Tercer álbum en solitario de esta artista belga que se mueve en terrenos ambientales y oníricos con una maestría digna de elogio. La música de este “No. 3” no es tal, apenas encontraremos estructuras, las melodías y armonías son tan sutiles que solo nos daremos cuenta de que están ahí justo en el momento en el que desaparecen, y su combinación de sintetizadores e instrumentos acústicos crean maravillosos paisajes cargados de textura en los que el dinamismo se ha sustituido por ciertos aportes de “tensión”, encarnados por “pilares” repartidos por todo el disco, en los que la música se torna algo mas concreta, pero sin perder en ningún momento su carácter explorador. En definitiva un disco calmado, lleno de sentimiento y belleza, que a primera escucha puede parecer algo “desestructurado” pero que florece con facilidad a poco que le demos una oportunidad. Recomendable. (7,5)

Kranky

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