En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, Los Ángeles dejó atrás su lado más oscuro y se transformó en una metrópolis reluciente. Un paraíso poblado por celebridades donde el mito de Hollywood sobrevolaba los sueños húmedos de todos sus habitantes. Pero no todo era lujo y glamour en sus avenidas legendarias. Mientras miles de jóvenes trabajaban de camareros mientras aspiraban a debutar en la gran pantalla, también llegaban a la ciudad los hombres de negocios más turbios, se instauraban religiones falsas y el crimen organizado campaba a sus anchas gracias a la complicidad con policías de dudosa moral. Esta vertiente tan desconocida de la urbe californiana es lo que retrata de manera excepcional el libro “Dark City”, editado recientemente por Taschen. Una crónica visual que reúne imágenes de archivos de periódicos, de fondos de museos, y, sobre todo, de la extensa colección privada del autor para revelar las verdaderas historias de horror, suciedad, mugre y puro terror que se vivieron en aquel lugar aparentemente idílico entre la década de 1920 y la de 1950. Un paseo sin concesiones por callejones oscuros, salones de tatuajes, casas de juego, clubes de jazz y las escenas de crimen más brutales, que nos permiten descubrir un lugar sumido en el caos absoluto. Para conocer la gestación de este proyecto tan ambicioso, hemos tenido la oportunidad de entrevistar a su responsable directo, el emblemático editor Jim Heimann. Un referente de la edición de libros de fotografía que ha convertido su pasión por el arte y la cultura pop en un estilo de vida único.
Te propongo empezar esta historia por el inicio. ¿Qué recuerdos tienes de tu adolescencia en California en los años 60? ¿Ya estabas fascinado por la cultura pop en aquella época?
Recuerdo bastantes cosas. En primer lugar, Los Ángeles se convirtió en un foco mediático porque los niños del “baby boom” de posguerra parecían estar en todas partes. Las modas estaban dirigidas a nosotros y, por supuesto, este era el hogar de Disneyland, del Sunset Strip y de la cultura del surf. Era muy consciente de la cultura popular y ya me fascinaba en la década de los 60. Eso incluye los inicios de mis colecciones. Hollywood estaba en una fase de declive profundo, pero cerca de Hollywood Boulevard había una docena de librerías de segunda mano que vendían revistas viejas. Empecé a ir allí de manera habitual y compraba revistas de los años 20 y 30 porque me llamaban la atención sus increíbles portadas ilustradas. También conseguía revistas de música pop inglesas en varios puestos de periódicos y, del mismo modo, conseguí mi primeros carteles psicodélicos en una pequeña tienda de importación de discos en el bulevar. Como parte del movimiento psicodélico de finales de los 60, las imágenes del pasado estadounidense, especialmente anteriores a 1950, estaban muy de moda. Incluso la ropa vintage de ese período volvía a apreciarse entre los jóvenes. L.A. tenía casi todo lo que querías, así que intenté comprar todos los artefactos que pude pagar. Una vez que el intercambio se convirtió en algo habitual, mi pasión como coleccionista floreció. ¡Podía encontrar lo que quisiera!
Empezaste tu carrera como artista freelance y actualmente sigues dando clases de ilustración en el Art Center College of Design de Pasadena. ¿Qué aportó el arte a tu manera de ver el mundo?
Durante 30 años trabajé como diseñador gráfico e ilustrador. Mi formación artística fue la base de lo que hice y de lo que sigo haciendo hoy en día. En la universidad estudié historia y eso me aportó otra vertiente de lo que me interesaba. La parte artística influía en cómo veía las cosas y estaba muy relacionada con mi devoción por la cultura popular. Experimenté todo lo que pude gracias a mis obras y, más tarde, esa manera de ver las cosas se filtró en los temas de mis libros. La universidad también me brindó la oportunidad de investigar y, con el paso de los años, ese proceso ha ido mejorando. La documentación en el proceso de creación de los libros es una de mis partes favoritas. Trabajar como freelance me ofreció la libertad de hacer prácticamente lo que quería. Nadie controlaba mi tiempo, así que pude centrarme en varios proyectos a la vez o tomarme un día libre si lo deseaba. Lo que echo de menos es ver la impresión de las obras de arte. Lo que no echo de menos son los pagos esporádicos y tener que negociar un precio por mi trabajo. ¡Me pasaba el día esperando al cartero para ver si tenía correo!
Supongo que la gran pregunta que muchos te hacen es ¿cómo lograste el puesto de editor ejecutivo de Taschen en América? ¿Qué puedes contarnos sobre tu mítica colección de fotos?
