Mikel Uraken toca y canta su visión del mundo, en clave heterodoxa y con raíces de folk euskaldun. Bizkaino del bilbaíno barrio de Santutxu, resulta un tipo amable y muy natural. Con un sesgo de timidez resultona y otro de sincera convicción en su trabajo. Cuenta tener pocos vicios. La música y el cine independiente europeo (con mención especial para el danés, Lars Von Trier) son algunos.
En los últimos días de 2015 ha cumplido un penúltimo sueño, al ver publicado su segundo elepé: “Neguaren Ostean” (“Después del Invierno”). Para charlar sobre él quedamos en el Zarata Jazz Café, un lugar de estratégica inspiración para varias generaciones de músicos y artistas, un rincón de libertad y creación que cambia de onda con el año nuevo. Cuesta pensar en un sitio mejor para hablar de su música.
Mikel, sin perder tu esencia, lo cierto es que este “Neguaren Ostean” suena diferente a tu primer larga duración (“Folk Songs For Tormented Souls”, 2013) en varios aspectos. ¿Es evolución natural o es acaso que han variado tus gustos?
Yo también me hago esa pregunta… El primer disco era más folkie, más enfocado a la guitarra acústica y armónica, un rollo más country americano. Al final creo que sí, no es más que una evolución natural. Verás, entre el primero y el segundo también saqué un EP de versiones, “Omenaldi Xumeak”, en el que grabé dos canciones de Neil Young y otras dos de grupos vascos; una de Anari y otra de Mikel Laboa. Estas dos últimas, que eran en euskera, de repente me hacían sentir mucho más a gusto a la hora de cantar. Tuve que reconocerme a mí mismo que utilizaba el inglés igual un poco por vergüenza, por timidez… Nunca había cantado hasta entonces, así que creo que me refugié en el inglés porque en aquel momento no me atrevía a hacerlo ni en castellano ni en euskera.
Y luego está la búsqueda de un sonido propio. En mi primer disco me veo más titubeante, resulta más como un standard de música country folk americana. A partir del cambio de idioma comencé a probar también con otras herramientas; otra guitarra y arreglos, otros amplificadores,… hasta encontrar un sonido más personal que, sin duda, estaba ligado a cantar en euskera y se reflejaba claramente a la hora de mostrar mi música en los directos.
Antes de ver uno de tus bolos me decían que el directo era, sin duda, uno de tus puntos fuertes. Has realizado más de cuarenta conciertos basados en tu primer trabajo. Imagino que en esta nueva etapa, de mayor comodidad interpretativa serán aún más. Pero al mismo tiempo será un reto de cara a tu audiencia.
Sí, aunque no me planteo grandes diferencias. A la hora de tocar en directo sigue siendo lo mismo. La audiencia encontrará que hay cosas nuevas, ha cambiado el sonido. Ahora toco con otra guitarra, con distorsión… Y aunque me ciño al disco y no a la improvisación, sí que hay finales de canciones que nunca interpreto igual. Lo que resulta natural por las fases de canto en un idioma inventado, haciendo solo onomatopeyas. Esa es una influencia de gente como Mikel Laboa o los islandeses Sigur Rós, que me encantan. Ambos componen e interpretan en sus propias lenguas pero no les ha importado cantar en idiomas inventados, a base de onomatopeyas sin más.
Por lo demás, suelo aislarme bastante del entorno y me ha dado igual si había más o menos ruido, gente hablando… En todo caso, y aunque las expectativas sigan siendo tocar todo lo que pueda, lo que sí trataré es de hacerlo en sitios pequeños, eligiendo locales y horas. Quiero ser más selectivo con respecto a dónde toco, ser consciente de que la música que hago tiene lugares idóneos. Si no eliges dónde expresarte correctamente, tampoco puedes tener queja de que alguien estuviera jugando a las tragaperras durante tu actuación. (risas)
Tu entorno se me antoja importante. A pesar de los cambios, te rodeas de gente conocida que participa muy activamente en el desarrollo creativo de tu trabajo, desde la imagen artística hasta las letras de las canciones. Cuéntame sobre ello.
