UNA PARADA EN UNA ESTACIÓN LLAMADA LA TIRANÍA DEL DÉBIL.
Acostumbro a aplaudir a los artistas que, después de un silencio prolongado, se presentan con una obra espléndida bajo el brazo. Ese silencio prolongado podría traducirse de muchas formas, pero para mí sobretodo significa ser honesto contigo mismo y con tus seguidores y, además, ser exigente con tu trabajo. ‘La tiranía del débil’ es el título del segundo disco de Luis Arronte y la primera reseña de Cabaña. A lo largo de la siguiente entrevista hablaremos de la prensa musical, de la actual escena granadina, de literatura, e incluso de barbas, pero, por descontado, hablaremos del nuevo disco de Luis Arronte que, dentro de su género, es de lo mejorcito que se ha facturado en este país en los últimos tiempos.

Han pasado algunos años desde Sólo ida. ¿A qué se ha debido un silencio tan prolongado?
A muchas cosas. Para empezar, yo no saqué ‘Sólo Ida’, me lo sacaron. Y mi inexperiencia en el sector profesional de la música era abismal. Así que cuando me quitaron la mano del sillín descubrí que era la primera vez que me había subido en una bicicleta (no sé si me explico). Además, en el aire se quedó colgada la posibilidad de sacar un segundo disco, supongo que para ello se deberían haber vendido más copias del anterior, y para nosotros en aquel momento era complicadísimo salir de gira. Luego me quedé sin trabajo, un drama por el que muchos hemos pasado en estos años –muchos es muchísimos-, pocos meses después de haber sido padre, y salir de esa situación me obligó a aparcar la música por completo. Me salían conciertos sueltos, sencillos, teloneos a gente a la que admiro mucho y carteles compartidos, cosas así. Si ‘La Tiranía del Débil’ ha salido adelante ha sido porque he conocido a los amigos necesarios, gente que son música, que se han empeñado en estas canciones más que yo mismo, en especial Raúl Bernal.
Tus letras son bastante literarias y acostumbran a poner el dedo en la llaga; para más inri -y a mi modo de ver- el hecho de que lo hagan de forma poética no le resta contundencia a las mismas sino que, más bien al contrario, contribuye a que el mensaje se inocule aún de un modo más eficiente. Cuéntanos algo acerca del proceso de escritura de tus letras.
Sí, creo en la poesía, más en las corrientes sugerentes que en las realistas. Cada letra tiene una reflexión previa, sobre historias personales, opiniones, sentimientos, y busco una forma de expresarlas con la que me sienta a gusto. También trato de alejarme de la idea original lo suficiente como para que cada uno pueda hacer su interpretación personal. El texto se adapta a la música, a los movimientos y las frases, para que todo tenga sentido. Y en ese proceso, a veces, caigo en errores, acentos trasladados, repeticiones que no son aliteraciones intencionadas, pero intento mantenerme fiel a lo que quería. Si es lo que quería decir, se queda. Todo esto que parece tan complejo, en realidad, es bastante natural. Simplemente vas haciendo y desechando, haciendo y desechando. Alguna obsesión tenía que tener yo, y ha sido esta. No obstante, respeto muchísimo la figura del poeta, creo que estoy a mucha distancia de hacer poesía, me parece algo mucho más serio y minucioso. Admiro a los amigos poetas que tengo como si fueran de otro planeta.
¿Cómo surgió la idea de crear Cabaña?
Era una idea que rondaba las cabezas de Raúl Bernal (Jean Paul) y Daniel Díaz ‘Gominsky’ (Estévez), que llevan decenios dedicados a la música de forma profesional y conocen los riesgos, placeres y sinsabores de este mundo. Y en esas, Raúl y otros amigos (Alfonso Alcalá, Marcos Muniz) me estaban ayudando a grabar, yo por entonces fantaseaba con un crowdfunding, pero me brindaron la oportunidad de estrenar la idea con este disco. El objetivo era claro: reunir capital entre todos para ser los dueños de nuestro destino, fuera un éxito o un fracaso. Y que todos nos apoyáramos, todos trabajáramos y todos fuéramos iguales. Para este tipo de proyectos tienes que saber con quién te juntas, y este equipo, al que hay que añadir la incorporación de Brío Afín a través de Fran y Chesco, es inmejorable.
¿Granada ya no es lo que era?
