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| 24 julio 2015. Kafé Antzokia, Bilbao.
¡¡¡Wooooooooow!!!
Confieso que no conocí a Redd Kross en sus primeros discos, mi estreno llegó por casualidad y en forma de cassette chrome de audio. En aquella cinta estaba grabado su tercer trabajo: “Neurótica” (1987), completada con temas de sus discos del 82 y 84 (“Born Innocent” y “Teen Babes Of Monsanto ep”) y un relleno dispar que nada tenía que ver con la música del grupo. Tuvo que ser en el invierno 1989-90, cuando uno de tantos anónimos que iban y venían me la lanzó por la ventanilla de la cabeza de camión Ebro, que ejercía de cabina de disc-jockey en Garufa. Uno de los bares legendarios de la no-movida malagueña. Regentado por Alvaro y Chico, y protegido por la kármica energía de mis compas Aitor y Rubén, el Garufa era un garito golfo y grandote, y conservaba una preciosa escalera curvada, herencia del teatro que una vez fue. Estaba ubicado en plaza-punto de encuentro, ápice de la calle Beatas, tránsito peatonal al centro norte de la ciudad, donde se arracimaban las tribus de rockers, mods, hippies, punks, heavies, tecnos, new waves,… en imposible y peculiar convivencia con camellos y enganchaos, gitanos y flamencos, pijos y pies negros de todas partes, sordos y melómanos, policía secreta y oscuras ratas neonazis en formato de banda rapada, algún guiri despistao, vecinos de cualquier estrato social y un interminable desfile de gente rara (eso que hoy llamamos hipsters, nerds, freakies,…)
Confieso que me atraparon sus voces y esa peculiar mezcla de melodías pop y rabia adolescente que destilaban Redd Kross, pero nunca llegaron a ser una de mis bandas favoritas. Aunque siempre he guardado como un tesorito aquella grabación en cinta, de créditos escritos con bolígrafo de tinta roja. Eran tiempos de poca información y mil estilos que nos llegaban a trompicones. Cada noche podía suponer el descubrimiento de algún nuevo estímulo para el oído. Y otras peticiones en forma de cassette iban llegando a la cabina de dj (entonces pichadiscos) inesperadamente, de gente tan dispar como; Miles Davis, Pixies, Einstürzende Neubauten, Tom Waits, Cocteau Twins, Rory Gallagher, Jaco Pastorius, Rapeman, Mercedes Sosa, Long Riders, Ute Lemper, Public Enemy, conciertos de Zappa, cantatas de Johann Sebastian Bach, o delicias de Antonio Carlos Jobim. Pero el público en general pedía cosas hechas por aquí. No hablo solo de la movida madrileña, la gente quería escuchar músicas cercanas, desde Kortatu o La Polla Records hasta Tabletom o Pata Negra… temas que se pudieran canturrear en torno a una guitarra barata, ritmo de palmas, pitillos y una litrona bien fría.
Y por confesar, confieso que la otra noche me acerqué al bilbaíno Kafé Antzokia sin demasiadas expectativas de escuchar algo grande, aunque el diseño del cartel-afiche del bolo me resultara realmente atractivo, muy guapo. Y las noticias que me llegaban de la gira indicasen que Redd Kross estaban ofreciendo unos buenos directos. Afortunadamente el rock es una de las músicas populares del siglo XX que, en directo, tiene la virtud de poder elevarte hasta el infinito de las más bajas pasiones. Por su carácter indomable y su condición híbrida, bastarda… de naturaleza libertaria y con capacidad para remover entrañas juveniles, por muy viejuno o aburrido que te sientas. Siempre puede ser una ilimitada caja de sorpresas, y el concierto que me ocupa hoy resultó ser de lo mejorcito que han procesado mis tímpanos últimamente. -“Nunca te acostarás sin haber aprendido algo nuevo”, decía mi amigo Luiso Torres, “…y si no es así, será un día perdido, colega”.
BUM
Pero antes, abrió el fuego una banda rescatada de algún que otro olvido independiente. Los canadienses Bum hicieron lo que se puede esperar de ellos. Y lo hicieron con brío y dedicación. Una actuación rápida y de pocas pausas. A pesar de haber acumulado muchas canas, se gustaron en su rol de pequeña banda de culto dentro de ese sub-estilo que se hizo masivo en los noventa y que llaman punk pop -o viceversa-, junto a gente más oculta o efímera aún (como Mr. T Experience o Mega City Four) u otros que dieron la sonada de un éxito planetario, como Green Day. Y al igual que éstos últimos, hicieron valer su gusto por tocar en directo y sus ganas de divertir/divertirse sin comerse mucho la cabeza. Repasaron su corta historia, recogida que yo sepa, en tres cds: “Wanna Smash Sensation!” (1993), “I Am Superwoman” (94) y “Make It or Break It” (95). Solventando tres cuartos de hora de aperitivo musical que dejaron buen sabor de boca y calentaron al personal para el plato fuerte de la noche. Antes y después de Bum, se proyectó el tráiler de la película “Vinyland”, dirigida por Marcos García & Mikel Insausti, que se estrenará el próximo otoño y contará con cameos de Gallon Drunk, Nikki Hill, The Nomads, Lie Detectors, o los mismos Redd Kross.
