Antes de empezar a leer este artículo, os propongo que cerréis los ojos y que me acompañéis en un fascinante viaje en el tiempo. El surf llegó a España a principios de la década de los 60, poco después del gran boom en California, y en aquellos días era un deporte totalmente desconocido en nuestro país, pero en seguida aparecieron grupos de surfistas en la costa cantábrica que revolucionaron la vida en las playas con su estilo de vida transgresor. Eran como extraterrestres llegados de otro planeta con sus enormes tablas bajo el brazo y la gente local no entendía su exótica manera de divertirse. Sin embargo, ellos vivieron ajenos a las convenciones sociales, con sus ansias de libertad y sus sueños de cambiar el mundo en bañador. La búsqueda de la ola perfecta se volvió́ algo casi místico, la expresión máxima de la independencia y del sentido de la vida en un momento social y cultural en el que todo parecía estar en contra. Aunque, poco a poco, el surf dejó de ser un hecho aislado y mutó, sin ellos pretenderlo, en un fenómeno mundial que cambió para siempre la moda y las costumbres de la juventud. Esta reflexión sobre los inicios del surf en España se debe a que este mes de junio se presenta por todo lo alto el documental “La Primera Ola”, un viaje en busca de sus ilustres pioneros cincuenta años después de la utopía de la década de los 60 y de la llegada de este deporte a nuestras playas. Con la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, estos surfistas veteranos cuentan cómo vivieron aquellos días de cambio, qué significó el surf en un país que estaba de espaldas al mundo por culpa de la Dictadura y dónde han quedado hoy todos los sueños e ideales que marcaron esa etapa de su vida y que, al mismo tiempo, fueron el reflejo de toda una generación. Hemos tenido la oportunidad de hablar con el director Pedro Temboury para conocer los detalles de una obra que ya era un secreto a voces dentro de la comunidad surfera, pero que también será una revelación para todos aquellos aficionados a las historias sociales que nunca hayan practicado surf. Un documental valiente, estéticamente impecable y muy necesario para entender que una parte esencial de la historia de España también se escribió a pie de playa gracias a unos rebeldes que soñaban con olas. Evidentemente, el resto es cine en estado puro.
Archivo Zalo Campa. Playa Las Américas 1972
Hace unos años aparcaste la ficción trash y te adentraste en el mundo del documental con “Monopatín”. ¿A qué se debió ese giro en tu carrera y que aprendiste con ese proyecto que tuvo tan buena acogida?
Pues, más que nada, este giro vino motivado por los problemas de lograr cerrar la producción de mi siguiente largometraje. Además, estuve un tiempo surfeando y patinando a tope y tenía muchas ganas de hacer algo que uniera mi pasión por el skate con mi profesión. Gracias a Alfredo Prados y su web 40sk8 pudimos contactar con los pioneros del surf españoles y nos lanzamos a hacer ese documental. La verdad es que entonces aprendí un montón de cosas y disfruté mucho conociendo y oyendo a verdaderos mitos del monopatín.
Ahora regresas a la gran pantalla con un documental de surf, un tema (muy) poco frecuente en la producción cinematográfica de nuestro país. ¿De dónde surge tu afición por las olas?
Mi afición surge en Málaga con unos doce o trece años. Piensa que antes no hacíamos surf, sino que “chorreábamos olas” que era ir encima de una plancha de madera. Luego ya empezamos a hacer surf, era aproximadamente en 1987 y no habían todavía tiendas de este deporte en Málaga, así que nos hicimos nuestras primeras tablas que fueron malísimas. El problema es que yo vivía en Granada y entonces tenía que conformarme pasando un montón de tiempo escuchando música surf o viendo pelis surferas. Entre mis favoritas estaban todas las de Bruce Brown y, sobre todo, “Endless Summer” con esa banda sonora de los Sandals mezclada con una fotografía que me alucinaba. También había otras película como “El Gran Miércoles” de John Milius que llegué a desmagnetizar el VHS de tanto ponerla.
