Chelsea Wolfe “Hiss Spun”

21 September 2017 Texto: Pedro Rodriguez Ruiz. Fotografía: Bill Crisafi.

Chelsea Wolfe es plenamente consciente de que en sus manos esta actualmente la corona de las grandes damas del horror y el grito. Tanto como que ese gobierno de lo extraño y sórdido del metal más experimental y marginal femenino ha estado en manos de insignes brujas como Lydia lunch, Jarboe o Diamanda Galas.
Su trayectoria ha sido firme, pero su quinto álbum de estudio, “Hiss Spun” (Sargent House, 2017), es también una declaración de hermandad hacia los otros músicos que habitan en ese retorcido y perturbado mundo.
Su génesis artística es de vanguardia experimental, donde ha ido integrando los elementos básicos del gótico y el heavy metal en su independencia de cantante y letrista folk. Tanto sus propios méritos como inquietudes la han llevado a uniones fundamentales, como con el multi-instrumentalista Ben Chisholm, y actualmente con “Hiss Spun“, al Aaron Turner más creativo de toda su carrera tras Isis (Mamiffer, Sumac), o a Troy Van Leeuwen, uno de los cimientos más solidos y de los mejores arreglistas en the Queens of the Stone Age. Queda por mencionar como mano oscura entre sombras y maestro de ceremonias en su Salem natal, la producción de Kurt Ballou (actualmente presente como nexo de unión en estos cada vez más solidos aquelarres de artistas inquietos) y mencionar también la obviedad de su maña y maestría con el estilo de Wolfe en atmósferas y secuencias más electrónicas.
Hiss Spun” arranca como una vieja obsesión, su extraño titulo insinúa el malestar de cosas pequeñas o invisibles, como los silbidos. Locuras que desestabilizan y erosionan desde el interior fracturado. “Spun” arranca con distorsiones y espirales de irrealidad para entrar en un mantra denso de golpes, como una condena pesada entre la que viaja la lánguida voz de Chelsea, casi etérea entre sonidos densos y plomizos. El tema y el disco se presentan como una oscura maldición, como una invocación donde toman presencia los elementos y los instintos animales, pero es finalmente el sacrifico de los amores enfermos y vampíricos, de las relaciones drenantes que autodestruyen y solo dejan más dependencia. El principio del álbum ya es una declaración de auto tortura y de romper el condicionamiento del miedo, como un secreto susurrado guardado en su coro final “it was all and everything or nothing”.
El segundo tema, “16 psyche”, con la participación mencionada de Troy Van Leeuwen, fue el tema escogido como single y primer video oficial del álbum. El tema es otra prueba de la riqueza alegórica y letrista de Wolfe. El titulo hace referencia a un asteroide extraño perteneciente al cinturón entre Marte y Júpiter. Se especula por su formación mineral de hierro y níquel que fue el corazón metálico de un planeta similar a Marte que perdió sus capas exteriores por colisiones con otros cuerpos celestes. La letra asocia estos elementos cósmicos a una decadente relación sexual sin amor que sigue y se perpetua. Los elementos se siguen sumando: pura melancolía unidad a desorden.
El tercer tema ya había tenido sus anticipos pero da igual cuantas veces lo olleras antes de tener el disco: te explota en plena cara. “Vex”. Sumamos al Sr. Turner a la ecuación. Los efectos introductorios son de puro cine de terror, y dan paso a las bases más electrónicas hasta ahora del disco. Las pausas entre los versos de Wolfe son pura tensión contenida de rabia de amplificador. Casi el tema más corto (gana “Offering”) de “Hiss Spun“, pero sin duda el más desgarrado. La maldición del amor pervive, pero aquí se intuye como una maldad, una lucha, necesaria. Las voces guturales de Aaron entran como la narración de un Satanás lujurioso. Es venenoso y perturbador, pero ha sido invitado.
El núcleo central del disco es menos violento, atrae aromas tristes y dulces de un dolor casi resignado. “The Culling” dice: “I am depleted by love”. Como un dolor ya viejo de un infierno pasado.
“Particle Flux” aparece como un tema impaciente, los efectos y los golpes continuos de batería y bajo empujan con voluntad clara de impacto, pero las melodías vocales de Chelsea Wolfe mantienen el pulso etéreo de la canción. El segundo bloque rompe para demostrar que las necesidades de ambas líneas se sostienen y se ensalzan. Tras el, “Twin Fawn” nos quiebra con delicadeza y suavidad para romper en picos de denuncia: “You cut me open / you lived inside / You kill the wonder, nowhere to hide…” Como los mencionados gemelos, el tema es de simétrica estructura. Bajar y subir, para desaparecer en una nueva parte de riffs y ritmos atropellados que explota y desaparece dejando un agradable desconcierto.
Pero también hay espacio para la guitarra acústica y las cicatrices más aisladas, como con “Two Spirit”, puro platonismo visceral, donde las emociones juegan a la autocontención en las partes de desgarro, como un recuerdo sin arrastre a la locura de los desarrollos maestros de Neurosis.
La espiral de “Hiss Spun” no podía terminar sin destrucción. Con un vértigo similar de efectos comienza “Scrape”, Raspar. Las emociones van de la locura, a la necesidad y esclavitud dejando finalmente una costra. Es un desgarro donde se sacrifica la individualidad y el amor es una macara del dominio. La voz grita como una victima que reconoce su propia miseria. La música la ahoga. Queda enterrada en un silbido cíclico, como un vendaval que ensordece. Chelsea Wolfe es una artista de cicatrices abiertas. Su obra no termina en sanación. Es intensa y suave. Narra viejas y eternas maldiciones. No es lo último que oiremos de ella, ni de lejos. Y como las viejas brujas, atraerá más y profunda oscuridad. (9)

 

 

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