Conocía el nombre del sello, había visto sus libros y había comprado algunos títulos centrados en arte, pero Taschen no estaba en mi lista de prioridades hasta que recibí una llamada que lo cambió todo. Benedikt Taschen me telefoneó y preguntó si podía pasar por mi estudio en 15 minutos. Pensé que era una broma de alguno de mis amigos, pero resulta que era él en persona. Tuvimos una conversación en la que yo hablé mucho y le conté varias ideas en las que estaba trabajando. Me dijo que había visto mis libros y que estaba interesado en hacer un libro sobre L.A. Tuvimos un par más de reuniones, le dejé ver mi colección y, de inmediato, me propuso hacer una serie sobre publicidad estadounidense. Recuerdo que la fecha de entrega que era una locura: un par de meses para conseguir todo el material para un libro de 1.000 páginas sobre anuncios de los años 50. Eso se convirtió en el comienzo de la serie “All-American Ads”. Él vio que había muchos más temas potenciales gracias a mi colección de material y resulta que ya estábamos en marcha. Después de un año o dos nos hicimos amigos y luego me hizo una propuesta laboral que no pude rechazar. Cerré mi estudio y empecé a trabajar de manera exclusiva para Taschen.
Hasta la fecha has participado en más de doce libros de Taschen, tratando temas como la publicidad, la fotografía y el surf. ¿Podrías explicarnos tu proceso creativo?
El proceso es bastante similar para todos los lanzamientos. A veces sugiero un título de una colección que he estado recopilando, pero la mayoría de las veces es Benedikt quien tiene una idea. De vez en cuando él revisa mi colección, así que está muy familiarizado con el material que tengo. En el momento que él da luz verde a un proyecto, yo empiezo a preparar el material para escanear. Una vez lo tenemos todo digitalizado, me asigna un diseñador y nos pasamos un mes o dos haciendo maquetas. Si no escribo yo personalmente el texto principal, se lo cedo a un escritor externo (la mayoría de las veces es Steven Heller). Una vez que Benedikt da el visto bueno a los diseños y a la portada, se envía al equipo de producción de Alemania para la pre-impresión. No considero que estos libros sean una visión alternativa de la historia, sino que funcionan como un complemento.
El último título que has editado es “Dark City”, un viaje oscuro a través del mundo criminal de Los Ángeles entre los años 20 y 50 del siglo pasado. ¿Cómo surgió este proyecto tan fascinante?
Soy un ávido lector de ficción de Los Ángeles, especialmente los títulos de Raymond Chandler, James Cain, Nathanael West y James Ellroy. Estas obras detectivescas se basaban muchas veces en crímenes reales y, mientras desarrollaba varios proyectos relacionados con L.A, comencé a buscar el material visual que inspiró a esos escritores. A lo largo de los años he acumulado un archivo enorme sobre temas criminales. Con ese material ya hice un libro para Chronicle y, más adelante, lo recuperamos para lanzar “Dark City”, que es una mirada más completa a la vertiente noirde Los Ángeles. Benedikt también es un fanático del tema, por este motivo estaba muy atento a los avances del proyecto. Cuando trabajo en libros como éste, siempre quiero desarrollar una narrativa. Debido a que la atención se centra en la parte visual, muchas veces sólo puedo contar historias sobre algunos de los temas en la introducción. Por este motivo deseo mostrar las imágenes más icónicas y también las que nadie ha visto antes. Eso, a su vez, narra la “historia” y puede animar a los lectores a explorar más a fondo ciertos aspectos si lo desean.
En la época que retrata el libro, los Estados Unidos estaban divididos por la segregación racial y la gente afroamericana sólo podía alojarse en ciertos hoteles. ¿Qué puedes contarnos sobre el Hotel Dunbar de Los Ángeles y su vinculación con el jazz?
Central Ave. es una de las áreas en las que me he centrado para llevar a cabo una investigación más profunda. El hecho de que la población blanca visitará en contadas ocasiones esa área de la ciudad hizo que existiera muy poco material visual. Los fotógrafos rara vez visitaron los clubes de jazz de esa zona. La mayoría de las orquestas y artistas negros no podían tocar en lugares para blancos en el sur de California. Sin embargo, había una escena musical muy activa a lo largo de Central Ave. Ya en 1912, los “race records” se producían y se vendían bien en L.A. Esto contribuyó a que hubiera una escena de jazz muy animada y Hollywood también ofreció oportunidades a algunos artistas negros. Las grabaciones de jazz estaban muy buscadas, tanto por negros como por blancos.
Para lanzar al mercado un volumen como “Dark City” has recurrido a cientos de instantáneas que algunos fotógrafos tomaron en las escenas del crimen. ¿Trabajaban para revistas o periódicos?
