Emma Quintana nació en el barrio de El Ejido, Málaga. Sus primeros años se caracterizaron por la tradición cotidiana: en ellos se alternaron los juegos de niños en la calle con la humildad y la sencillez que aprendió de la mano de una madre maestra. Según nos cuenta: “Siendo mi padre oriundo de Asturias, tuve una infancia marcada por el viaje porque íbamos a visitar a la familia: el viaje al Norte supuso mi primera experiencia de la nostalgia y también del sentimiento de lo sublime frente a la magnificencia de un paisaje que yo experimentaba como inconmensurable”. Emma comenzó a experimentar desde muy pequeña que la contemplación estética del paisaje sublime excede a las ideas de la razón. Fue justamente la experiencia de la nostalgia la que la llevó a habitar lugares y geografías muy diferentes a la típica del sur de Andalucía: primero fue Irlanda y después Alemania.
Nos cuenta que su interés por la imagen visual comenzó desde que tuvo uso de razón: ingresó en la facultad de Bellas Artes de Granada con conocimientos artísticos elementales, lo que supuso para ella una fuente de aprendizaje y de esfuerzo. Allí fotografiaban a través de medios analógicos. Tal y como nos dice: “Por aquel entonces, la fotografía analógica era el medio fotográfico que se manejaba en la facultad. Disponíamos de un buen laboratorio. Sin embargo, la expresión de mi imaginario, así como la elaboración de un proyecto artístico no comenzó en este momento. En la facultad, aprendí especialmente a reflexionar sobre el lenguaje artístico, y también aprendí sobre técnicas”. No volvió a la expresión artística hasta 2012, momento en el que llegó a la ciudad de Weimar, Alemania. Fue allí donde consiguió una beca de posgrado, en la Bauhaus Universität, que supuso una verdadera confrontación cultural con su experiencia cotidiana: “Especialmente porque la producción artística quedaba inscrita como gran núcleo cultural y ontológico en Alemania. También en Alemania, la fotografía posee desde su germen una gran autonomía y tradición académica. Quizás fueron estos dos aspectos, unidos a una sensación de falta de sentido en mi vida personal, los que influyeron decisivamente en la creación de una motivación fotográfica que brotó como un magma”.
En 2014, cuando regresa a España, busca formación en la especialidad fotográfica realizando cursos, primero en el CAC y después en la Sociedad Fotográfica de Málaga, todos dirigidos por Eduardo D’Acosta. Este profesor influye directamente en la construcción del proyecto y del lenguaje de la fotógrafa: “Creo que la labor de Eduardo en los últimos años ha sido de gran recibo, en cuanto a la formación en lenguajes contemporáneos de numerosos fotógrafos de Málaga”. En la actualidad, la fotógrafa ha realizado una preinscripción para entrar en el I Máster Propio Universitario en Imagen y Comunicación de la Arquitectura.
Cuando le preguntamos qué significa para ella la fotografía, nos responde: “La imagen fotográfica me permite reflexionar de forma más incisiva y aguda que el pensamiento lógico. En la imagen encuentro un pumctum que no hallo en la palabra. En su inicio, la fotografía fue un medio que me posibilitó encontrar un camino de reconstrucción personal. Y lo fue a través del paseo de invierno. Mientras deambulaba entre los álamos de Park an der Ilm, situado en un valle de la ciudad de Weimar, contemplaba el color de la luz, o la quietud moribunda y helada del invierno. Buscaba que la vida emocional se proyectara en las imágenes del paisaje desolado”. Posteriormente, la fotografía se convirtió en un medio de proyección emocional e inconsciente sobre lo real: “Sobre sus personas, objetos, arquitecturas y espacios. Por eso, podríamos aludir a una fotografía en parte existencial. Digamos que mi método de trabajo hacia el proyecto fotográfico se ha caracterizado por la negación positiva del concepto (más bien ha sido la observación posterior del inconsciente óptico que registraba la cámara, la que ha definido el proyecto)”. A su vez, es importante destacar el interés que tiene Emma por el lenguaje de lo que se denomina Nueva Objetividad, un movimiento artístico surgido en Alemania a principios del siglo pasado donde prevalece el objetivo de registrar el mundo y su historicidad de forma objetiva.
El medio con el que Emma comenzó a trabajar es el analógico y, de hecho, es el medio que sigue utilizando a nivel actual. Según nos cuenta: “La inclinación por el medio analógico se debe a una predilección por las características visuales y físicas que otorga la película. Además, la fotografía analógica nos ayuda a reflexionar sobre la construcción de la imagen, algo que requiere de una constante discriminación de los elementos que la construyen. En otros términos, creo que la fotografía analógica favorece el proceso de aprendizaje y madurez en el lenguaje de la fotografía”. Desde hace algunos años, dispara en formato medio porque, según nos cuenta, aporta gran calidad a la imagen. Hasta hace poco tiempo, ha estado disparando con una Rolleiflex con objetivo Carl Zeiss 2.8. Esta cámara llegó a ella de mano de su padre, que de joven padeció: “Una furia temporal de fotógrafo que se esfumó con los años”, por lo que se dedicó durante algún tiempo a adquirir cámaras -entre otros objetos- en rastros de antigüedades de Suiza.