Últimamente ando peleadísimo con las nostalgias, verme a mí mismo diciendo que he vivido tiempos mejores o que las cosas son peores ahora me hace sentirme viejo. Granada ahora es otra cosa, y será otra cosa distinta dentro de diez años, no quiero hacer comparaciones. Se están haciendo cosas muy interesantes, están saliendo grupazos y discazos desde aquí, hay una nueva generación de gente excepcionalmente preparada –ojalá hubiera sabido yo lo que saben ahora-. Lo que pasa en Granada es lo que ha pasado en todo el país, que nadie tiene dinero, que las instituciones han dejado colgadas promesas muy importantes, que nuestros derechos se han recortado vilmente. Que se nos ha quedado cara de tonto. Y eso tiene su reflejo cultural, claro está. Y luego está la Granada profunda, esa que descubres cuando llevas ya muchos años viviendo aquí –o si eres de aquí, desde el principio-, que a veces puede ser terriblemente conservadora. Y muy pequeña. Pero muy, muy, muy pequeña.
Últimamente casi todo el mundo habla de una especie de revival de los 90. Tú que los viviste en primera persona, ¿qué es lo que destacarías de aquella década?
Sí, parece que la generación MTV será el próximo revival. Muchas cosas… En aquella década recuperamos el Do It Yourself del punk con un nuevo nombre, grunge. Nos abrimos por completo a la música internacional, nos aprendimos las letras en inglés, incluso nos atrevimos a hacer nuestras canciones en un idioma que nos era ajeno. De repente, la electrónica era buena. Tanto despotricar del bakalao en los 80 y acabamos todos bailando con los Chemical Brothers y derivados como si no hubiera un mañana. Nos importaba todo una mierda. Las cosas como son, nuestro nivel de compromiso era ínfimo, fuimos hedonistas hasta pasados los 25, salvo honrosas excepciones. Vivimos el nacimiento del trip hop, eso es nuestro y lo entendemos mejor. No sé si estaré acertado, pero creo que el bombardeo de información y contenidos al que fuimos sometidos (por no mencionar los albores de internet) nos convirtió en una generación particularmente sensible. Creo que ‘1979’, de Smashing Pumpkins, aunque de una forma un pelín cursi, es un himno generacional acojonante.
¿Qué libro tiene ahora mismo Arronte sobre la mesita de noche?
‘El niño que sabía hablar el idioma de los perros’, de Joanna Gruda. Una historia brutal, europea y en primera persona sobre la II Guerra Mundial, desde el punto de vista de un niño que vio y sobrevivió. Algo así como ‘La vida es bella’ de Benigni (no he leído ‘Al final derroté a Hitler’), pero con el carácter polaco, más ácido y menos hiperbólico.
¿Has dado alguna vez clases de canto o de guitarra o tu formación siempre ha sido autodidacta?
Autodidacta, una de las cosas que nos brindó el internet de los 90 fue ese milagro llamado “tablaturas” –en su espantosa castellanización- que nos decía dónde iba cada dedo y cómo se hacía cada acorde de cada canción de cada grupo que nos gustaba en ese momento, sin saber solfeo. Recuerdo aprender a tocar canciones de Dinosaur JR o de Posies con esos archivos de texto. Sin embargo, para la voz sí tuve algo de ayuda, estuve en un coro universitario, en el que además de aprender el ‘Gaudeamus Igitur’ me enseñaron a usar bien el diafragma, a colocar y proyectar la voz, a saber cuándo estaba afinado y cuándo no. Que Tomás Luis de Victoria estaba bien, pero yo lo que quería era aprender a cantar. Luego lo dejé. Sólo recuerdo la letra de ‘Eli, eli, lama sabactani’ de Deak-Bárdos (“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”) y de ‘In monte Oliveti’ de Prieto. Brutal.
Tengo la sensación de que la canción de autor se ha vuelto a poner en valor en los últimos tiempos. En caso de que estés de acuerdo con esta apreciación, ¿a qué crees que podría deberse?
