El trabajo de Javier Rosa trata sobre las personas y las emociones que la música despierta en ellas. Sus fotografías muestran la energía que hay tanto encima del escenario como a pie de pista, engrandeciendo a la música, a los músicos y a su público. Saca el máximo partido a la luz y otros recursos que el escenario ofrece para capturar las expresiones de los que están allí.
Soy Javier Rosa, fotógrafo desde hace más de 22 años y especializado en festivales desde 1999. Aporto mi granito visual a esta marabunta de programaciones estivales. Con la fotografía de conciertos uno mis dos grandes pasiones como son la música y la fotografía documental.
Comencé casi por casualidad, fotografiando con una vieja Nikon F3 bandas en clubs de Jazz y Blues en Madrid. Luego vendía series de copias en papel de 40×50 y decidí que podría ser un aporte interesante a mi penosa situación económica. Aunque las copas consumidas salían más caras que la propia venta de esas copias, la verdad aprendí mucho y disfruté más de ambas disciplinas.
Defino mi obra como casual, improvisada y terriblemente circunstancial. Suelo llevar los ojos y el oído muy abiertos cuando trabajo. El recinto de un festival está siempre lleno de escenas y aspectos visuales que se escapan en décimas de segundos. Me atrae enormemente intentar sacar el lado emocional de los asistentes ya que ellos también son parte de la programación.
Con mis fotos pretendo captar la emoción del momento que fotografío y provocar esa misma atención en quien visualiza esa escena fotografiada. Si la instantánea no posee un mínimo de lenguaje visual o emocional la descarto inmediatamente.
Lo más raro que he hecho… cuando vivía en Andalucía trabajé para un señor como chofer y fotografiando cortijos. Es extraño de explicar, pero era mitad bizarro, mitad divertido.
Además de dedicarme a la fotografía soy responsable del marketing en una empresa de alimentación en Madrid. De esta forma desarrollo otra de mis pasiones: el diseño de producto. Si pretendo vivir de festivales de noviembre a febrero, estoy jodido.
Tras más de 20 años, las cámaras se convierten en una mera herramienta de trabajo y solo las desenfundo cuando hay acción. Si hay un incendio un martes probablemente me verás allí. Si no prefiero estar tomándome un vino.
Durante un festival trabajo a un ritmo bastante endiablado. La inmediatez es muy importante por lo que no suelo tardar más de 3 ó 4 minutos en disparar la serie de fotos de la banda que tengo delante. De ahí salgo a mi oficina en el backstage y en menos de 15 min las fotos están procesadas y subidas a las distintas redes sociales del festival. El analógico hace ya muchos años que lo dejé.
Tengo algún proyecto en mente que puede que acabe mostrando algún día. Hace ya años que comencé a fotografiar servicios de caballeros en bares de carretera por todo el país. Los hay tan sorprendentes como las bandas que fotografío.
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