Rara avis en el panorama artístico local, Kike Res se dedica a múltiples facetas culturales; desde el comisariado de exposiciones hasta la producción musical, pasando por numerosos campos afines. Definirlo es limitarlo. Con un discurso atractivo y contrario al camino que se ha vendido como conveniente para alcanzar un presunto éxito profesional, su postura cobra hoy especial importancia.
Me da la sensación de que eres una persona muy inquieta. Comisario, divulgador, artista, productor musical … ¿de dónde vienen tantos intereses?
Hace años vi una entrevista a Orson Welles donde se mostraba en contra de la especialización, y realmente resonó conmigo. Algunos de mis mayores referentes se dedican a muchas cosas al mismo tiempo. Quizás mi incapacidad para centrarme en algo durante largos ratos motivó esta pluralidad de necesidades, pero desde pequeño he sido una persona curiosa. Ahora me ayuda tener diferentes proyectos al mismo tiempo, ya que puedo ir rotándolos en mi rutina y me mantiene motivado.
Vamos a comenzar por tu faceta de comisario y gestor, ¿qué proyectos has llevado a cabo hasta el momento y cómo se los explicarías a alguien que no los conozca? (Fish People, por ejemplo)
Creo que esta pregunta es inabarcable si realmente se pretenden comprender todos los proyectos… Como miembro y coordinador de la Oficina CO2 (mi equipo comisarial), hemos realizado exposiciones colectivas como Fajalauza 2020(Palacio del Almirante, Granada, 2020) o Tiempo Muerto (Museo de Málaga, 2023), un proyecto de mediación artística con un grupo de vecinas del Zaidín denominado Transistor (2021-2022), dos ediciones del Festival de Arte Virtual Noise is (not) Data (2020-2021), un disco instrumental titulado Beats to Curate To (2020), una larga serie de programas en vivo sobre arte contemporáneo llamada Breathing Sessions (2020-2021) e incluso escribimos un libro: En el Sexto Pino(Universidad de Granada, 2022).
En solitario apenas he tenido tiempo para dedicarme al comisariado, la única excepción reciente fue precisamente Fishpeople (Espacio Cero, Contenedor Cultural de Málaga, 2022). Esta exposición colectiva reunía a un grupo de artistas (y amigos/as) que se conocieron pintando graffiti. Sin embargo, había otra cosa que tenían en común y que habían pasado por alto: el buceo. El proyecto establecía una relación entre ambas actividades en una instalación inmersiva donde el público tenía que hacer uso de linternas para acceder a las obras, y podían llevarse algunas fotografías que el grupo había tomado tanto en sus excursiones diurnas a la playa como en sus misiones nocturnas para pintar en la calle. El archivo fotográfico era fundamental para entender las relaciones interpersonales del grupo y los vínculos establecidos por medio de su práctica artística.
¿Qué crees que puedes aportar en el terreno del comisariado local?
Lo más importante de cualquier proyecto local es la implicación honesta de sus agentes en el lugar donde aquello pretende ocurrir. La aproximación debe ser genuina y desinteresada y, en cualquier caso, debe beneficiar a ambas partes. No creo que sea necesario ninguna cualidad excepcional para poder contribuir al terreno local, solo entusiasmo y empatía con lo que allí ya está sucediendo.
Me gustaría tener más oportunidades (y tiempo) para poder aportar algo al terreno cultural de mi ciudad, pero mi implicación actual depende de factores que no controlo, desgraciadamente.
¿Cómo entiendes este campo en la actualidad y qué centros o proyectos son tus referentes?
Málaga lleva años siendo absorbida por la incesante burbuja especulativa del panorama museístico internacional. Quieren vestirla como ‘’la ciudad de los museos’’ sin plantearse qué es lo que la ciudad quiere o necesita ser en realidad. No recuerdo la última vez que fui a un museo en Málaga y disfruté una exposición (y los visito con mucha frecuencia). Creo que los mejores proyectos expositivos que se han realizado en la ciudad en los últimos años han salido de la Facultad de Bellas Artes o de propuestas al margen. Echamos en falta más espacios pequeños, autogestionados, donde los y las artistas de la ciudad puedan mostrar sus proyectos. Pero la situación laboral y la subida de los alquileres imposibilita la capacidad de actuación. Solo un par de galerías resisten como pueden. El impuesto triunfo de los museos aplasta lo local, aunque albergo esperanzas.
También has tenido un espacio de divulgación en El Cubo, un espacio audiovisual en el que has conducido un programa de arte contemporáneo. Háblanos de ello.
El programa surgió de un prototipo que yo ya había desarrollado online durante la investigación de mi TFM, donde yo invitaba a gente desconocida a charlar sobre un tema sorpresa. Al convertirlo a un formato presencial, le di el nombre de ZigZag: El Mundo Contra el Arte Contemporáneo. La premisa era sentar a dos personas del mundo del arte (artistas, comisarios/as, profesores/as, investigadores/as, etc.) junto a dos personas externas al mundo del arte para hablar sobre tres o cuatro obras de arte contemporáneo que giraban en torno a una misma temática, material o concepto. Era un experimento de mediación artística muy directo, desenfadado y sin muchas pretensiones. Simplemente quería ver qué pasaba si juntabas a cuatro desconocidos a hablar sobre arte contemporáneo. No quería hacerlo solo con gente que supiera del tema porque podía ser endogámico y terminar ahuyentando a gente que no estaba tan metida. Para mí los discursos no expertos tienen mucho valor. Creo que fue un gran ejemplo de que cualquier persona puede disfrutar el arte contemporáneo independientemente de su formación o conocimientos sobre el arte actual. Además, los programas eran muy divertidos.