Emma no nos habla de diferentes proyectos, sino de un único proyecto “que con el tiempo se iría concretando”. Nos cuenta que comenzó a realizarlo en Alemania, en el año 2013: “Podría decirse que, en los primeros años, el proyecto representaba el viaje de invierno (Winterreise). Poco a poco se fue gestando Heimat (que puedo traducir como “hogar” o “tierra”), un proyecto que muestra las singularidades de esta cultura, pero a través de una realidad más bien distópica: a través de la representación de la arquitectura, los objetos y los espacios ajados de la parte oriental de Alemania. Heimat simboliza el hogar que no se encuentra en las condiciones actuales, pero que, al tiempo, se anhela”. La simbolización distópica de sus imágenes representa el estado actual de nuestra civilización. Según la artista, es el sentimiento de lo distópico una especie de puente capaz de trasladarnos hacia la adquisición de una mirada crítica sobre la realidad social y política del momento.
Su interés por el paisaje urbano procede de la propia tradición artística de Leipzig (Sajonia), gran referente para ella: “En este estado federado hubo una prolífica industria que comenzó en el siglo XIX, y que dejó sus huellas en un trazado urbano riguroso de grandes avenidas, y edificios de carácter monumental. Mencionar que una de las sedes de la Bauhaus estuvo en Dessau (1925-1932), muy próxima a Sajonia. Durante la República Democrática Alemana también se construyeron edificaciones con cierta estética brutalista. Tras la reunificación de Alemania (1989-1990), muchas de las industrias quedaron abandonadas ante la imposibilidad de competir en las condiciones del capitalismo, escenario en el que surgieron las ruinas”. Emma nos cuenta, a su vez, que el paisaje en Alemania está muy integrado en la ciudad: “En Leipzig (también en otras muchas ciudades) puedes estar en la ciudad y en el bosque al mismo tiempo. La demarcación entre cultura y naturaleza no está tan acentuada en Alemania. Puede que se deba a que el Imperio Romano, y la civilización cristiana/latina nunca sobrepasaran las fronteras del Rhin. Esta hibridación entre la ciudad y el paisaje (que en ocasiones es el bosque), genera una visión romántica en la mirada del transeúnte”.
Recientemente podemos encontrar parte de su producción en el fanzine “2Pájaros”, una iniciativa que surge de la mano de Rando y Miguel para publicar el trabajo de fotógrafos que no tienen una proyección demasiado extensa. Para Emma: “Lo interesante de estos chicos no es solo que den visibilidad a nuevos proyectos, que de otra manera quedarían suscritos a la voz democrática pero esterilizante y postergadora de Instagram, sino que además lo hagan con carácter intrínsecamente crítico. Y es que como dijo Walter Benjamin: frente a la estetización de la política, la politización de la estética, una afirmación que tiende a agudizarse en determinados proyectos visuales conforme se exacerban las contradicciones sociales. A través de sus publicaciones en fanzines, el colectivo de 2Pájaros persiste en un objetivo: el de editar la visualidad y narratividad de una imagen con capacidad de afección crítica y descosificante (si acaso mayor que la palabra)”. Si algo caracteriza a la línea editorial de los “2Pàjaros” es la de la construcción de una narrativa visual incisiva, y mordaz.
La alegoría es uno de los elementos con los que trabaja Emma a la hora de conseguir resultados en sus fotografías: “La alegoría, del griego allegoría viene a traducirse como «figuradamente», “lenguaje velado”. La alegoría es una figura retórica que tiene dos extensiones en el significado: 1. Un significado literal, y 2. Un significado figurativo. Éste último se refiere a la representación artística que tiene un sentido simbólico -pretendiendo vincular una imagen alusiva a un concepto abstracto. El propósito de la alegoría en el propio proyecto fotográfico pretende vincular la imagen de la ruina a un malestar cultural: se presenta la ruina, o lo ajado junto a lo humano como alegorías de una decadencia y crisis del orden vigente”. Asimismo, la fotógrafa malagueña se propone mostrar el arraigo melancólico de la historia frente a la representación trascendental, así como también materializar la nostalgia de la tradición de Europa del Este. Lo que persigue, fundamentalmente, es la formulación de lo siguiente: “La expresión artística no es ajena a las tensiones de su tiempo. Yo creo que el malestar de la cultura se expresa a través de la negación, la ruina o lo feo. Y esta huella visceral e incisiva tiene una urgente inevitabilidad en el registro cultural e histórico dada durante los periodos de crisis. Alemania, sus ruinas y la desolación que ella produce, me permiten indagar en estas temáticas desde la agitación existencial y desde la tesitura de “apenas hay alternativa”.