La belleza siempre ha sido un tema recurrente en las distintas etapas de la Historia del arte: destaca el arquetipo ideal de perfección clásico, que fue recuperado en el Renacimiento y al que le siguió lo retorcido del Barroco, lo terrorífico en el Romanticismo y el todo vale de las primeras vanguardias del Siglo XX. Precisamente esta codificación presente en la sociedad es el objeto del trabajo de Winnie Truong, quien utiliza el cabello como herramienta para representar la simbiosis de lo bello (según el dictamen actual) y lo grotesco o inusual. Así, consigue provocar la sensación de distintas texturas y la suavidad de cabellos esponjosos que envuelven las figuras de maneras imposibles.
Soy Winnie Truong, vivo en Toronto, Canadá, y creo dibujos con crayón en papel a gran escala, inspirados en la relación entre el cabello y la belleza.
Desde siempre he dibujado, ya fuera en cuadernos o en la pared; cuando era pequeña encontraba la manera de marcar cualquier superficie disponible. Durante la adolescencia esta pasión no murió, y cuando me fui a la escuela de arte, la perseguí con la misma disciplina que hubiera tenido en cualquier otra carrera. Hoy en día, el dibujo me sigue dando una gran tranquilidad y felicidad.
En mi obra siempre he representado retratos o figuras humanas en una especie de relación imaginaria con el pelo, como una forma extrema de autoexpresión. Me gusta la idea de que las cosas hermosas pueden convertirse en grotescas con algunos pequeños ajustes, y algo familiar para nosotros se puede transformar en algo incómodo.
Reconozco que es muy extraño el hecho de hacer dibujos peludos para ganarse la vida.
Para mí, dibujar es un trabajo tan intensivo y un proceso tan solitario que crear ilustraciones y exponerlas al mundo me sirve de excusa para conectar con la gente. A nivel personal, dibujo porque es un proceso meditativo y obsesivo que me resulta agradable. En términos ideológicos, quiero plantear una nueva manera de ver la fuerte codificación de la belleza en la sociedad.
Soy una artista autónoma; reparto mi tiempo entre la creación de mis obras en el estudio y mi trabajo como ilustradora freelance. En Toronto hace mucho frío en invierno, que es mi época más productiva porque no hay mucho que hacer, excepto trabajar. En verano, la ciudad es más agradable, así que me dedico a dar vueltas con la bici, ir a galerías de arte y sociabilizarme.
La inspiración la encuentro, ahora más que nunca, pasando largas temporadas fuera del estudio para recargar energía. Viajar, ya sea por ocio o por mi trabajo como artista, ha sido decisivo en la búsqueda de nuevas inspiraciones y en la dirección que toma mi arte.
Respecto al proceso creativo, la mayoría de las veces empiezo la obra esbozando el dibujo de una idea que me gusta, y si resulta algo que creo que merece la pena, realizo un estudio de color para el diseño de la composición. Para mí es importante estar satisfecha con la obra en este momento, antes de perder tiempo y esfuerzo en llevarla a cabo. En cuanto a técnica de dibujo, utilizo pasteles para crear la capa de debajo y luego voy superponiendo capas con lápices de colores, con trazos cruzados para crear el efecto óptico de unión y uniformidad.
En relación a mis proyectos futuros, no me gustaría reducir posibilidades haciendo planes específicos; estoy abierta a todas las oportunidades y direcciones que tome mi carrera artística.
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