En los adentros de calle Ollerías termina el turismo y empieza el barrio o la cotidianidad de la vida de los malagueños. La vida se pausa porque llegan estímulos llamativos de colas de personas esperando para comprar el pan, gente saliendo y entrando del mercado o, sencillamente, voces que pasean por la calle. En el centro de la ciudad también hay voces. De hecho hay muchas voces, pero esas me resultan ininteligibles y estas las entiendo.
Estoy en el famoso barrio del Molinillo y voy a entrevistar a Isabella, artista y emprendedora del proyecto Arcilla Arcilla Arcilla. El local donde imparte las clases, en la calle Duque de Rivas, es muy blanco y tiene muchas estanterías donde reposan las piezas de Isabella y las de su alumnado. Como es difícil no hablar de arte y porque lo que mis ojos filtran va de eso, empezamos la entrevista complicándonos la vida:
¿La cerámica, tal y como tú la trabajas, es una labor artesanal o artística?
No existe un concepto claro por el que yo me pueda decidir para contestar a esta pregunta. A mí ahora mismo me gusta bastante el tema de la cerámica utilitaria.
Pero cuando yo veo tus piezas, las que están enfrente de mí, no se me apetece echarme un vaso de agua en ellas.
Eso está claro. Si te soy sincera yo la cerámica la utilizo como un medio de expresión, de búsqueda de mí misma. Ni siquiera trabajo a partir de un concepto preconcebido. Por supuesto que está, en alguna parte detrás de mí, en mi subconsciente. A partir de ahí comienzo a tener muchas ideas que terminan dándole forma a mis piezas. Quiero que mi trabajo sea delicado pero fuerte. Me cuesta mucho hablar de mi obra porque no la tengo traducida a ningún idioma, solo la entiendo a nivel visual. Esa libertad me permite no darle, necesariamente, nombre a mis ideas.
¿Cómo surge Arcilla Arcilla Arcilla?
Empecé con esta idea hace ya algunos años. Mi formación es autodidacta porque, a pesar de que estudié el primer año de alfarería y de cerámica en la escuela de arte de San Telmo, no llegué a terminarlos. Llegó un punto en el que me pregunté: “Isabella, ¿tú qué quieres en la vida?” Y me respondí: “Un taller de cerámica”. Me lancé, compré el horno y los tornos, ¡y así nació! Al principio empecé tutorizando algunos proyectos, que fue lo que me llevó después a decidirme a dar clases. Me mudé al taller de calle Victoria pero debido al crecimiento de la gente que iba viniendo me trasladé aquí.
¿Emprender en Málaga, tú sola, te ha resultado sencillo?
Mi abuelo fue un emprendedor nato y yo vengo de una familia de emprendedores y de personas muy inquietas. Al principio necesité de se ayuda económica para poder hacer la mudanza y la instalación eléctrica de este local. De hecho, hubo un tiempo en el que mis amigos, ayudándome a sacar esto adelante, me acogieron en su casa. Es muy difícil emprender, prácticamente en cualquier lugar, pero yo jugué las cartas muy bien y aproveché todas las oportunidades que me llegaron y en un año hemos crecido muchísimo. Por ejemplo, nada más salir de la cuarentena, se alistaron tres alumnos nuevos. El número de crecimiento está siendo siempre mayor que el de pérdidas.
¿Te da Málaga lo que necesitas?
Málaga me ha dado lo que he necesitado siempre, pero es cierto que la ciudad se vuelve cada vez más rápida y turística y estoy llegando a un punto en el que necesito calma. Por ejemplo, aquí en Málaga no veo ahora mismo la posibilidad de poder dedicarme a mi propia producción sin hacer otra cosa. Me encantaría volver a Venezuela dentro de un tiempo para poder estar en contacto con la naturaleza y para aprender desde los orígenes. La cerámica es un bien muy antiguo, es de la tierra, y eso es precisamente lo que necesito. Para que me entiendas: antes en Málaga se podía vivir con muy poquito, pero cada vez es más difícil. Mi cuerpo me está pidiendo un retiro.
¿Qué experiencia ofrece Arcilla Arcilla Arcilla?
Arcilla Arcilla Arcilla es un espacio en el que entrar para sacudirte los miedos. La gente llega aquí con muchos prejuicios porque nunca ha trabajado la arcilla, ¡pero obviamente yo no voy a juzgar nada! Aquí todos tenemos el mismo convencimiento de que nada es perfecto. Con el paso del tiempo los nervios se disipan y mucha gente comienza a disfrutar del proceso de producción, sea cual sea el resultado.
¿Qué tipo de gente viene?