Así es. Sobre el artwork te diré que es ya marca de la casa. Las portadas de mis discos son obras de Asier García Azkue, un viejo amigo que es un poco como yo en el sentido de la pasión por lo que hace. El tampoco vive de la música pero tiene muy buen gusto musical y artístico, y conoce y entiende lo que hago y cómo soy, así que se crea una sinergia perfecta. Para la estética de “Neguaren Ostean” simplemente le pasé una maqueta con los temas y dejé que él creara libremente la imagen a partir de la escucha de las canciones, lo cual me parece genial.
En cuanto a las letras, bueno, se basan en experiencias personales pero no son solo mías. Están hechas a medias con mi amigo Mikel Vega, de los Killerkume, que me ha ayudado a darles forma, aportando una parte más surrealista. No es un proceso extraño para mí; en el primer disco también conté con la colaboración de otro amigo, al cual yo transmitía ideas.
Por otra parte, y aprovechando la sonoridad del euskera, hemos buscado que fonéticamente suenen bien sin importar a veces que tengan demasiado significado. Como un cuadro abstracto, por así decirlo. El cuadro está ahí y tú vas a entender lo que quieras, vas a hacer tu propia interpretación. Las letras no dejan de tener su propio significado pero el oyente las va a entender como quiera.
Todo lo que me cuentas suena a buena mezcla. Hablamos de música tradicional y de folk vasco. Pero desde el placer por lo viejo y lo nuevo, y no sólo desde la admiración o la nostalgia. ¿Hablamos de folk euskaldun berria?
En cierto sentido yo entiendo que es también una nueva manera de interpretar el folk vasco, ya que no hay un sentido reivindicativo ni tampoco una búsqueda de un sentido concreto sobre el mensaje. Cada uno puede interpretar lo que quiere y al tener ese carácter es más abierto, más universal…
También he de decir que he tratado de huir un poco de ese concepto de canción de tres minutos, de estrofa-estribillo… No es que el primer disco tuviera esa estructura pero con el segundo ha sido un cambio tan personal que ya me daba totalmente igual ir más allá en el sentido de la duración de las canciones; si son de seis, siete u ocho minutos… Se trata de dejarme llevar completamente. Al final lo que ha salido es un disco de siete temas en unos cuarenta y dos minutos. A una media de casi seis minutos por tema.
Háblame del camino recorrido hasta parir esos casi tres cuartos de hora de “Neguaren Ostean”, de la gente que ha participado en la grabación, de la producción,… ¿Cómo se ha ido gestando el disco, Mikel?
Empezó a trabajarse hace casi año y medio, antes incluso de empezar a componerlo. Porque, como te explicaba, en la producción también incluyo esa búsqueda para encontrar cómo quería que sonara realmente. Hace dos años participé en el concurso Villa de Bilbao y gané el Letamina, premio para bandas noveles que propone anualmente Javier Letamendia. Un productor de gran reconocimiento por Euskadi, que además suele prestar asesoramiento sobre todo tipo de cosas acerca de la producción, tratando de dar sugerencias y soluciones para el encauzamiento de tu propuesta musical. Para mi supuso un espaldarazo brutal a la hora de confeccionar las ideas a las que ya estaba dando vueltas sobre mi estilo y mi sello personal. Estuvimos trabajando juntos durante cuatro días en su casa, que casi fueron clases particulares, porque hubo muy buena química. Después decidí que llevara la producción de mi trabajo hasta la propia grabación.
En casa de Letamendia, en su pequeño estudio casero, grabamos una maqueta. Una especie de boceto sobre el que hacerse una idea de cómo sonaría el disco, trabajar cambiando y puliendo cosas, etc… Y cuando tuvimos ese previo con la idea definitiva lo mandé a Estudios Garate, de Andoain. Concretamente a Kaki Arkarazo, un técnico de grabación mítico por aquí, muy conocido sobre todo por su trabajo con Kortatu/Negu Gorriak. Un tío que podría ser mi padre, bastante curtido en el mundo de la música. Pero también lo elegí porque yo quería grabar en cinta analógica y hay pocos estudios que te ofrezcan esa posibilidad. Fue coser y cantar porque además Letamendia y Arkarazo ya habían trabajado juntos antes. Estuve muy a gusto.
