La sensibilidad y delicadeza de la artista norteamericana Kati Williams conmueve a cualquiera. Empezó de bien pequeña con la escultura y el dibujo, para pasar más tarde a la pintura al óleo, la disciplina a la que actualmente le dedica más tiempo. Williams, que ya desde bien pequeña mostró interés por los pintores barrocos, desde los retratos de los pintores de la Bélgica Flamenca hasta la técnica pictórica del claroscuro de Caravaggio, ha desarrollado su obra en el campo del retrato.
Su particular sensibilidad, quizás catapultada gracias a más de 20 años tocando el violín clásico, se materializa en una obra en la que rostros y manos son los verdaderos protagonistas. Respecto a la disciplina a la que mayoritariamente se dedica, la pintura al óleo, nos dice: “Me encanta la sensación fluida y sedosa de la pintura al óleo y las pinceladas suaves y delicadas. El proceso es como una meditación sensual y agradable para mí”. La artista confiesa sentirse fascinada por la gente y sus historias, y siente que a través de sus rostros y manos se canaliza mucha información sobre ellos.
El proceso de creación de sus obras se caracteriza por, inicialmente, representar la obra en blanco y negro antes de pasar a color: “Prefiero empezar mis cuadros en una superficie negra o oscura e ir trazando las figuras desde la oscuridad a la luminosidad. Esta técnica de pintura indirecta fue utilizada por los antiguos maestros de la pintura que tanto admiro”.
Kati Williams, afincada en su natal Austin (Texas), está actualmente trabajando en una serie de retratos de divinidades femeninas llamada “The Efflorescent Sorceri”: “se centra en espíritus de flores personificados en mujeres”.
La obra de esta artista, que afirma inspirarse con la lectura de libros de mitología, fantasía y filosofía religiosa, sin duda no deja a nadie indiferente.
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