Mi primer viaje a la India fue posible recientemente por la gracia de Yeya, luchadora de Greenpeace y de lo que haga falta. No era un viaje turístico por los sitios legendarios sino un viaje al sur de la India para encontrarse con unos amigos. Llegamos a Bangalore, estado de Karnataka, la gente va con un vaivén por la calle, con una tranquilidad… Aquí el yoga y el ayurveda son como el psicoanálisis en Argentina. Tuvimos la fortuna de empezar desayunando en casa de los que luego serían amigos imborrables, a ras de suelo. Yo no me avío con las manos, yo mi cuchara, y ya sabéis, muy picante, pero sabroso, y el agua calentita con comino.
Después vienen los viajes nocturnos en autobus semi o totalmente sleeper, que tienen saltos y golpes semi o totalmente despertantes, que parece uno Indiana Jones de joven. Y llegamos a Madikeri, y en un rickshaw follao cuesta abajo, para terminar la parte del viaje de aventura dura, a la casa, a los cafetales, de flor dulce como el azahar, a las luciérnagas, esa era nuestra tele nocturna en Coorg.
Pasamos a la provincia de Kérala y llegamos a la playa de Kannur. Y de ahí a la legendaria ciudad portuguesa de Kochi, donde tuve el placer de hacer una pequeña actuación que mis amigos habían improvisado, acompañado de sitar y tabla.
Después, siempre dentro de Kerala, fuimos a Manantavadi, al campo de Uma, Rajesh y Chiya, vimos elefantes libres y esclavos, y campesinos negros y robustos con los dientes rojos. Visitamos el bosque de Kuruva, y el templo de Thirunelli.
El campo es una pasada, la gente muy amable, el taxi rickshaw de Bangalore es como un video juego acelerado. Esta parte sur de la India me dice Yeya que es más africana. Sí aquí, digo yo, llegaron y se asentaron los negros africanos y con los monzones se les fue alisando el pelo, y con esas especias se fueron poniendo azules. Estas tierras son muy grandes, decenas de estados, de idiomas, de leyendas, de dioses, de decenas de millones de personas. Dan ganas de volver.
Hablaros y presentaros a Kiko Veneno a estas alturas nos parece un poco absurdo, la verdad. Sólo contaros que en la actualidad ha hecho uno de nuestros discos preferidos del año pasado, “El Pimiento Indomable”, con el músico Martín Buscaglia. Un trabajo al que deberíais pegar vuestra oreja una larga temporada y disfrutar del arte de Kiko y este otro señor, Martín.
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