en él, orquesta toda esta bendita locura-, pronuncio en voz baja: ‘yo estuve allí y me ha sido encomendada la misión de contarlo’.