Alex Toth fue un genio. Pero lo más importante es que fue un genio serio. Sabia que ser artista en la industria de los cómics desde los 50 implicaba la posibilidad de tener que tragar cantidades ingentes de mierda. Y él no dijo nada. En una mano sostenía el lápiz sobre el papel y con la otra mano te enseñaba el dedo corazón mientras te miraba fríamente.
La industria del cómic como trabajo artístico pero mediático e industrial ha dado fruto de muchas obras gloriosas, pero no sin muchas piedras en el camino. Porque ser artista no es solo publicar. Es sacar lo que quieres y no lo que te dicen. Y lo bueno y lo malo siempre ha tenido estos condicionantes (y aun hoy en algunos mentideros). Trabajo aun mas duro. Tarea aun más esclava. Y Toth era un tío, como se diría, de los de antes. De poca o ninguna broma. Que quería hacer lo que tenia en mente. Y como alguno (Will Eisner) tuvo que desmarcarse de la corriente que llevaba el río. Eisner inventó la novela gráfica y montó un estudio independiente. Toth encontró un poco de alegría en la animación. Trabajó principalmente para Hanna-Barbera durante los 60 y 70 (aquella época de personajes anti-héroe le repateo aun mas). E incluso colaboró con Iwao Takamoto (Johnny Quest, Scooby-Doo!). Pero de tanto en tanto hacia cosas por ahí, entre DC comics o el Zorro (editoral Dell, finales de los 50).
¿Y qué nos perdíamos porque Toth no llenara las estanterías de cómics? Una de las mejores narrativas gráficas de toda la historia. Una línea fuerte y dinámica. Un dominio soberbio del claro oscuro. Un arte idolatrado por Miller, Chaykin, Josep María Beá o Jordi Bernet. Sus mujeres sonreían de verdad y los héroes apretaban los dientes y empujaban la viñeta hacia ti.
Todo lo que quería Alex Toth era hacer historias de aventuras. Y lo conseguía. Y una gran prueba de ello es Bravo for adventure (Planeta Agostini, 2017), su gran obra empezada en 1982 cuando ya tenia 52 años. Medio siglo de vida y toda la fuerza de un titán en la mano del lápiz y en el dedo que nos señala diciendo “me dan igual tus tendencias, esto es lo que hago”. Un puro y crudo gran tebeo de aventuras. Un héroe de los de antes, un Errol Flynn. Se regodeaba en clichés, fuertes y sanos clichés sacados de maestros de los 30 como Caniff y Sickles. El formato y la libertad de autores en Europa, como Hugo Pratt y su Balada del Mar Salado, también le emocimó. Y se retó ha hacer y desechar páginas cada tres ocuatro que creaba. Pero era una genial locura. Con libertad creativa. Puro cine negro y puñetazos crudos. Mujeres firmes que tumban hombres con rotundas palabras. Aviones que arden y pistolas que brillan en la oscuridad. Una fiesta del árte. Diversión y experimentación de un genio. Puro y gran Alex Toth. Un maestro canalla que no le importa que le leas. Allá tú.