El Departamento de Policía de Los Ángeles tenía sus propios fotógrafos que acompañaban a los investigadores a la escena del crimen. Esos archivos todavía existen y utilizamos una selección de imágenes en el libro. Hay muchas fotos de Cliff Wesselman, un fotógrafo freelance de los años 20 y 30 que vendía su material a revistas y periódicos. En aquella época, los fotógrafos de sucesos tenían un acceso increíble tanto a las escenas de crímenes como a los delincuentes, que a menudo posaban para la cámara. Lamentablemente, todos los fotógrafos que aparecen acreditados en el libro han fallecido hace mucho tiempo, así que nunca tuve la oportunidad de hablar con ellos. Una excepción fue Ed Whittington, cuya familia rodó anuncios de L.A. durante cuatro décadas. Conocí a Ed cuando visité su estudio en los años 70 en busca de imágenes para mi primer libro titulado “California Crazy”. En seguida nos hicimos amigos y hablamos mucho sobre su trabajo. Él fue bastante directo al respecto y me dijo que era un simple negocio. Pero filmaron imágenes muy bien compuestas y artísticas.
Dos curiosidades que se desprenden del libro son la fascinante conexión entre Los Ángeles y Tijuana, y también la relación que hubo entre las estrellas de Hollywood y la mafia…
Por supuesto. Tijuana ha sido un lugar que me ha llamado la atención desde hace mucho tiempo. Hay tanto material en mi colección, que podría desarrollar un libro entero sobre la leyenda de esa ciudad mexicana. Tiene una historia fascinante y su desarrollo durante la primera mitad del siglo XX está muy ligado al dinero de Hollywood. Tanto la policía de Los Ángeles como los gánsteres locales se aseguraron de que todo lo que llegaba de la Costa Este permaneciera fuera de su área de influencia. La mafia aterrizó en California durante los años 50, pero incluso entonces el crimen se reducía a ciertos vecindarios. Los matones de la Costa Oeste querían el territorio para ellos. Las Vegas era otra historia.
En el libro aparecen muchas fotos del ambiente nudista y deportivo de aquellos años, pero no hay rastro de los inicios del surf. ¿Cuándo empezó a mezclarse esta cultura con el crimen?
Todo lo relacionado con el nudismo, el culturismo y la pornografía en L.A. resulta fascinante. La integración de esos temas y los inicios del movimiento “health food” en la ciudad es una historia que merecería la pena contar. Evidentemente, tengo mucho material y parece que todos los caminos me llevarán a preparar un proyecto sobre esa unión. El surf nunca tuvo un lado oscuro en el período que retrata el libro, así que decidimos no incluirlo. Miki Dora y tal vez Bunker Spreckels fueran una excepción. Pero son casos raros dentro de este deporte y ambos tenían vínculos con Hollywood, por lo que podríamos decir que conocieron una parte más exclusiva de L.A. Sus payasadas tuvieron lugar, sobre todo, en los años 60 y 70. La escena de surf de L.A se examina ampliamente en el extenso libro que publiqué hace varios años.
“Dark City” reflexiona sobre la floreciente industria del cine porno y del comercio ilegal de marihuana en los años 40 y 50. ¿Habéis tenido que enfrentaros a la censura con vuestro trabajo?
Nos autocensuramos muchas veces en Taschen, aunque nuestros títulos puramente sexuales siguen una tradición europea más liberal. Todavía nos mantenemos fieles a los estándares básicos de qué y qué no se puede mostrar. Tenemos una editora especializada en sexo, Dian Hanson, y ella sabe todo lo que hay que saber sobre este tema, así que sólo necesitamos a un profesional para esa área.
Dos de mis películas favoritas aparecen citadas en las páginas del libro: “Sed de Mal” de Orson Wells y “L.A. Confidential” de Curtis Hanson. ¿Por qué crees que son tan especiales?
“Sed de Mal” reflejó el oscuro período de la posguerra y Welles desarrolló una gran narración con unos elementos visuales impresionantes que ayudaron a que se convirtiera en una película de cine negro icónica. En un momento en que se producían muchas películas malas de ficción criminal, Curtis Hanson se inspiró en la novela de Ellroy, pero al igual que Robert Evans y Roman Polanski hicieron en “Chinatown”, era muy consciente de la importancia de mantenerse fiel a los detalles históricos de aquel período histórico para ambientar su película y así representar correctamente L.A. Eso fue la clave, junto con un guión excelente.
Si tuvieras acceso a una máquina del tiempo y pudieras viajar a la época que retrata el libro, ¿a qué personajes históricos te gustaría conocer?
Sin lugar a dudas, viajaría a L.A. en 1938 para conocer a Raymond Chandler, Nathanael West, Stanley Rose, Walt Disney y Bugsy Siegel. ¡Y también a mi madre!