– En el segundo bloque, “Graffiti y Hip-hop de aquí”, introduces un apartado en el que presentas a otro de los referentes en el análisis académico sobre el graffiti desde una perspectiva histórica, antropológica y semiótica, Joan Garí. En una jugosa entrevista le planteas cuestiones relativas a las contradicciones y paradojas que genera esta forma de expresión dentro de la sociedad de consumo. ¿Qué piensas tú al respecto de las paradoja arte-vandalismo y arte-consumo?
Desde las instituciones, al mismo tiempo que se persigue el graffiti, se incentiva el arte urbano como aliciente turístico y económico. Actualmente se observa como la cuestión relacionada con el grafiti sigue creciendo cada día, y esto gracias a las grandes aportaciones del pasado como base, y por la accesibilidad en las comunicaciones que aumentan cada día y permiten el enriquecimiento cultural que, por otro lado, no exento de cierta disyuntiva, se halla en una encrucijada moral y ética subyacente, por un lado, entre lo legítimo y admitido o permitido, y por otro, entre lo ilícito, indebido y prohibido. Sin duda, un dilema que por ahora resulta complicado erradicar y parece destinado a adaptarse y convivir en este marco de circunstancias. Tal y como señala Garí, toda esta paradoja es inevitable, porque el escritor de graffiti actúa al margen de la ley, pero eso no está exento de su valor cultural y artístico. Para algunas personas los graffitis son actos vandálicos que ensucian la ciudad, y para otros es un signo de identidad y autoafirmación. El grafiti no es un capricho o un caso aislado, es una práctica, establecida, continuada y con códigos comunes. Cuando el poder tiene algo que decir utiliza el Estado, los medios de comunicación y todos los recursos que tiene a su alcance. Las paredes son el soporte del pueblo, tal cual. Cuando hay personas que nos preocupamos por contar el origen de esto, comunicarlo a través de libros, en los medios, artículos, eventos, exposiciones, talleres… todo eso legitima al graffiti como documento histórico, lo convierte en algo serio y lo dignifica. Sin duda la conversación con el escritor burrianense Joan Garí es de las más interesantes y reveladoras del libro. Joan publicó Signes sobre pedres (1993) y La conversación mural (1995), dos libros sobre grafiti que tuvieron mucha relevancia ya en su momento y, con el paso del tiempo se han convertido en todos unos clásicos en la materia, siendo objeto de estudio obligado para cualquiera que quiera investigar sobre el tema del grafiti. Desde mi punto de vista la definición más acertada de grafiti es la de Joan Garí, donde se refiere al grafiti como una cosa espontánea realizada de manera voluntaria sobre cualquier apoyo que no estaba pensado para escribir o pintar encima, y parafraseándole: “es grafiti si la pared donde lo haces no es un lugar legal para hacerlo, así de simple”. Es cierto que con la institucionalización y mercado del grafiti hoy pierde romanticismo, pero gana proyección, y su normalización ha favorecido saltar de la calle a los museos o festivales y crear un legado del arte mural como herramienta educativa y de cambio social. Muestra de esta apertura es por ejemplo la primera exposición que tuvo lugar en 2022 sobre graffiti y cultura hip hop en el Museo Nacional de Antropología en Madrid, gracias al trabajo de Francisco Reyes y Alberto Mingote. El artista es libre de crear como le plazca, ajeno a entrar en el circuito artístico privado o público, pero en todo caso, institucionalizado del mercado del arte, y dependiendo del grado al que se someta, así irá siendo su pérdida de libertad creativa y expresiva, porque el sistema coacciona indirectamente y el mercado del arte ejerce presión, algo a lo que cualquier artista no puede ser ajeno si quiere que su obra forme parte de la sociedad, hecho que ocurre en el mismo instante que el artista expone la obra de manera pública. Sea como fuere, el graffiti libre siempre existirá, y algo que ya no tiene marcha atrás, es que el graffiti ha logrado cambiar el imaginario estético de absolutamente todas las ciudades del mundo.