La historia del surf en España era un secreto a voces que circulaba en los ambientes playeros. ¿En qué momento descubres sus inicios y decides lanzarte a rodar un documental tan ambicioso?
Mientras estaba haciendo “Monopatín” ya pensaba en próximos proyectos que me gustaría rodar y siempre aparecía la idea de hacer el mismo tipo de documental, pero centrado en el surf. Empecé a tantear a pioneros para ver si les interesaba participar y si había material gráfico para ilustrar sus historias en el documental. Daniel Esparza, autor del libro “La historia del surf en España” me echó una mano para localizar a algunos pioneros y el resto consistió en ir poco a poco tirando del hilo para tramar el documental.
La parte más fascinante de esta historia no es la llegada del surf a nuestras playas, sino las vivencias de los protagonistas, que lograron convertir un sueño en una forma de vida. ¿Cómo fue el proceso de contactar con ellos, conocerlos y entrevistarlos?
“Monopatín” me ayudó para enseñarles a los pioneros que lo que quería hacer era un homenaje a esos inicios. Poco a poco y gracias a la colaboración de estos surfistas veteranos, me fueron poniendo en contacto de uno a otro y así hasta lograr hacer más de 80 entrevistas a los pioneros de Euskadi, Cantabria, Asturias, Galicia, Málaga, Tapia de Casariego y Canarias. Como puedes imaginar hay muchas anécdotas, pero la mejor es poder disfrutar cara a cara de sus aventuras o ver en primicia la maravilla de material gráfico que me estaban proporcionando. Es de agradecer la predisposición y la generosidad de todos ellos, ya que sin esos archivos de fotos y de películas en Súper-8 hubiera sido imposible poder hacer una película como “La primera ola”.
Archivo Eizmendi. Surfers en Zarautz 1971
Evidentemente, la historia del surf en España está estrechamente vinculada a unos años de represión por culpa de la Dictadura y, al mismo tiempo, la llegada de los turistas a los pueblos de la costa. ¿Te interesaba la vertiente social y política de esta historia?
Claro, quieras o no la política y el entorno social está presente en la historia de estos pioneros del surf. A su manera, aquella determinación por llevar una vida surfera hizo que tomaran una posición muy personal sobre su entorno social. Había pioneros que tenían la vida resuelta gracias a la empresa familiar y decidieron dar un giro radical para que su manera de ganarse la vida estuviera lo más relacionada posible con su pasión por el surf y el océano. No obstante, los surferos no tenían que manifestarse, puesto que ya declaraban una actitud política en si misma gracias a su posición ante la vida. La vuelta a la naturaleza y a una vida más simple y sana. El individualismo y el hedonismo como una forma de llegar a la felicidad… creo que no puede haber nada más revolucionario que eso.
Una de las cosas que más llama la atención es la gran cantidad de imágenes de archivo y películas en Súper-8 que nos trasladan a otra época. ¿Fue difícil el proceso de localizar este material?
La verdad es que parecía un vampiro del Súper-8 porque lo primero que preguntaba a todos los pioneros era si tenían imágenes de la época. Tanto en “Monopatín” como ahora en “La primera ola” es fundamental disponer de muchas imágenes de archivo… de hecho, son esas propias imágenes las que te permiten contar unas cosas de la historia y no otras porque las puedes ilustrar. Si no hay imágenes es muy difícil contar algo en un documental. La suerte es encontrar a personas como Mecolay, Jesús Fiochi, Zalo Campa, Luis Bericua, Gonzalo Gandarias, Estanis Escauriaza y tantos otros pioneros que me cedieron desinteresadamente ese material. Cuando empezaron a pasármelo en seguida supe que el documental se podía producir sin problemas.
Archivo Luis Bericua. Surfers Gallegos
¿Cómo planteaste el rodaje del documental y su estilo visual? ¿Quisiste que la playa siempre estuviera presente de algún modo?
Quise que el documental fuera como un surfari por el espacio geográfico y otra época, como si tuviéramos una máquina del tiempo que nos lleva a esos comienzos del surf. Evidentemente, eso ha sido posible gracias a la gran cantidad de material de archivo que hemos recopilado. Intenté que la historia estuviera unida por las localizaciones de las entrevistas, que se han intentado rodar en las mismas playas donde estos surferos aprendieron a coger olas.
