Wooden Cyclops aka Wesley James es como una tormenta de verano. Eso sí, una tormenta de los veranos de la década de los ochenta-noventa. Cada diseño e ilustración del artista es en sí un conjunto de pequeños elementos animados. Con mucho color, con mucho caos y con mucho infierno.

            Hizo lo que le apetecía desde que era pequeño: lo echaron del colegio porque le sorprendieron con un dibujo que disgustó a los profesores y se pasó toda su infancia pintando y patinando con sus amigos. No sigue un método estricto de creación, lo que busca es hacer obras que tengan un buen desarrollo orgánico. Trabaja para personas muy diversas y su producción no lo es menos. Podemos encontrar entre ella camisetas, cómics, dibujos a gran y a pequeña escala, merchandising, etcétera. En la actualidad está trabajando en un libro muy potente porque no está dirigido a un público estricto. Lo que pretende el artista es que tanto personas adultas como niños puedan disfrutar del mensaje. ¡Muy interesante!

            Tan impredecible es su metodología de trabajo que, según nos cuenta: “Me sumerjo en una especie de flujo de conciencia. Dejo que mi lápiz se deslice por donde quiera hasta que, accidentalmente, me topo con una idea que desarrollar”. Esto que dice es muy guay porque permite más libertad a la hora de crear algo significativo. Lo peligroso de seguir una metodología estricta es el encasillamiento al que eso te lleva. Eso sí, también es peligroso dejarse llevar por una de inspiración aleatoria. En general, no creo que ninguna fuente de inspiración sea aleatoria. El “flujo de conciencia” del que habla Wooden Cyclops no deja de ser un método que, a pesar de su flexibilidad, es muy efectivo. Estoy hablando, en definitiva, de los mecanismos que activan la corriente de ideas que esconden nuestras cabecitas.

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