¿Modas? No lo sé. El gran problema de la canción de autor es que se defiende con tu nombre y tu apellido, aunque sea habitual que en una banda sea una persona la que hace las canciones y el resto las adorna con más o menos licencia. Puede que en los últimos años se haya apreciado más el asunto de las letras, y la canción de autor suele cuidarlas más, aunque no de manera exclusiva. Como digo, eso de tener que figurar con tu propio nombre para tus canciones te expone muchísimo, y da vértigo. Y que mete en un mismo saco a Sabina o a Nacho Vegas con Jorge Drexler y El Chivi, y ya me dirás tú si hay diferencias…

Cuéntanos algo acerca del proceso de grabación de La tiranía del débil.
Fue algo entre amigos. Muchas pistas se grabaron en una casa en la Zubia, la de Adolfo, que nos dejó invadirle el salón y la cocina cuando teníamos hambre en la Semana Santa de 2014. Nos dejaron equipo de calidad y nos encerramos. Recuerdo que yo les daba la guía de voz por un canal, pero me tenía que ir a cantar al porche de la casa, y la gente pasaba y veía a un tipo con barba cantándole a un micrófono solo. El primer día muy bien, un risotto recién hecho y tortilla de patatas casera. El último, fui desesperado a un colmado a por pizzas congeladas y más cerveza. Acabamos reventados y con el estomago perforado por culpa de las putas pizzas. Raúl, Alfonso y Marcos fueron muy minuciosos y cuidaron mucho mis canciones, nunca se lo agradeceré lo bastante. A partir de ahí, guitarras eléctricas en local de ensayo, voces en el (pedazo de) estudio casero de Dani, el banjo de Fran, la guitarra de Víctor… Con calma, cuando se podía, repasando, repitiendo, ideando arreglos. Fueron meses y poco a poco. En noviembre mezclamos y masterizamos en Producciones Peligrosas; la implicación de José Antonio Sánchez también fue primordial. Si la mesa de mezclas de ese estudio hablara… Por ahí han pasado los más grandes, y siguen pasando. Como la idea original era destinar las canciones al vinilo, la grabación y la mezcla estuvo condicionada por el soporte, no había que reventar comprimiendo, había que ser sutiles y leves. El que quiera volumen, que lo suba.
Hace poco, he visto como en las redes sociales te encendías por cuestiones tan actuales -y posiblemente triviales para muchos- como el hecho de que estemos asistiendo a una especie de campaña anti-barba. Concretamente escribías: ‘No
me toquéis
los cojones. Firmado: Uno que se lava las manos siempre que va al baño y que en la barba hasta se echa una loción especial que le regaló su santa esposa.’ ¿Te consideras un hombre beligerante por naturaleza? Conectando esta anécdota con tu faceta periodística, ¿crees que el periodismo podría entenderse como una forma de hacer justicia?
Ja, ja, ja… Esa sentencia en realidad no me tenía tan indignado, era una broma. Espero que no se me malinterpretara. Ahora es cuando estamos aprendiendo a valorar el impacto de las cosas que hacemos en redes sociales. Algunas de mis opiniones más duras las vuelco en Facebook, pero de forma que sólo la vea la gente que quiero que la vea –y aún así, a veces meto la pata-. Sí, me gusta mojarme, y debatir, hasta discutir a veces. Y si alguien me tumba, acepto mi derrota, no siempre tengo que tener razón. El periodismo es necesario, ahora más que nunca. El cuarto poder es el único que puede controlar los desmanes de las instituciones –que a veces son simplemente torpezas de ineptos que se ponen corbata- y además el que debe velar por la veracidad de los fuegos que se prenden en las redes sociales. Alguien tiene que asumir la responsabilidad de lo que se dice y convertirse en la voz de los ciudadanos, y ese alguien tiene que ser el periodista.
No sé si la siguiente pregunta puede resultar un poco comprometida en el sentido de que te veo como juez y parte en el asunto. ¿Qué opinas en términos generales de la prensa musical en este país? ¿Crees que ha sabido siempre estar a la altura?
El problema general de la prensa, de todo tipo, viene marcado por una profunda crisis de la industria informativa. A veces creo que la gente no sabe hasta qué punto los medios de comunicación se han ido al carajo. Lo que antes en un periódico hacían cinco personas, ahora lo hace una y cobrando menos. Normal que no salga algo decente, bastante con que salga. La prensa musical, en los últimos años, creo que se ha volcado demasiado hacia ciertos fenómenos de “indie de masas”. Detrás de todo eso no hay otra cosa que dinero, que llama al dinero y genera más dinero, y hace que los medios sigan vivos. Pero sigue habiendo destellos de calidad y descubrimientos alucinantes. En resumen: Hacen lo que pueden. Es lo que hay.
