Monkey Week 2018

30 November 2018 Texto: Ana D La Luz. Fotografía: Carmen Hinojosa y Gabriel Fernández..

Siempre que hablo de Sevilla me refiero a ella como “La Ciudad de Las Luces” porque de ella manan maravillosos eventos culturales: artísticos, literarios, gastronómicos, musicales y un largo etcétera. Es por ello, como vengo diciendo, una ciudad llena de luces, comparable a los siglos más dorados de todos los tiempos. Pero a pesar de haber vivido con anterioridad en dicha ciudad, nunca había gozado yo de tal evento musical, La Monkey Week.

No sólo he podido gozar este año de él, sino que también he coincidido con su décimo aniversario. Nos avisaron con bastante anterioridad, vía e-mail, de que nuestra participación como acreditadas iba a estar llena de sorpresas, ya que no sólo podríamos disfrutar de muchos de los grupos musicales punteros del momento, sino que también podríamos participar en los talleres que se organizaban por la mañana, entre los que destaco los relacionados con temática de género (a pesar de lo positivo que fueron, la presencia femenina en el festival no ha sido, al menos este año, totalmente equitativa).

Así pues, tras el completo éxito de “Space Surimi” antes de que llegasen las jornadas arduas de música, nos pusimos manos a la obra para organizar una agenda musical de estilo variado.

El jueves trajo consigo una tormenta, pero esto no impidió que se reubicasen satisfactoriamente los conciertos que se vieron impedidos por el frío chaparrón, como por ejemplo el concierto que tuvo que dar tiempo después “La Plata”. La Alameda de Hércules acogía dos escenarios al descubierto: El escenario Jägermusic, transformado en pista de coches de choque en uno de los extremos de la Alameda y el escenario Ron Contrabando en el sentido opuesto. Este último tenía una capacidad inmensa y en ambos se podía entrar con plena libertad. ¡Cualquier persona que no pudiese haber conseguido el abono podría disfrutar de gran parte del festival!

“La Big Rabia”, “Vera Fauna”, “The Magic Mor” y “Terry vs Tori” entre otros muchos dieron comienzo al fin de semana que se nos venía encima. Llegaron las 21:30 y fuimos hacia el concierto que daba por inaugurado el festival: el de “María Arnal I Marcel Bagés”. La melancolía se notaba en las palabras de una María completamente emocionada que alertaba el final de la gira con Marcel. Fue un concierto lleno de sentimientos, ya que “45 cerebros y un corazón” surge como la necesidad de ponerle voz a muchas de las víctimas que perecieron en la Guerra Civil de España.

Tras dicho concierto, nos fuimos a la zona más alejada del festival, que también trajo sorpresas consigo. La lluvia aminoró y la noche se nos echó encima: Pimp Flaco, bajo su nuevo nombre, “Cupido”, estaba dando un concierto junto a la nueva banda que da forma al proyecto en la “Sala Even”. ¿TRAP? Lo cierto es que hubo momentos en los que no sabía qué estaba escuchando porque el bajo se mezclaba con la batería y la batería con la guitarra eléctrica mientras que Pimp Flaco cantaba. La noche se echó encima y con ella las cervezas y los besos de la gente, los bailes ebrios, las personas intentando colarse en las salas sin llevar el abono, algunos consiguiéndolo satisfactoriamente y otros huyendo deprisa… El exceso generalizado se hizo presente porque tantas horas de cerveza pasan factura. Antes de “Cupido” escuchamos un poco de “Shht” y después a “It It Anita”, cuyos enérgicos movimientos de cabeza envolvieron a toda la sala, aunque a mí los sonidos estridentes me desagradan. Me tomé una tónica con hielo mientras observaba a las niñas y a los niños bailar. Movían el cuerpo, se miraban los unos a los otros. De haber abierto cualquier red social para ligar, habría explotado. Todo esto pude hacerlo porque no iba ebria. Por fin llegó “Trepàt” que, bajo mi punto de vista, dejó mucho que desear porque el sonido no era bueno y la voz casi que tampoco. El cantante hacía movimientos como a lo Raphael que fueron desapercibidos porque a las cuatro de la mañana pocas son las personas capaces de inteligir. Los DJs pusieron el punto y final al primer día oficial de La Monkey.

El viernes nos levantamos temprano y desde pronto fuimos a los conciertos que ofrecía el Espacio Santa Clara; precioso lugar con restos de muralla y patios frescos que regentaban fuentes de piedra. “Periferia Norte”, “Saïm”, “Boyanka Kostova”, que fue también unos de los descubrimientos del festival, “Pumuky”, “Gaf y la Estrella de la Muerte”, “Las Yumbeñas”, “Dreyma” y “San Jerónimo” entre otros se alternaban en los dos escenarios que habían montado para nosotros. He de decir que el final de “Dreyma” fue inoportuno porque no les dejaron tocar la última canción y el ambiente, por momentos, se caldeó. El día siguiente volvieron a tocar por sorpresacomo otros grupos, a través de cuya iniciativa se pudo hacer posible la asistencia a conciertos que no se podían ver debido a que se solapaban los unos con los otros. Nuestro objetivo principal de la noche se encontraba en los coches de choque, al que habíamos ido horas antes para disfrutar de “Vulk”. Allí apareció hacia las 21:00 de la noche “Albany”, la joven más agradecida del festival. La chica estaba flipándolo cuando muchos de nosotros coreábamos sus canciones y nos sonreía, uno por uno, dando muestras de agradecimiento, como bien vengo diciendo. “No esperaba que esto se llenara tanto”, “Estoy flipando”, “Muchas gracias, vamos a perrear todos juntos”, fueron algunas de sus palabras. Perrear, perreamos, y nos lo pasamos muy bien. Después llegaron “Los Nastys”, que también traían una sorpresa: la batería, Luli, iba a dar su último concierto como parte del grupo. Este estuvo lleno de pogosy de un estilo macarra muy divertido. Entre pogo y pogo una declaración de amor del cantante a su novia, a la que conoció un año antes en este mismo festival. Uno de los guitarristas llevaba colocado un parche morado en el ojo, fruto de la noche anterior; ya sabemos que cuando oscurece siempre necesitamos a alguien. “Pájaro” sonaba al otro lado de la Alameda y fuimos hacia él. Bebimos un par de cervezas más y dimos por cerrada la tarde.

