“No quería que el libro fuera sólo un catálogo de gestos”
‘El libro de la fiesta. Verdiales de los Montes de Málaga’ se presenta como uno de los ensayos gráficos más ambiciosos que se hayan realizado nunca sobre este folclore malagueño . Su autor, Jorge G.R. Dragón, ha seguido su olfato periodístico para trazar líneas narrativas a base de imágenes sobre diferentes aspectos de la misma, no sólo sobre sus momentos álgidos de casi trance. Lo ha compilado todo en un casi libro-arte cuidadísimo, de coleccionista. Dragón ha querido también retomar esa ligazón con un territorio poético-físico-familiar al que ha vuelto tras mil aventuras artístico-documentales. Hablamos con él en una cafetería del Soho de Lagunillas, lejos del kilómetro cero del verdial pero igualmente en otra Málaga verdadera.
¿ De cuándo parte la idea de este libro?
La foto más antigua es del 2009 pero mi relación con la fiesta es anterior. Estuve fuera de la fiesta durante mucho tiempo hasta que mi hijo me dijo que tenía que ir a Benagalbón, que aquello molaba. Y la verdad es que me encantó. Volví a sentir aquello que ya había sentido en los tiempos de La Venta del Túnel. Hice fotos y algunas las puse en Flickr. Tomé contacto con gente de la fiesta a partir de ellas y luego me mudé cerca, precisamente, de la Venta del Túnel. Inicié contactos con los fiesteros de aquella zona, seguí haciendo fotos y surgió la idea de que los verdiales había que contarlos, si bien en principio no tenía claro el cómo.
¿ Sintió que era más fácil contar los verdiales con fotos que con palabras?
Aunque escribo –estudié periodismo–, he trabajado siempre con las imágenes. Últimamente no sólo con imágenes propias sino también sobre las imágenes de otros. Siempre me he movido conectando mundos y este era el canal lógico.
¿ Hay otro proyecto que da pie a éste?
Plantearme esta manera de contar venía de un libro anterior sobre las Casas Baratas de Málaga, equivalentes hasta la Guerra Civil española a nuestras Viviendas de Protección Oficial de ahora. Entonces un amigo, Rafael Reinoso, con el que había trabajado en Rizoma, me pidió unas fotos para ilustrar el libro, como fotógrafo pero también como documentalista. Me enteré entonces que la casa en la que nací se construyó con aquella ley de Casas Baratas. El libro engordó, llegó a tener varias partes y lo que en un principio iba a ser sólo ilustración llega a tener cuerpo propio. Y se mezclan fotos aéreas de 1927, otras hechas por mí o que vienen de albumes familiares. Con ellas se llegó a crear un microrrelato. Este, y otros dos trabajos anteriores, es el germen del de ahora.
Entonces, ¿desde cuándo es aficionado a la fotografía?
Mi padre ya tenía un laboratorio en casa. Hizo un cursillo en los años cincuenta o sesenta por correo. Revelaba en casa. Luego lo deja y pasa a hacer solo fotos familiares. Hay un momento en que me compra una cámara de plástico y empiezo a revelar. No había escuelas, ni había publicaciones de calidad. La guerra destrozó este país culturalmente: hay una diferencia muy grande entre las imágenes a las que accede un fotógrafo de los años 20 y otro de los 60; desaparecieron importantes revistas ilustradas, no había nada. Por eso los de mi edad somos casi autodidactas; cierto es que estaban los clubes de fotografía pero era un mundo ajeno al que nos movíamos los jóvenes.
¿ Piensa que el mundo de los verdiales ha estado mal retratado, con la riqueza estética que tiene a su alrededor? ¿Hace usted por ello este libro?
No me he planteado eso. Ese trabajo de archivo sobre la fiesta de verdiales está apuntado. El proceso ha sido complejo, incluso me ha llevado a montar una editorial, se trataba de poder hacerlo público, que no se quedara guardado en un cajón, en un armario. Bueno, escribo, fotografío y diseño, pero sobre todo, estoy rodeado de gente buena que te puede dar la información que buscas.
