Si no lo había hecho aún, Frank Carter hará que nos olvidemos de su pasado en Gallows o en Pure Love con esta nueva andanada de rock y hardcore actual que es su tercer disco junto a The Rattlesnakes. Él sigue siendo un animal escénico y un frontman de primer nivel. Pero es que además cuenta con la importante ayuda en las composiciones de Dean Richardson (Heights). Entre ambos no dejan títere con cabeza como ya ocurrió con “Blossom” y sus variados ecos que iban de Fugazi hasta Rage Against The Machine pasando por Faith No More y hasta los Sex Pistols. Y es que la voz de Carter tiene algo de la del mismísimo Johnny Rotten cuando se ponía más histriónico.
La vida le ha dado muchas vueltas a Frank en los últimos tiempos y hasta ha tenido problemas “mentales”. Eso no le impide dedicar el tema titular que cierra el disco a su hija. Ahora suena más pop-rock y más maduro y algo menos punk y agresivo. Puede así gustar también a seguidores de Foo Fighters, Queens Of The Stone Age o Eagles of Death Metal. ‘Love Games’ es puro indie rock con un buen estribillo.
‘Angel Wings’ o ‘Anxiety’ suenan sorprendente y agradablemente melódicas y ‘Heartbreaker’ es realmente pegadiza y por. Será single si no lo es todavía. Antes tenemos también un arranque épico y grave con intriga en ‘Why A Butterfly Can’t Love A Spider’ o la colaboración de Tom Morello en el siguiente tema. Eso sí, sigue con su punto punk y canalla en determinados momentos y sigue vivo y con ganas de contar cosas, aunque ahora se vaya más por temáticas personales. Tampoco abandona los temas de conflictividad social como ese ‘Crowbar’ que nos habla de los chalecos amarillos. Buenas guitarras las de ‘Little Devil’ y algo más enérgicos y cargados de rabia en una ‘Kitty Sucker’ que también entra dentro de los parámetros de los más impetuosos Foo Fighters. ¡Todavía vivo… y muy peligroso! (8)
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