Quiero mencionar, a pesar de no haber podido asistir a dichos conciertos porque no tengo clones, que los conciertos vividos en el escenario del “Teatro Alameda” fueron estupendos según me contaron otros amigos y también por los vídeos que me llegaron por las redes sociales. Me refiero a los dados por: “Lorena Álvarez”, “Biznaga” y “Novedades Carminha”.

Después de cenar nos encaminamos hacia la sala “Holiday” para escuchar a “AWWZ” y “AKKAN”. En la zona de las salas (“Sala Calle”, “Sala Even” y “Sala X”) volvían a repetirse alguno de los grupos que habían tocado durante el día, dando por cerrada la jornada de la mano de “Yuraq Walla”, “Cigarretes & Alcohol DJs” y “The Parrots”.

El sábado me hice consciente de un hecho de fácil percepción: los festivales son una utopía que se hace verosímil por algunas horas, en este caso varios días. En el tercer día del festival volvimos a coincidir por enésima vez con las personas que compartían gustos musicales parecidos a los nuestros. La vida cotidiana pudo detenerse durante un lapso de tiempo: las cervezas, los cantes, los bailes y las risas se entretejían entre sonidos de bajos y de baterías. La gente no estaba dispuesta a pasarlo mal y, para mi sorpresa, de tan poca disposición al malhumor que había, no presencié ninguna pelea en el transcurso del festival; cosa bastante extraña, ya que el alcohol no trae consigo buenos augurios. La laguna utópica en la que estábamos insertos hacía mella en los rostros de las personas que habían asistido todos los días al festival: a pesar de vestir los trajes y gorros más modernos del mercado y calzar las Martens más relucientes de toda Sevilla, las caras de las personas eran violetas y pálidas como las de la familia Cullen.

¡Llegó el sábado cargado de música! “Marina Herlop”, “Mounqup” con su peculiar voz semejante a la de Björk, “Los estanques”, “Nadie canta”, “Baby Jesus”, “Melenas”, “Ladrillo y mujer”, “Poolshake” y un larguísimo etcétera componían el cartel del inmenso día. Por la mañana paseamos aprovechando los escasos rayos de sol por la ribera del río, maravilloso río, y comimos pasta en un restaurante de calle Feria. Los conciertos empezaban a escucharse desde el lugar donde comíamos y allá fuimos. “Mounqup”, como vengo diciendo, sonaba en ocasiones tan parecido a Björk que daba miedo, aunque las mezclas experimentales de las que pudimos ser partícipes no nos defraudaron en absoluto Después nos trasladamos a la sala Ítaca a escuchar a “Nadie canta” y corriendo para el café y a esperar a “The limboos”, que dieron un concierto maravilloso al que acudió más gente de la esperada. El escenario de la Fun Club estaba completamente colapsado. En el Studio 74 comenzaba tiempo después el concierto de “Darla Smoking”: ‘música de la tormenta’, fue como yo llamé a sus ritmos oscuros y decadentes. Después decidimos marcharnos para ver a “Los Jaguares de la Bahía”. El cantante se volcó una cerveza dentro de los calzoncillos para no pasar calor.

El Teatro Alameda esperaba, poco tiempo después, a “Perro”. Los visuales del grupo fueron de lo mejor que presenciamos en el festival y después de estos “Pony Bravo” ¡y después “Toundra”! El escenario del Teatro Alameda se propuso concentrar lo mejorcito. Ahora bien, antes de escuchar a “Pony Bravo”, fuimos a toda prisa al escenario de los coches de choque a escuchar “Bronquio”, el flamante Galgo. Llenó la pista al topey todos botamos contagiados de su energía. Un tipo se subió al escenario con un casco de moto puesto y bailó y bailó y bailó y las niñas y los niños chillamos y tiramos cervezas al aire. La guinda final, como siempre, estaba en las salas. A las tres de la mañana llegamos a “Mujeres” con una sala X completamente a rebosar. Después de estos nos fuimos porque se acabó la cerveza, literalmente. Este fenómeno también estuvo presente en el Teatro Alameda cuando estábamos viendo a “Toundra”. Supongo que el nivel de alcoholismo este año ha sido más elevado que en años anteriores (permítaseme la broma).

La utopía, pues, acabó, y con ella se fue la música, la cerveza y sus gentes. Días después seguía sintiendo la desazón que aparece cuando sabemos que nos falta algo. Mientras viva en la Ciudad de Las Luces, no faltará mi presencia en este festival, ya que gracias a él he podido descubrir algunos de los grupos de música que alegrarán mi entrada en el próximo año 2019.

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