Jueves 21 de noviembre.
He llegado a las nueve de la mañana a la estación de Santa Justa. Hace muchos meses que no vengo a Sevilla y en esta ocasión lo hago para asistir al festival Monkey Week. El año pasado tuve que hacer una crónica porque también estuve y me gustó mucho. Parece que este año no llueve. O sí llueve. Ha llovido un poco, pero lo mismo no llueve tanto como el año pasado. Me acuerdo del concierto de María Arnal y también de otros. De la lluvia cayéndome muy fuerte mientras íbamos caminando a la Sala X desde la Alameda de Hércules. Es un buen paseito, pero nos dio igual porque nos negábamos a pagar un taxi. Ya pagaremos taxis cuando seamos mayores y tengamos las piernas llenas de varices.
He desayunado en el Bar Hércules. Todavía no llueve. Cuando me han dado la acreditación, en el edificio Santa Clara de calle Santa Clara (lo repito porque me divierte), me han regalado una bolsa rosa del festival y en una carpeta venían muchos tokens de los que se suelen comprar para beber cerveza. Me he venido arriba porque unas cervecitas gratis siempre vienen bien, pero los trabajadores me han dicho que es todo publicidad por si quiero montar yo mi festival. Mi propio festival. Por ahora no tengo dinero y creo que no lo tendré nunca, así que me conformaré con ser la eterna espectadora.
Lo que me gusta del Monkey Week es que siempre se conoce a gente nueva. Sobre todo en el escenario de Jagërmusic —espacio al que se puede entrar sin acreditación. Este festival es muy atractivo porque está en las calles y en diversas salas repartidas a lo largo del centro histórico y no en recintos preacondicionados para las masas. Digamos que lo que pasa es que la ciudad se presta a la música y eso me gusta porque además del escenario que acabo de mencionar, hay ocho más y tres grandes salas que extienden su espectáculo hasta la madrugada. Hoy jueves veré a Manola, Kaixo, Carolina Durante y Ruiseñora, pero esta última solo si el cuerpo me aguanta. Veintiséis grupos inauguran el festival, entre los que también se pueden encontrar Palo Alto, Monterrosa, Juan Wauters, La Tiguerita, Medalla o Girl ultra.
De Madrugada.
Dulce Manola, gran inauguración de Carolina Durante en el Teatro Alameda, impulso de Ruiseñora. Me he quedado en las salas hasta FAT 164, pero lo que más me ha gustado del día ha sido Kaixo con sus pateos y ese canto emancipador, que a priori parecería revolucionario, pero que, sin duda, era una llamada a la coherencia social. Ahora ya me duermo, este festival es muy intenso. Dentro de un rato llega Clara para acompañarme el viernes y el sábado.
Viernes 22 de noviembre.
Hemos apuntado para ver: Ortiga, Tentakel, Los Punsetes, Le Parody, Petróleo, Yana Zafiro, Ly Raine, Bronquio, Ambre, Neuman, Colectivo da Silva, Go Cactus, The Zephyr Bones, Compro Oro… Son muchos grupos, algunos vuelven a actuar mañana y probablemente no podamos verlos a todos, pero lo intentaremos. Hemos recorrido la ciudad hasta llegar a la zona catedralicia y hemos comido cerca de la Alameda de Hércules. Por cierto, también se puede tapear y beber algo en la propia Alameda, comida brindada por el Monkey Week. The Zephyr Bones llenan la sala Fun Club y las cervezas que nos hemos tomados me han reactivado el cuerpo, que lo tenía algo molido de ayer. Todo va bien. Este festival me gusta y parece que no va a llover más.
Luego hemos visto a Yana Zafiro y a Ortiga y yo me he venido a escuchar a Los Punsetes: “lo dejo, lo dejo, lo dejo, cuando me miro al espejo ya no veo mi reflejo” ha sonado en el Teatro Alameda, aparte de otras muchas y luego Le Parody con su voz melodiosa, alguna cerveza más y lo que para mí fue el descubrimiento de la noche: Colectivo Da Silva. Clara ha cantado todas sus canciones mientras les hacía fotos y yo he observado atentamente el espectáculo.
Ahora pincha Bronquio en la sala La Calle. Está tan llena que no cabe un alfiler, pero merece la pena. Intuyo que nos van a dar las tantas y que acabaremos escuchando a We are not Djs.
Sábado 23 de noviembre.
Hemos dormido poco.
Ya no somos unas crías.
Nos hemos levantado tarde, pero antes de las dos, así que hemos estado viendo la batalla de bandas de Radio 3 que había en el Escenario Alameda. Ignatius se ha llevado una botella de anís porque ha ganado la batalla con su grupo Petróleo. Hay mucha gente en la calle con sus niños, paellas y Estrellas Galicias. La verdad es que me tomaría una para ver qué ocurre después, pero no me voy a arriesgar porque hoy es uno de los días más fuertes del festival y queremos escuchar mucha música.
Por la tarde-noche.
Hemos venido a la sala Obbio a ver Antifan. Está dando un concierto increíble, la gente bota, la sala es preciosa. Hay una jaula. Me bebo una tónica para animarme y nos vamos a ver Texxcoco. Un poco de Quentin Gas que no termina de convencerme y esperamos a que llegue la hora de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. Es imposible estar en todos lados, por más que una quiera, pero esa es otra de las cosas positivas del Monkey Week, que no te puedes aburrir, te vuelves loco. Por la tarde estuvimos viendo a Bee Bee Sea y a Pavvla. Muchos grupos y la gente todavía activa. Se cierra el Teatro de la Alameda y se abren las salas. Allí estarán Solar Corona, Belako, Daloma, Camellos y Restinga. Restinga concluye el festival en la Sala X, pero yo creo que hoy no llego porque ya llegué ayer y antes de ayer.
De madrugada.
Ahora que estoy de vuelta en la cama, puedo decir que he agotado el festival. Al final no estuve en las salas, pero me quedé charlando en la Alameda un buen rato. Sevilla es increíble, con sus muchísimas iglesias y esas columnas. Con la gente bebiendo a cualquier hora del día. Es increíble. Este año no ha llovido mucho. Los organizadores del festival lo han hecho muy bien eligiendo este sitio. Un verdadero acierto. La verdad es que dormiría todo el día y volvería a empezar de cero. Como dije en la previa: El Monkey Week se espera siempre, como la luna, pero será una ausencia hasta noviembre de 2020. Hasta el año que viene, Monkey; Sevilla, mi alma, mi ancla.