¿ Los verdiales son underground?
Para mí lo underground es algo que me remite a una época muy conocida, una época vivida, la propia biografía. Está tan marcado culturalmente que no lo usaría en relación a los verdiales.
¿ No está muy marginado este mundillo?
(Pausa) Bueno, está marginado y está capturado a la vez. La cultura popular pura no existe; hay influencias diversas, decantadas con el tiempo. Hay una frase que se puede leer en el texto: ‘Cuánto capital cultural genera la fiesta de verdiales y qué poco recibe’. Es algo que tengo clarísimo. Pero como en una doble faz, está a la vez muy apoyado por las instituciones. Y la gente acaba accediendo a aspectos menores de la fiesta de verdiales.
¿ Entonces los verdiales han podido llegar a ser mainstream (gusto predominante) en algún momento?
No llegan a serlo, ni creo que fuera necesario. Es más interesante lo otro, sus aspectos más auténticos.
¿Qué es eso que le interesa de los verdiales entonces para compilarlo en este libro?
Había un cuerpo de imágenes del que aflora un aspecto claro, la idea del territorio. Es una fiesta ligada al territorio. Por eso el libro comienza con fotos de lugares. En esos lugares hay una serie de personas que organizan fiestas. Fiestas sin nombre: Es la Fiesta, y los que las hacen son “los fiesteros”. Se trata de una tradición que se transmite de padres a hijos, gente “sin nombre”. Por eso en el libro no salen los nombres hasta los índices finales. El libro ofrece imágenes que hablan de las relaciones que en una fiesta se dan entre sus protagonistas. En escenarios diversos, como en una escuela, una peña o una ermita en mitad del campo: Hay fotos hechas en más de veinte lugares diferentes, entre ellos, Almogía, Comares, Málaga…
¿ Por qué se centra en el estilo Montes?
Uso en el título la palabra montes como sustantivo, no para definir un estilo o territorio concreto, escrito en mayúscula a la manera americana o alemana. Crea esa tensión. Pensé en poner “Campos”, pero me pareció más exacto hablar de “Montes” porque la Fiesta se da sobre todo en las zonas montañosas, por eso el subtítulo es “Verdiales de los Montes de Málaga”; haber puesto solo “Verdiales de Málaga” lo hubiera ligado solo a la ciudad y no al territorio; y en la ciudad la Fiesta nunca fue bienvenida. Hay un texto muy conocido en el que un Gobernador Civil da permiso a los fiesteros a bajar a la ciudad “en parranda” y sacar algo para las ermitas –se supone que algo también iría para ellos, ya que es en diciembre y en esa época hay poco trabajo en el campo– y les hace hincapié, que aún así se queden en su distrito para evitar males mayores. Hace muchos años, en Casabermeja, en Almogía, los fiesteros eran mal recibidos: eran gente de campo, ni siquiera de pequeños pueblos.
¿ Este buceo le ha llevado a alguna conclusión sobre su historia u origen?
Me he basado en la bibliografía existente, si quieres elaborar una teoría propia debes ir a una fuente primaria, hay que tener en cuenta que se ha fabulado mucho, nos hemos apoyado en intuiciones, y muy bien, como en el caso de Romero Esteo, que es un placer leerlo. Pero parece verdad que aún no se puede determinar con fiabilidad sus orígenes. Hay trabajos como el de Pepe Molina que sí traza una genealogía, más estricta y rigurosa, o los de Antonio Mandly que conectan la Fiesta con las fiestas de locos medievales, carnavales, saturnales; parece ser claro que todo viene de ese mundo: las Saturnalia que acababan justo el 28 de diciembre, en honor a Baco…
¿ Y cómo se han mantenido durante tantos siglos?