En cuanto a tu faceta como creador, uno de tus últimos proyectos es la (re)creación de una cafetería de Bellas Artes en la propia Facultad de BBAA de Málaga. ¿De dónde surge esta idea?
De una necesidad imperante. Desde la creación de la Facultad de Bellas Artes de Málaga, ésta nunca ha dispuesto de cafetería. Era un espacio estrictamente necesario para el alumnado, pero ni ellos/as ni el centro podían hacer nada para remediarlo. O al menos eso pensaban. A mí me seleccionaron por convocatoria para exponer en la sala de exposiciones de la Facultad y decidí que si quería hacer un proyecto site-specific, es decir, que fuera coherente con el contexto, lo que menos sentido tenía era meter otra exposición en el centro. La cafetería era mucho más urgente y, aunque no disponía de los medios para montar una cafetería real, con un poco de imaginación y la ayuda de mucha gente pudimos hacer algo increíblemente valioso. Tanto que, aunque la cafetería solo iba a durar un mes, ¡se ha quedado de forma permanente en el centro bajo la autogestión del alumnado por medio del Consejo de Estudiantes!
¿Tiene que ver con una determinada línea en tu trabajo, o cada proyecto es independiente?
Supongo que mi trabajo navega una línea reciente que tiene que ver con el descanso, el ocio, el trabajo, el cansancio, el tiempo libre en relación al tiempo laboral y, en general, todo lo que orbita en torno al sistema de producción. La inacción y la no-producción se han convertido en herramientas esenciales en mi práctica artística y en mi día a día. Esto es evidente si se observa una de mis últimas exposiciones, Los Descansadores (Palacio de los Condes de Gabia, Granada, 2023). No obstante, cada proyecto es un mundo y se aborda en función de sus necesidades específicas. No me gusta limitarme a un tema o disciplina.
También hemos podido disfrutar de tu faceta musical en el terreno del hip-hop, ¿qué destacarías de tus trabajos en este campo?
Mi relación con la música empezó mucho antes que mi relación con el arte contemporáneo. Llevo escribiendo canciones desde hace más de trece años y produciendo música desde hace cuatro. El único problema, como en todo lo demás, es el tiempo. Tengo pocos momentos libres para dedicarme a la música y unos recursos muy limitados (ya que no tengo formación músical ni equipos de producción). Solo dispongo de un ordenador, un par de monitores, un micro, una tarjeta de sonido y poco más. Aprendí a producir, a grabar y a mezclar con vídeos de YouTube y consejos de amigos. Por eso intento centrarme en las ideas más que en la ejecución. La técnica siempre te la da el tiempo. Las ideas no vienen con tanta sencillez. Destacaría mi albúm Villanismo (2021) y adelanto que llevo más de un año trabajando en el próximo, que se titulará La Ley Del Cansancio. Estoy deseando sacarlo.
Otro de los proyectos en los que has participado ha sido en el cortometraje Los días de lluvia, de Javier Artero, que fue presentado en el último Festival de Málaga. Háblanos de cuál fue tu papel en él y cómo lo encaraste.
Soy muy amigo de Artero y conocía el proyecto. Sabía también que le estaba echando una mano con las grabaciones Alberto Cajigal, que junto con el propio Artero fueron los directores del videoclip de mi canción El Sueño del Villano. Yo ya había hecho una pista de sonido ambiental para la versión expositiva del proyecto, que se mostró en el Palacio del Almirante (Granada). Para la versión monocanal, Javi no quería limitarse a un sonido atmosférico en bucle sino dotar al film de un sonido completo. Me comentó la propuesta y terminó enviándome el corto sin ningún tipo de sonido. Tuve que encargarme de toda la música, efectos, transiciones y por supuesto la mezcla final. ¡¡En menos de dos semanas!! Fue una locura, pero quedamos muy satisfechos con el resultado. Lo sentí como un reto, ya que nunca había compuesto para nada que no fuera mi propia música (o la música de otras personas). Pero salió genial. Mil gracias a Javier Artero por la oportunidad.
Por último, y observando el amplio abanico de disciplinas entre las que te mueves, coméntanos cuáles son tus planes futuros, y si Málaga forma parte de ellos.
Me temo que Málaga no entra en ninguno de ellos ya que voy a mudarme a Valencia muy pronto. Mi plan es hacer un máster para luego meterme en el programa de Doctorado en Bellas Artes de la UPV. Me da pena abandonar mi ciudad otra vez, pero necesitaba avanzar en mi futuro laboral. En la UMA no hay programa de doctorado en Bellas Artes así que me veía entre la espada y la pared. Llevo un año trabajando en hostelería para poder ahorrar y tratar de independizarme, sin mucho éxito. Espero que esta nueva etapa me deje algo de tiempo para mis proyectos, pero si no… encontraré otra forma de hacerlo. ¡No queda otra!