No se hicieron mucho esperar los cuatro de Hawthorne, ciudad californiana situada al noroeste del condado de Los Angeles (famosa por ser el lugar donde pasaron su infancia la legendaria Marylin Monroe, o los reyes del surf sound sesentero The Beach Boys). Apenas quince minutos después saltó a escena el cuarteto liderado por los hermanos Jeffrey y Steve Shane McDonald, dispuestos a liarla parda durante algo menos de hora y media. Nunca mejor dicho, porque inmediatamente batería y guitarras rompieron el silencio con ese especial y contundente sonido que distingue las composiciones de los Kross desde hace ya nada menos que treinta y cinco años. Sí, amigo lector, las cuentas te salen bien. Estos tíos montaron su banda -en un principio, Red Cross- y empezaron a tocar con quince y once años, respectivamente. Y en una década, con solo cuatro discos de larga duración y un ep (los mencionados al principio, más “Neurotica” en el 90, y “Phaseshifter” en el 93) ya tenían una legión de fans por toda América y Europa, y muchos medios de comunicación los consideraban “una de las bandas pop más excitantes de la historia”.
Arrancaron la actuación con un sonido algo desajustado, que solapaba los cuidados juegos vocales. Tan característicos en el repertorio de estos hermanos de largo y ordenado cabello rebelde, cara de pan y algunas arrugas que no impiden ese eterno aspecto juvenil con certificado de origen. Pero el problema fue corregido de inmediato y, a partir de ahí, la banda se explayó a gusto. En un perfecto in crescendo, pleno de poderío distorsionado, armonías y brutalidad. Apoyado por un trabajo desde la mesa de sonido tan nítido como contundente, sobre el cual se despacharon a gusto con un soberbio repaso a canciones de todos sus discos, incluyendo los más ¿recientes?: “Show World” (1997) y “Researching The Blues” (2012). Por lo que fueron cayendo emblemáticas, como clásicos de toda la vida: “Lady In The Front Row”, “Switchblade Sister”, “Stay Away From Downtown”, “Jimmy’s Fantasy”, “Ann”, “Any Hour Every Day”, “Uglier”, “Crazy World”, “Deuce”, “Only A Girl”, o “Huge Wonder”, que reservaron para el atómico bis final.
REDD KROSS
Quizás sea por ese feeling tan especial que los une a la península ibérica (si mi información es correcta, la actual gira es solo española y no tiene previsto bolos por otros países de Europa). O puede que los años hayan dado forma a una puesta en escena que parece ser exactamente la que gusta al grupo. Lo cierto es que Redd Kross, como en otras visitas, se van calentando de tal modo que público y banda alcanzan un punto de conexión en el que literalmente se rompe toda distancia. Así, la audiencia fue ganando metros hasta ir ocupando los peldaños que suben al escenario del Antzoki, mientras ellos hacían lo propio escaleras abajo, volcándose prácticamente contra las primeras filas. En especial Steve, absolutamente desatado durante toda la noche, poniendo a prueba la agilidad y las cámaras de los fotógrafos tirados al suelo, con el feroz balanceo del mástil de su bajo -desconchado y salpicado de calcamonías y pegatinas, que parecen sacadas de phoskitos y tigretones muy viejos-. Llegó a bajarse del escenario, abriéndose paso entre el público, y tirando del cable de su instrumento hasta casi llegar corriendo a la barra, sin dejar de tocar.
La fiesta era un locurón total. Certero y demoledor fue el trabajo de Roy McDonald con los parches, desde la prueba de sonido. Perfectas fueron también las armonías vocales. Espectaculares los duelos de los hermanos, enfrentados agitando sus melenas de lado a lado, o enredándolas sin control el uno contra el otro. Genial Jeff durante todo el show, derrochando fuerza y sensibilidad, dirigiendo el cotarro con emoción y ese toque de agresividad etérea que a veces parece rozar el paroxismo… Y qué decir del poltergeist de la noche, cuando el guitarrista Jason Shapiro, como diciendo “no me aguanto más”, salió pitando con su inalámbrica escaleras arriba hasta la planta superior del Antzoki, para quedarse allí tocando en la oscuridad durante casi media canción. Llegando al punto de que; técnicos, fotógrafos, parte del público, e incluso diría que alguno de la banda; no sabían ni dónde estaba. Esto es actitud, carajo. A falta de saber si todos los bolos han sido como el de Bilbao, y quedando aún casi medio año por delante, en las votaciones para elegir la mejor gira rock de 2015, me inclino sin duda por Redd Kross. Mi voto es para ellos. De hecho -como última confesión de esta crónica- me atreveré a decir que éste es uno de los mejores conciertos de rock and roll que he tenido la suerte de vivir en años.
Demasiado sucios y melenudos para los poperos, demasiado poppys para los metaleros, demasiado punkarras para grungies y hardcoretas, demasiado melódicos para la punkitud,… Pueden gustar a todos y, en general, no gustan especialmente a ninguno. Jamás tuvieron ni (seguramente) tengan un éxito masivo, porque no cambiarán su estilo ni dejarán de agitar una coctelera de influencias que fusiona a Velvet Underground, Stooges, Beatles, MC5, Abba, New York Dolls, Os Mutantes, Flamin’ Groovies o Kiss; sin ningún temor al qué dirán. Redd Kross son una banda única desde que fue parida. Como dijo Steve, entrevistado antes de su actuación en el Azkena Rock de Vitoria-Gasteiz: “Quizás no rompimos en el mainstream pero la verdad es que eso no me importa demasiado” (…) “Me gustan The Ramones porque llevaron el rock’n’roll a sus componentes básicos, demostrando que lo único que se necesita para tocar rock es tener un punto de vista claro para hacer tu música” (…) “Ellos nos salvaron de Peter Frampton. Verdaderamente no se les puede pagar con dinero, ¡Dios bendiga a Joey Ramone!”.