Camera Life: Sergio Villalba

11 January 2020 Texto: David Moreu. Fotografía: Sergio Villalba.

Sergio Villalba se considera un privilegiado residente de la isla de Tenerife. Si partimos de la base de que ser un profesional significa ejercer una profesión (con todo lo que eso conlleva), entonces el afirma que es fotógrafo desde hace casi cuatro años. Como todo artista freelance, está loco por su profesión y le dedica día y noche. Sólo la gente más cercana le conoce sin una cámara en la mano. Aunque está convencido de que, a veces, el arte es más una cuestión social que de talento.

¿Cómo empecé en el mundo de la fotografía? Siempre tuve una cámara. De pequeño era un obsesionado del surf (y lo sigo siendo). En la medida de lo posible, siempre llevaba conmigo una cámara compacta cargada con un carrete que solía comprar en el quiosco del pueblo. En mi caso no hay la típica historia romántica de padre fotógrafo, ni cámaras heredadas o nada parecido, hasta que la curiosidad por la fotografía me invadió por completo. Tenía dieciocho años cuando una persona muy importamte para mí me regaló mi primera cámara digna de mencionar. Una Pentax 6×7 que hace unas diapos de un tamaño que casi no tiene sentido ampliarlas en papel. La evolución fue bastante rápida y, en cuestión de un par de años, ya había decidido qué quería hacer el resto de mi vida.

¿Cómo definirías tu manera de trabajar? Autodidacta. Con constancia y empeño. No soy un artista puro porque parto de la base de que tengo y quiero vivir de esto. Con el tiempo hay clientes que quieres y mimas porque te pagan bien por hacer lo que más te gusta. Pero no nos engañemos, en el arte también existe la prostitución y entonces el arte ya no es arte, sino una manera de pagar las facturas.

Siempre intento buscar el impacto visual, que la imagen sea atractiva. Busco la sorpresa. Para nada me considero un fotógrafo conceptual. Hasta diría que, en algunos aspectos, soy bastante clásico. Supongo que me aseguro de que mis imágenes no pasen de moda. No voy a cambiar mi manera de hacer fotos porque en esta década se haya popularizado fotografiar a las personas con el sobaco sudado y con posturas y caras de maniquí después de haberse vestido como sus abuelas a los 80 años. Esas imágenes se verán ridículas en cuanto pase la moda. Quién se viste hoy con pantalones de pata de elefante? Sin embargo, ¿alguien me puede decir de un solo retrato de Avedon que no inspire lo mismo que el primer día?

 

El surf es la base del ochenta por ciento de mi fotografía. Y cuando digo surf, no solamente me refiero a la acción, sino todo lo que la rodea. En un viaje se valoran tanto las maniobras como los paisajes, los retratos o el ambiente. Al mismo tiempo, casi todo el trabajo que hago es editorial y comercial, así que la mayor parte de las veces mi obesión se centra en transmitir de la manera más fiel posible las vivencias del momento.

¿El papel del arte en la sociedad? Creo que existe una mentalidad global entre todos los ciudadanos de a pie, y esa mentalidad ha aprendido a leer a la perfección los mensajes que vienen de sus semejantes. Y si esos mensajes entran por los ojos todavía mejor. Es evidente que la creencia política está en decadencia y que existe, cada vez más, un sentimiento profundo de unión entre nuestros semejantes. El arte, si es sincero y demuestra cercanía, puede servir como denuncia o hilo conductor de un pensamiento social. Digamos que el arte puede hablar por la gente, sobre todo en tiempos revueltos como los que vivimos.

¿El encargo más extravagante que he hecho? Viví en Barcelona 5 años y fue allí donde me di cuenta de que quería dedicarme a fotografiar. Volví a mi isla y conseguí un trabajo de media jornada para un periódico local. Acabé siendo el chico para todo. Incluso para hacer las fotos de compromisos del director del periódico.Así que en una de estas me pidió que le sacara fotos al camión de un colega suyo. Un camión grúa gigante de color amarillo pilotado por un tio que se hacía llamar “el oso”. Pleno mediodía, en un parque eólico y el tipo poniendo el camión en todas las posturas. Pocas veces en mi vida me sentí tan ridículo y lejos de un cliente.

Os reiréis por el tópico, pero en el mar es donde encuentro casi toda mi energía. Para mi es sinónimo de adrenalina, pero también de descanso y desconexión. Tengo suerte de que mi pareja también es una obsesionada del mar y nos seguimos mutuamente. Por otro lado ella está siempre a mi lado y es una persona cargada de vitalidad y ganas de vivir. Eso siempre se contagia.

 

¿La banda sonora perfecta de mi día a día? Soy un melómano empedernido y un inconformista en cuanto a música se refiere. He tenido épocas de muchos estilos y cuanto más viejo me hago, mis gustos se vuelven más variopintos. Siempre busco un trasfondo rebelde en la música. No sólo el punk o el rap es rebelde. Para mi la música es melodía, pero también mensaje, y hay tanta buena música por ahí como almas trastornadas.

Cuando te pasas mucho tiempo viajando, recopilas muchos momentos que se te guardan en forma de recuerdo imborrable. Idílico fue el momento en el que giramos un cabo en el sur de Oman el año pasado, casi en la frontera con Yemen, y después de una semana durmiendo en colchonetas en el desierto, a 40 grados y rodeados de bichos, encontramos por fin lo que veníamos buscando. Una derecha de agua cristalina, peinada por el viento, que recorría una punta como un tren de mercancías. En ese preciso instante absolutamente todo mereció la pena. Y será puro egoismo surfero, pero no sabemos de nadie que la haya surfeado anteriormente.

El arte en la calle es para todo el que quiera verlo y en las galerías no. Los dos son igual de válidos, pero yo concuerdo más con el factor sorpresa de encontrarte una buena pieza al torcer una esquina. ¡Que pena que no exista fotografía callejera! La fotografía se encuentra por todos lados, pero eso no es arte, es publicidad…

¿Una afición que me haya cambiado la vida? Supongo que el inicio de todo fue mi afición por el mar y por el surf, concretamente. Si de pequeño me hubieran dicho que me iba a dedicar a lo que me dedico, no me lo hubiera creido. Lo cierto es que no lo cambiaría por nada.

 

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