La cuestión de la grabación analógica o digital que no cesa según pasan los años… y más ahora, con la decadencia del formato compact-disc y la ya imparable resurrección del vinilo. El propio Neil Young insiste en que la fidelidad de sus grabaciones solo es apreciable a través del sonido analógico.
Eso es, estoy de acuerdo. De hecho, “Neguaren Ostean” se puede escuchar por supuesto en descarga, lo tengo subido a la red y tal… pero la edición física está en vinilo. Desde el principio pensé que, hoy en día, si se iba a hacer una inversión para contar con un formato físico, para mi tenía más sentido que ese formato fuese analógico, impreso en disco de vinilo.
Pareces haber llegado a tener muy claro lo que querías y cómo hacerlo. Trabajas sobre ideas propias, apoyándote en gente cercana para llevarlas a cabo y tratando de controlar todo el proceso. Pero hay cosas que se pueden escapar, como la distribución del disco…
Trato de que sea así incluso en el tema de la distribución, por lo que no me preocupa en exceso. Por decirlo de algún modo, me planteo que eso también sea muy do it yourself. La intención es que el disco solo se venda en tres o cuatro sitios de confianza. Por ejemplo, en Bilbao está disponible en la tienda de discos Power Records. Aparte de esos puntos de venta, por supuesto también está disponible en todos mis conciertos. Me parece adecuado y suficiente, teniendo en cuenta que Bilbo es una ciudad pequeñita y el disco saldrá en edición limitada de trescientas copias.
Has citado a leyendas, como Neil Young o Mikel Laboa. Y en cuanto a gente actual, Anari o Sigur Rós. ¿Qué otras influencias, gustos o referencias musicales destacarías?
Pues como te he dicho, a nivel técnico Javier Letamendia ha sido un buen referente. Y en un nivel estrictamente musical te puedo citar a Napoka Iria, Lisabo, Joseba B. Lenoir o Ainara Legardon, aquí en Euskadi. Del panorama internacional me gusta mucho Devendra Banhart, por ese sonido lo-fi tan oscuro… Y últimamente escucho bastante a CocoRosie, dos hermanas francesas que hacen una música completamente inclasificable… sucia, experimental, también muy lo-fi. Me encanta Bill Callahan, en una onda country-folk no muy lejana a Neil Young pero más contemporáneo, más alternativo. Igualmente me puedo poner a escuchar punk o metal, pero para salir, en bares… En casa, por lo general, soy más de escuchar música tranquila.
Música tranquila…. Sí, después de algunas escuchas de tu disco, percibo esa tranquilidad creativa e interpretativa. A veces me transmite cierto tono de melancolía, otras incluso diría que sugiere trance…
Para mí la música es una forma de expresión que refleja el sentir de cada cual y de cómo, a la vez, interactúa con su entorno, con su mundo. Es la sociedad en la que uno vive la que al final también inspira la música que haces. No te puedes abstraer por completo del entorno y de las cosas que ocurren a tu alrededor. Pero sí, mucha gente ha apreciado lo que me dices.
Creo que es un disco que recomendaría escuchar tumbado. Yo mismo con el test-pressing, alguna vez me he quedado dormido ¡escuchando mi propia música! (risas). Al final, solo quiero aportar mi granito de arena. Vivimos en sociedad, ella nos influye, nosotros también podemos influir en ella… Yo pongo sobre la mesa un disco que, por más que he buscado, reconozco que no he encontrado en Euskal herria. Porque es un disco grabado únicamente con una voz y una guitarra. Si hay otro, no lo conozco. En cierto modo reivindico esa, digamos, desnudez. Hay gente que, haciendo crítica constructiva, me dice que quedarían bien más guitarras aquí o allá. Lo respeto y me gusta pero esto es lo que yo quería hacer ahora.
Así que incluso podría llegar a decir que es un disco para dormir… en el buen sentido. Y si hay alguien que se queda dormido porque le aburre pues tampoco me importa, no busco gustar a todo el mundo. Yo me siento satisfecho con lo que he hecho y, si te duermes porque estás a gusto, o porque te has quedado ahí sobao, pues genial. (risas)