Entre el 5 y el 31 de julio, el teatro Cervantes de Málaga presenta un año más el festival de verano, Terral. En esta edición, además del espacio central, el teatro Cervantes, durante el mes de junio, se han llevado a cabo diferentes actividades y conciertos al aire libre en los distintos barrios de Málaga.
A lo largo de julio, han pasado por el escenario del Cervantes artistas internaciones como Moa, Mariza, Salvador Sobral, Broukar y Ayo, y también grandes artistas españoles; Ainhoa Aretha, Kiko Veneno y Rocio Molina, encargada de clausurar el festival como uno de los actos centrales del aniversario de la construcción del teatro Cervantes.
El 9 de julio, Kiko Veneno aterriza en Málaga. Al principio nos lo esperábamos en formato duo, tal y como se anunciaba. Pero cual es la sorpresa al abrir el telón, que aparece Kiko en el escenario con mas de cinco músicos, como se suele decir, entrando con toda la cacharrería lista para el espectáculo; teclados, portátiles, mas teclados, violines, bajos, guitarra de palo y eléctricas, batería, percusiones… todo un lujo poder ver a Kiko en esas condiciones en un escenario como el del Cervantes ¡La noche prometía!
Kiko vino a presentarnos su nuevo trabajo “Hambre”, el cual en directo suena de maravilla y fue un lujazo disfrutar de como esas canciones se transforman y crecen al llevarlas al directo. Esas y las del anterior disco “Sombrero Roto” y también todos sus clásicos que nos brindó. Uno tenia la sensación de estar viendo a una gran banda en todo momento, unos músicos como la copa de un pino, una banda (la del Retumbe!) super compenetrada y sonando como los ángeles, sin nada que envidiar a otras bandas legendarias. Y a la vez sonando a vanguardia con elementos progresivos, electronica, world music… unos sonidos que hacia que la música de Kiko de toda la vida (y la nueva), se elevara hacia terrenos donde están artistas como Animal Collective, Tame Impala, Arcade Fire… por poneros un ejemplo. Pero claro, a eso súmale el sonido de Kiko Veneno de toda la vida, su poesía, sus composiciones, sus guitarras de palo, sus hits!… Sin duda una mezcla explosiva y desde mi punto de vista, un terreno que ha descubierto este gran artista y que seria increíble que siguiera por ese camino en estos próximos años, porque es una propuesta super interesante, rica y original.
Y para culminar el festival, un fin de semana de honores para el público con la malagueña Rocío Molina que presenta su último trabajo, Trilogía de la Guitarra, un trabajo de investigación y encuentro con la guitarra como elemento central del flamenco.
Se trata de un espectáculo de tres piezas, que caminan juntas, pero son independientes la una de la otra: Inicio (Uno), Al fondo riela (Lo otro del Uno) y Vuelta a Uno, pieza con la que se cerrará la trilogía y por la que aún tendremos que esperar un poco más para cerrar también nosotros, este ciclo.
En la noche del 30 de julio la magia se apoderó del Teatro Cervantes de Málaga, Rocío junto a Rafael Riqueni, uno de los más grandes maestros de la historia de la guitarra flamenca. Ambos entablaron un diálogo profundo y desde lo más artístico y no es para menos, ya que es lo que ocurre cuando dos grandes se unen; y sucedió, un diálogo lleno de complicidad y admiración mutua, en el que Rocío muestra sus gestos y movimientos de manos más característicos y personales para seguidamente dar paso a un solo del maestro por soleá, como transición a la nueva entrada de Rocío, que a través de su pericia, se fundió con el suelo del teatro, y nos mostró su imagen más virginal a ritmo procesional y al toque de Riqueni.
Con Inicio (Uno), Molina homenajea a una guitarra virtuosa por la que siente profunda admiración y eso se nota, en palabras de la bailaora esta pieza es “un viaje a lo esencial en el que me descubro y redescubro la música de Riqueni, con él mi baile recobra su naturaleza, es como si oyera la música por primera vez y mi lenguaje corporal surge sin esfuerzo ni complicación”.
La noche siguiente, fue el turno de la segunda pieza, Al fondo Riela (Lo otro del uno), la antítesis al Uno. Convocado el público en el patio de butacas, el negro se apoderó de la sala y del escenario desde el minuto uno. Antes de abrirse el telón y aún en un negro que podría ser el interior de una cueva, suena la guitarra que da paso a Rocio, quien aparece y avanza desde lo más oscuro y denso, con un desplazamiento lento e hipnótico para evolucionar durante la pieza, a ritmo de dos guitarras Yerai Cortés y Eduardo Trassierra, bailando por farruca, seguiriya, bulerías y soleá con bata de cola, con esa forma tan personal y única que ella tiene, impresiona la originalidad en la ejecución de la escobilla de la soleá.
Al final de la pieza aparece el color y como si de una escena lynchiana se tratase, Rocío nos encara con el onirismo, un momento en el que no sabes si mirar o no, pero que no puedes cerrar los ojos, quieres más y más.
El final es abierto, nos espera tras el telón y nosotros esperaremos pacientes, pero ansiosos esta tercera parte, la vuelta a lo Uno.
Rocío no es solo una gran bailaora, con una gran carrera que acumula grandes premios, Rocío es hacedora de imágenes de una incuestionable belleza, derrocha estilo, elegancia, saber estar, finura, precisión… tiene la virtud de llegar a todo el que se siente a verla, te guste el flamenco o no, lo entiendas o no, hay que verla.