¡Pues de todo tipo! Desde personas que vienen para desconectar de la rutina hasta chicas que están estudiando Bellas Artes. Lo que yo más aprecio de todo esto es el crecimiento que te aporta la cerámica. La cerámica es un medio muy dócil. No tiene nada que ver, por ejemplo, con el mármol o la madera, que son dos técnicas que requieren menos margen de error. En cerámica si te pasas, puedes quitar y poner. ¡Es muy moldeable! Y los chicos se aprovechan de eso.
Entonces, ¿la labor de docente la llevas bien, tienes mucha carga de trabajo?
Tengo talleres de lunes a jueves y los mensuales suelen ser dos o cuatro. Ahora mismo tengo cuatro grupos, pero en invierno llegué a tener ocho. ¡Y va a crecer! Estoy segura. Arcilla Arcilla Arcilla surge como una necesidad para poder pagarme el alquiler del local. ¡Y ahora estoy trabajando como profesora casi a tiempo completo! Al principio me ponía nerviosa, pero con el paso del tiempo me pareció una tontería porque, como te vengo diciendo, si las cosas salen mal no importa y todos los días no vamos a venir con las energías en orden. Disfruto de las clases y me hacen sentir realizada, sobre todo cuando la gente me dice: “¡Hay que ver! Venía muy estresada y salgo de aquí súper tranquila”. En ese sentido me siento muy agradecida.
¡Háblame un poco de los talleres! Como, por ejemplo, el de ‘Mira mamá qué taza’.
Pues mira, se llama así como quien dice: “Da igual qué tan grande seas porque vas a seguir teniendo esa ilusión de enseñarles a tus personas más queridas lo que has hecho”. Cuando terminas piensas: “¡Mira qué taza he hecho!” Poder hacer algo con tus propias manos y luego poder verlo fijado es un proceso mágico. Porque a medida que vas construyendo vas decidiendo cómo va a ser tu pieza. A la gente le encanta y eso está ligado a prácticas muy ancestrales de creación.
Tengo una anécdota muy bonita de cuando mi madre estuvo a punto de comprarse su casa. Yo nunca había tenido ganas de hacer vasos ni nada para mi casa, pero cuando mi madre dijo de comprársela pensé: “me voy a hacer mi taza para mi casa”. Empecé a hacer algunas piezas de la vajilla, pero mi madre me dijo que lo miso la casa se la quedaba otra gente. Total que estaba yo trabajando aquí y se acerca una chica al taller. La reconozco, es la mujer que vende la casa. Estaba buscando una panadería cercana y yo la invité a pasar para enseñarle el local. Mientras lo estaba viendo, se paró en seco en un plato. El primer plato que le había hecho a la casa. Cuando se lo dije se quedó muy quieta, muy parada y, antes de marcharse me dijo: “Me da mucha pena por los otros chicos, porque se van a quedar sin la casa”. Y mi madre compró la casa.
¿Qué diferencia a Arcilla Arcilla Arcilla de otros talleres locales?
Precisamente la conexión tan grande que se siente con la arcilla. Al final cuando los alumnos hacen sus piezas y, por ejemplo, se toman el desayuno en ellas, están dotándola de un valor incalculable más allá de que sea grande, pequeña, más fea o más bonita. A diferencia de otros talleres de cerámica más especializados, aquí viene la gente desde cero y eso también es un rasgo distintivo. Yo intento ofrecer una experiencia libre.
Para mí lo más bonito que tiene Arcilla Arcilla Arcilla es la sensación de familia que se genera aquí porque al final venimos todos de hacer un millón de cosas al día y a la vez que conectamos con la cerámica, conectamos con nosotros mismos. Aquí todos somos lo mismo, hablamos de nuestros problemas y también de las alegrías. No solo te llevas una pieza a tu casa, te llevas a gente preciosa.
¿Cómo terminamos esto? ¿Hay algo que quieras recalcar?
Para mí hay una cosa muy importante: la curiosidad. Nadie tiene ni idea de lo que va a pasar cuando inicia un proyecto, pero está seguro de que tiene una visión de algo, aunque después no ocurra. Lo bonito es aprender de todo eso. Ese camino del emprendedor es mi camino y estoy segura de que no me voy a poder estancar nunca.
Hay muchos temas que se me escapan, porque hemos manejado mucha información. Me queda claro que Arcilla Arcilla Arcilla es una extremidad de la vida de Isabella, que está en continua búsqueda del arte y de ella misma.
Cerramos el local y nos dirigimos hacia la panadería tan rica que hay en el barrio, pero está cerrada. Compro una malagueña en otra que sí está abierta y nos despedimos. Tanto hablar me ha dado un hambre muy concreta, como de espagueti a la carbonara.