Por experiencia propia sé que los documentales cobran vida realmente en la sala de edición. ¿Cómo fue el proceso de montaje? ¿Llegaste a esa fase con un guión bastante cerrado o dejaste volar la imaginación?
Efectivamente, en el montaje es cuando se cuece de veras el documental. En este formato de película eres esclavo de las imágenes de archivo y éstas son las que realmente condicionan por donde podrás ir contando la historia. En “La primera ola” no hay voz en off, sino que dejamos que sean los propios pioneros los que cuenten la historia, por este motivo tienes que llegar a la fase de montaje con un guión bastante sólido, sino puedes pasarte la vida intentando editarlo cuando tienes tantas entrevistas como era en nuestro caso.
Archivo Mecolay. Santander 1966
Podríamos hablar de muchos lugares emblemáticos, pero una de las anécdotas más curiosas sucedió en Tapia de Casariego en los años 60. ¿Quiénes eran los hermanos Gulley?
Los hermanos Gulley fueron unos australianos que, haciendo un surfari en 1968 por Europa, dieron por casualidad con la ola de Tapia de Casariego, un remoto pueblo de la costa asturiana, y se enamoraron de ella. Entonces enseñaron a surfear a los jóvenes del pueblo y se quedaron prendados de la gente del lugar, creándose así un vínculo muy estrecho entre Tapia y Australia que todavía hoy pervive. Tuvimos la enorme suerte de poder entrevistar a Robert Gulley, el único hermano vivo de los que fueron a Tapia.
Aunque sé que uno de los temas que más te apasiona es Casa Lola y todo lo que allí sucedió. ¿Podrías contarnos alguna anécdota de ese lugar y cómo lo has reflejado en el documental?
Casa Lola es una historia maravillosa. Tuve la suerte de poder estar con Iñigo Letamendia y Txema Elexpuru, dos de los integrantes de aquella comuna surfera, en una vuelta a la casa. No nos dejaron entrar, pero pudimos grabar desde la puerta.
Vicente Irrisarri
Este mes se estrenará por todo lo alto en el Surfilmfestibal de Donosti. Supongo que esto es un privilegio como director. ¿Tienes previsto moverlo por otros festivales de surf internacionales?
Estoy muy contento de que el Surfilmfestibal nos de la oportunidad de abrir el certamen. Y, además, el documental se está moviendo muy bien por otros festivales internacionales… por ejemplo, el 1 de julio lo proyectarán en el Barcelona Surf Festival, el 12 de julio en el Festival de Surf de Anglet, luego iremos a Ámsterdam, a Australia e incluso a Bali porque está teniendo muy buena acogida y eso nos hace estar muy contentos. También he de resaltar que estará en diversas salas de cine el fin de semana del 9 al 12 de julio y que formará parte del Surf Film Tour por muchas playas emblemáticas del Cantábrico.
Para terminar la entrevista, ¿qué has aprendido a nivel personal con este documental y qué proyectos barajas para el futuro?
A nivel personal creo que he aprendido lo importante que es vivir el presente y disfrutar el día a día. Es algo que hicieron estos pioneros del surf españoles y se me ha quedado grabado. Mañana puede ser tarde para hacer lo que hoy no has hecho. Sobre próximos proyectos puedo decirte que tengo un par de ideas de surf y de skate, hacer una nueva película de ficción… mi mente no para de crear, aunque otra cosa es que encuentre dinero para poder hacerlo.
Archivo Zalo Campa
Archivo Zalo Campa. Santa Marina
Archivo Zalo Campa. Acampada surfer 1972
Archivo Mecolay
Archivo Luis Bericua. Salinas 1973
Archivo Julio del Val. Sopelana
Archivo Gulley. Surfari 1968
Archivo Cueto. Felix Cueto 1962
Archivo Almoguera. Málaga 1974
www.laprimeraola.com
SURFILM FESTIBAL