El señor Benjamin Schoos vuelve a reafirmarse como el maestro belga del pop orquestal y también capo de la escena de París con sus producciones, además de ser dueño del inquieto sello Freaksville Records. También le apodan el Serge Gainsbourg del nuevo milenio y le va como anillo al dedo el calificativo. Ha trabajado también con Laetitia Sadier, de Stereolab, Alain Chamfort, La Féline, Stef Kamil Carlens, Michel Moers o con su protegida April March a la que ha impulsado enormemente en su carrera. Se suele hablar de grandes como Benjamin Biolay, Paul Roland o Jeremy Jay al referirse a sus trabajos. Este es su cuarto disco y también el más íntimo, noctámbulo, triste, romántico y orquestal de todos.
Así apreciamos en las nuevas canciones influencias clásicas del gran Erik Satie o de otros ilustres veteranos de la chanson como Henri Salvador. En un medio del prestigio de Uncut le han puntuado con un 8 y nosotros no vamos a ser menos. Comienza noctámbulo y romántico de verdad en un “I love you” dirigido por la caja de ritmos, pero con un grandísimo y emocionante piano. Gainsbourg está en el aire, pero también David Kitt o The Postal Service. Me encanta también “Un parfum de mostalgie” que es una preciosidad triste y solemne que suena realmente llena de nostalgia. Las cuerdas en este y otros temas del disco son divinas. Esos aires minimalistas a Satie se aprecian muy bien en “La maitre du monde”. Está dominada por voz y piano y solo al final se introducen también esos citados arreglos de cuerda. Otro buen momento es “Le grand paquebot va sombrer”, de nuevo con gran solemnidad y con un órgano eclesial cercano a los Moody Blues o a Procol Harum., pero también con aires techno en los sintetizadores. Luego se suma la flauta y hasta algunos toques progresivos a lo King Crimson. Finaliza con “Conducteur Fantôme” de manera triste y elegíaca casi narrando con su voz. En definitiva, su mejor y más personal disco. (8,5)
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