Los personajes de Nemos reflejan el hastío e indignación de su creador por la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Cada escena representa sus inquietudes, desazón e inconformismo, a través de una total libertad creativa. Sus collages, creados con papeles reciclados, muestran lo efímero del arte y proponen una interacción entre la calle (los transeúntes, la climatología y el propio paso del tiempo) y el creador.
Yo siempre he dibujado y lo que hago lo he aprendido por ensayo y error. Cuando era un adolescente empecé a hacer murales y a pintar en las calles. Primero con el aerosol, y pronto pasé a utilizar pinceles y colores acrílicos. Creo que la pintura con spray cancela cualquier tipo de contacto con la superficie de la pared; elimina la sensación táctil y emotiva que pueda surgir de diferentes materiales y muros. Sin embargo, las brochas, se convierten en una extensión de la mano, como si fueran tus dedos, un apéndice del cuerpo, percibiendo las sensaciones de los materiales sobre los que se pinta.
Experimenté con diferentes técnicas, para centrarme finalmente en el papel reciclado. El papel proporciona sombras y variaciones de color muy interesantes. Poco a poco lo fui utilizando para rellenar y luego ‘pintar’ mis dibujos, tratando así de eliminar casi completamente el uso de materiales industriales que tenía que comprar. El único color que no puedo sustituir es el negro, que uso para definir los contornos y volúmenes.
Soy un apasionado de la creación en su sentido más amplio, me hacen feliz las cosas que no existen, no tener reglas y ser capaz de crear lo que quiera. Por eso, pienso que dibujar, especialmente en la calle, es un gesto de libertad extrema. Creo que no podría hacer nada más en mi vida. Algunas cosas comienzan como un juego cuando eres pequeño y poco a poco se convierten en nuestra forma de vida; es algo inevitable.
El dibujo es un modo de comunicación muy poderoso; dibujar derrumba las barreras entre lenguas, culturas y latitudes. Me apasiona el hombre, las culturas del mundo y de la sociedad en la que vive, y esto se refleja en mi trabajo.
Mi naturaleza controversial y no del todo serena me llevó a concebir los personajes humanoides que son los protagonistas de mis diseños. La condición social, las constantes contradicciones, hipocresías, y la respetabilidad repugnante me llevaron a desarrollar una reacción a la depresión y la apatía hacia el ser humano y la sociedad en la que nos vemos obligados a vivir. Mis personajes son la traducción gráfica de lo que sueño y de lo que siento cada día. Trato de encarcelar el esfuerzo, la tristeza, la ansiedad y disgusto en los cuerpos blandos y deformados de mis dibujos, escondiendo entre las líneas de carne flácida la humillante condición humana. Así, las escenas que represento son paradojas, las pesadillas que me ayudan a describir aspectos de la vida real y un mundo lleno de contradicciones. Este es el objetivo de mis creaciones.
El tiempo que dedico a pintar lo comparto con mi trabajo con los niños; hago talleres y diseño de teatro en las escuelas con un amigo. Les cuento cuentos tratando de enseñarles que todo lo que creemos está bien, y puede ser dibujado, y que nadie puede decir si algo es bueno o malo, lo importante es que nos guste a nosotros. Trato de que la gente entienda que el dibujo es una poderosa manera de ser libres, de pensar y de ser capaces de redimirnos.
Personalmente, cuando estoy creando me inspiran muchas cosas: películas, libros, me encanta hablar y discutir con la gente.
En cuanto al proceso creativo en sí, he vivido y crecido en un periodo en el que la mayoría de los artistas callejeros se expresaba a través de colores en spray, y personalmente creo que esta técnica es una manera violenta e indiferente de dibujar.
Analizando lo que quiere decir pintar en la calle y hacer street art, intento utilizar en la mayor medida de lo posible materiales que vengan de la calle y que no han sido creados para dibujar. Así, empecé a usar fragmentos de papel reciclado que encontraba en vertederos y lugares abandonados para colorear mis dibujos, con el objetivo de minimizar el uso de materiales ‘industriales’. De este modo, encontré una manera de romper aún más las barreras entre los que ven y viven el arte en la calle y el que lo realiza.
Los primeros papeles que utilizaba eran hojas en blanco o gris, pero con el tiempo he descubierto muchos tipos de papel de diferentes colores, que varían dependiendo de la mezcla y de cómo se han usado anteriormente. También descubrí que el clima y el sol colorean, oscurecen o deterioran el papel, creando diferentes tonos e intensidades cromáticas completamente al azar.
Por la naturaleza del papel, que no resiste mucho a la acción del tiempo, a la intemperie, y que a diferencia de la pintura, es un material que se puede tocar y cambiar, decidí unir el acrílico con el collage. De ahí nació el proyecto ‘Antes y Después’. Con esta técnica podía jugar con diferentes cualidades y características de estos dos materiales. Así, los trozos de acrílico se mantienen, mientras que los productos hechos en papel están sujetos a la intemperie y la acción de las personas. Puedo dibujar huesos con acrílico y luego recubrir el esqueleto con una capa de papel que simula la piel. El papel, que se va cayendo y desgarrando, revela poco a poco el dibujo y así mi trabajo se convierte en cambiante y está en constante transformación. De esta forma, el tiempo y la acción de la gente contribuye a la evolución de lo que yo he empezado. Un transeúnte puede decidir cómo y dónde rasgar el papel para interactuar con la obra y modificar el diseño, siendo un participante en la ‘creación’. Así, he encontrado una forma de transmitir la causalidad del tiempo, la libertad y la acción arbitraria de las personas en un diseño que cambia constantemente, para no excluir a nadie de un proceso creativo que por su naturaleza debe pertenecer a todos.
Respecto a mis proyectos, no suelo planificar las cosas a largo plazo. Me concentro más en lo que estoy haciendo; en este momento me gustaría ir a vivir a otra ciudad.
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