Aislamiento puro y duro: hay zonas que escapan al control o influencia del Estado –como en Al Andalus por ejemplo– y en ellas, la vida y sus formas culturales se mantienen como en suspenso. Ese aislamiento es el que acaba protegiendo la fiesta. Pasará a estar en peligro cuando la gente emigre a la ciudad y acabe por rechazar ese mundo del que proviene. Habrá un momento entonces en que la Fiesta no se perderá porque se transmitirá de abuelos a nietos directamente: Con una generación intermedia que no participa. Surgirán también las primeras escuelas y gente comprometida que peleará porque la Fiesta no desaparezca.
¿Cuál es el estado actual de salud de la fiesta, hay muchas pandas, no?
Habrá treinta y tantas pandas hoy en día. Pero hay problemas serios. Digamos que hay una inflación de pandas, en cierto modo fomentada desde las instituciones.
¿Puede ser que eso haya ocurrido por un sobreproteccionismo de las instituciones hacia un folclore que representa un mundo rural en regresión, que se extingue, que canta a cosas que ya no existen, eso influye en unas letras anacrónicas?
No te creas. Precisamente las letras antiguas tienen un gran valor porque son el resultado de un proceso de decantación a lo largo de generaciones, un proceso propio de las músicas populares. Son mucho más interesantes que tantas letras hechas hoy día por poetas, o gente con ánimo de ser poeta, y que estarían aún en un primer escalón.
¿ No pueden cantar los verdiales a los problemas de hoy día, el paro o la inflacción, eso le acercaría a los problemas juveniles de ahora?
Se puede cantar, claro, pero la Fiesta es fiesta. Es un tiempo de paréntesis en el que el conflicto no existe. O sólo existe en determinadas circunstancias.
¿ No se canta a la pena?
Si acaso al desamor. Echo de menos que haya más letras que incluyan elementos topográficos, que describan esos lugares que conocemos. Suelo cantar la que dice “Atravesando los montes/ Salí de Málaga un día / atravesando los Montes / Y oí una voz que decía: / chiquilla no me conoces/ ¡tanto como me querías!”. Describe una situación y a la vez la sitúa en unos lugares determinados. Podríamos hacer una versión contemporánea, en la línea que decías antes: “Atravesao por los Montes / Llegué a Málaga un día / atravesao por los Montes / Y oí una voz que decía / la Fiesta no la conoces / ¡tanto como le debías!”
Volviendo al libro, ¿qué fotos especiales hay en este libro?
Por ejemplo la de la portada. La mujer que sale en ella, Rocío Alcántara, es una de las mejores voces de la fiesta hoy día. La vemos esperando el fallo del jurado en el concurso de Benagalbón. Lleva el sombrero… Hay muchas. Hay fotos muy potentes que se han quedado fuera porque no entraban la ordenación que el propio relato iba exigiendo. Y otras, en cambio, entran porque encajan perfectamente en lo que se está narrando. No es un libro sobre las personas tampoco, por eso es posible que haya gente que se ha podido molestar por no salir. Hay algunos panderos con sangre. Hay muchas de fiesteros en acción. Pero no es un catálogo de gestos. No quería que lo fuera.
¿ Alguna anécdota divertida en su elaboración?
He tratado de ser invisible y he trabajado con mucha tranquilidad. He hecho fotos a las cuatro de la mañana. No he llegado como un elefante en cacharrería, tampoco como el antropólogo que en cierto modo se sitúa como observador fuera de los hechos. En una ocasión, un alcalde ocasional –porque el titular se había ausentado unos minutos por causas “de fuerza mayor”– se llevó a la panda a pleno sol en pleno verano y se tiró un buen rato cantando él sólo. Fue divertido verlo. A veces también he ido a alguien a enseñarle una foto donde salía para que se reconociera y me ha repetido que él no era, siguiendo el típico vacile este muy de Málaga. Luego al rato se ha reído y lo ha reconocido. Nunca me he sentido ajeno, claro, siempre podía decir que vivo en el partido de Venta Larga, que mi padre me llevaba a la Venta el Túnel o que mi abuelo nació en los Pintaos. Pequeñas historias de la Fiesta.
Francis Mármol – www.castillodelingles.es