¿Son los festivales a día de hoy un mal necesario? Muchos opinan que, el hecho de que los grupos no vendan discos, les está obligando a volver a lo que hacían en sus orígenes: tocar en vivo para ganarse los cuartos. ¿Comulgas con este razonamiento o crees que es una manera simplista de enfocar el asunto?
Por otro lado, las bandas cobran menos en un festival que en un concierto propio. Supongo que los festivales son menos arriesgados para todos: el público, los empresarios, los patrocinadores, los grupos. Llevar la música al directo es una cuestión muy particular, yo en un festival dudo que tenga hueco. Y ojo, muchos grupos y artistas no se ganan los cuartos tocando, se los dejan. Yo mantengo firme una opinión: Si de verdad te apasiona un disco, te lo compras y apoyas al que lo ha hecho. Aunque sea uno al trimestre. El resto me parecen excusas.
Porque te conozco y sé que eres un melómano y que has escuchado y escuchas de todo, no te voy a preguntar acerca de otro cantautor ni acerca de ningún grupo folk (aunque por el sonido de tus discos se te asocie con esto) sino acerca de Refused. ¿Qué te parece que, después de aquellos largos manifiestos antisistema, hayan decidido juntarse para grabar un nuevo disco con una multi?
¡Puf! Yo era fanático del ‘The shape of punk to come’, era el final del siglo y el final de esa etapa despreocupada que antes mencionaba. Empezábamos a querer decir cosas y a tomar conciencia. Para algunos, Refused o At The Drive In fueron el trampolín que les llevó a descubrir puntales del hardcore como Fugazzi o del melódico como Bad Religion. Me lo sé de memoria. Y me lo compré, claro. El que sacan ahora se titula ‘Freedom’, y espero que realmente hayan gozado de libertad para hacer lo que les daba la gana. Es lo único que esperaba de ellos. Aún no voy a valorar si el single me gusta o no, porque además sería una opinión personal en caliente que no tiene por qué importarle a nadie. Y sobre lo de editar el disco en una multinacional, no sé… Desde el momento que dejaron de tocar en salas de mala muerte para regresar y tocar en Coachella para docenas de miles de personas, ya Refused era otra cosa. Sinceramente, no es un regreso al que le haya hecho caso. Me quedo con ‘The shape of punk to come’, como me quedo con el ‘Punk in drublic’ o ‘Red medicine’. De ahora me interesan otras cosas.
Aún a riesgo de descontextualizar la letra, creo que la historia de nuestra generación o la de cualquier generación, podría sintetizarse perfectamente con el siguiente fragmento de tu canción ‘Cuarto menguante’: La batalla empezó con ardor y acabó en un instante / Se perdió el comandante / Y el ardor se extinguió / Implicamos a media ciudad en un crimen perfecto / Vuestro cielo se ha abierto / Nuestro buque se hundió. Te invito a que me des la razón o me contradigas, y, dicho esto, ¿qué te parece que tus oyentes nos apropiemos de tus letras hasta el punto incluso de osar a cambiarles el sentido?
Me parece perfecto. Fernando Navarro, que es quien ha escrito unas palabras de presentación para ‘La tiranía del débil’, me ha recomendado que no le cuente a nadie de dónde vienen realmente las letras. Él lo sabe, pocos más. ‘Cuarto Menguante’ está basado en un hecho real y puntual que viví en primera persona, pero quise tomar distancia y expresar a mi manera una sensación que se puede aplicar en muchas situaciones y no caduca. La de la frustración, la decepción, el esfuerzo baldío y la disolución. La rabia, el “casi”. Todos hemos pasado por ahí.
Para finalizar, ponnos un poco al tanto de tus planes más inmediatos.
Tocar, no mucho, pero sí tocar, cuando merezca la pena y empeñándome en mejorar. Ya tengo una edad y unos compromisos y no puedo liarme la manta a la cabeza. Que el disco se venda lo suficiente en el tiempo que tenemos planeado, porque en Cabaña, del capital que genera un disco se obtiene el necesario para editar el siguiente, nosotros no sacamos dinero con ellos, sacamos música. Y ya que me he puesto, seguir haciendo canciones.
Un abrazo
Video realizado por ‘La casa estudio’.
www.discoscabaña.com