ETIENNE CHARLES.
UNA TRADICIÓN EN (ETERNA) TRANSICIÓN

5 February 2019 Texto: David Moreu . Fotografía: blanco y negro: Khalid Ibrahim // Color: Maria Nunes.

Hace unos años parecía una utopía, pero hoy podemos afirmar que el jazz vive una nueva época de esplendor en todo el mundo. Como si se tratara de una máquina del tiempo sacada de las páginas de una novela de ciencia ficción, este género musical envuelto en mil leyendas ha vuelto a marcar el pulso de la actualidad musical gracias a un ejercicio que consiste a mirar hacia el pasado para reinventar el futuro de su tradición. Aunque nosotros como espectadores únicamente podemos contemplar es ese breve lapso de tiempo presente que ha logrado acaparar titulares en la prensa gracias a los trabajos discográficos de una nueva generación de artistas. La fugacidad de un instante explosivo y salvaje que muchos intentan explicar con palabras pero que sólo encuentra su razón de ser en la experiencia sensorial. Esto es lo que sucede con el sonido de la trompeta de Etienne Charles, un músico nacido en la isla de Trinidad y Tobago que se ha convertido en uno de los jóvenes abanderados del jazz con ecos tropicales del siglo XXI. En sus discos confluyen de manera promiscua el groove norteamericano y el feeling caribeño, al mismo tiempo que nos propone un viaje por una historia cultural que se remonta a los días de la emancipación de los esclavos africanos en las colonias de ultramar. Aprovechando que acaba de presentar el ambicioso álbum “Carnival: The Sound of A People Vol. 1”, hemos hablado con él para conocer su personal visión de la música y los secretos de una carrera que lo posicionan como un referente de la vanguardia sonora.

Te propongo remontarnos a los inicios de esta aventura con ecos revolucionarios. ¿Qué recuerdos tienes de tu adolescencia en Trinidad y cuándo descubriste tu pasión por la música?
Los años 80 y 90 fueron muy especiales en Trinidad porque se vivió la época dorada de las “steel bands” y de la música soca (un género derivado del calipso). En aquellos días las Brass Bands todavía interpretaban soca en las calles durante la celebración del carnaval y mis padres apoyaron siempre mi pasión por la música. Además, mi madre se preocupaba de que el tocadiscos o la radio estuvieran encendidos en casa. Por aquellas fechas, mi padre tocaba en una banda llamada Phase II Pan Groove que participaba en diversas competiciones. Todavía hoy sigo fascinado por lo que hacían. Y no quiero olvidar a los maestros que tuve en primaria, Mr. White y Mrs. Camejo-Jagbir, que nos hacían cantar y nos enseñaban música cada día.

 

 

Te licenciaste en los programas de jazz de la Florida State University y de la Juilliard School. ¿Qué destacarías sobre tu experiencia como estudiante en estos dos centros tan emblemáticos?
Florida State fue especial porque entonces tenía un pequeño programa de jazz y disfrutamos de mucho tiempo individual con cada uno de los profesores. Nos hacían participar en conciertos y se aseguraron de que desarrollásemos nuestros instintos musicales en el contexto de una banda. Marcus Roberts, Leon Anderson y Rodney Jordan fueron mis mentores y me llevaron de gira para aprender esta música. También tuve grandes maestros de trompeta, como Bryan Goff y Scotty Barnhart. Esta universidad resultó una experiencia única debido a que tenía una gran cantidad de grupos de alto nivel enraizados en diferentes culturas: salsa, blues, gamelán balinés, steel band, música ugandesa y muchas más. Yo toqué las congas en la banda de salsa y entonces fue cuando realmente empecé a profundizar en los ritmos caribeños. Por su parte, Juilliard fue increíble porque había muchos jóvenes artistas motivados y maestros fantásticos que llevaban nuestras habilidades hacia el siguiente nivel. Entonces actué mucho en el Jazz at Lincoln Center, desarrollé el concepto de mi banda y surgió mi identidad como compositor, artista y ciudadano.

Muchas veces se afirma que el jazz es una música instintiva y salvaje, que no puede aprenderse en ninguna escuela. ¿Qué cosas descubriste en las aulas que te hayan resultado útiles en tu carrera?
Por lo que se refiere a herramientas que me hayan resultado útiles, fue en la Florida State que me di cuenta de que mi música debía ser temática y que siempre debía contar una historia. Tocar en tantas bandas distintas me preparó para afrontar las diversas situaciones de directo en las que te puedes encontrar. Entonces tenía una actuación semanal en un club y eso me permitió entender cómo debes preparar un repertorio e interactuar con el público. Esa residencia también me enseñó la importancia de la resistencia física y mental que se necesita para tocar tres o cuatro sets en una noche. En Julliard descubrí la habilidad de hacer arreglos y orquestaciones. Además, participé en algunas sesiones de grabación que me resultaron útiles para definir mi estilo de composición. Actualmente, ser capaz de hacer arreglos y componer para diferentes formatos de banda te ofrece más oportunidades de trabajo.

 

 

En tus primeros álbumes experimentaste con diversas tradiciones de jazz y te acercaste a su vertiente más tropical. ¿Podríamos decir que Nueva Orleans es el punto más al norte del Caribe?  
¡Nueva Orleans es definitivamente el punto más al norte del Caribe! Eso se debe a su historia colonial, que es distinta a la del resto de los Estados Unidos. Las conexiones que existen entre esta ciudad, Haití, Cuba y el Caribe Francés son muy fáciles de reconocer porque existen muchas similitudes en sus tradiciones musicales, en los personajes de carnaval, en los disfraces y en la comida. Todo esto es un resultado directo de las migraciones que hubo entre esos lugares en 1700 y 1800, antes de la abolición de la esclavitud en Norteamérica y Cuba. Siempre me ha interesado todo lo que ha contribuido a hacer tan especial aquella música. Por este motivo, el contexto social a lo largo de la historia es tan relevante. En la universidad aprendí sobre lo sucedido en los años 60 y 70 en Trinidad con el movimiento del Black Power. Fueron unos tiempos muy tensos y la música se convirtió en un reflejo de lo que sucedía en las calles.

El jazz siempre ha tenido una tradición oral y la figura de los mentores aún es muy relevante para los jóvenes artistas. ¿Crees que esta costumbre se está perdiendo con las escuelas de música?
La figura de los mentores es una de las tradiciones más importantes de esta música. Estoy agradecido de haber tenido al lado a “tutores” muy especiales que me han guiado. Por ejemplo, Marcus Roberts, Ralph MacDonald, Leon Anderson, Papo Carrasco y Rodney Jordan me han ayudado a desarrollarme como intérprete, pero también contribuyeron a que creara mi propia visión de la música en base a mi herencia cultural. Cuando me trasladé a Nueva York, la figura de los mentores continuó con Wynton Marsalis y Monty Alexander. En mi carrera académica también he tenido la enorme suerte de contar con Rodney Whitaker y Sean Jones. Esta tradición sigue viva con las escuelas de música, a pesar de que se necesitan más espacios para que los jóvenes músicos puedan desarrollar su talento en directo. En la Michigan State University, donde doy clases como profesor, gestionamos el departamento de música como una familia y el concepto de los mentores funciona a todos los niveles. ¡Tenemos cuatro generaciones de mentores!

 

 

A lo largo de los años has acompañado a artistas como Roberta Flack, Wynton Marsalis, The Count Basie Orchestra y Maria Schneider. ¿Cómo definirías la esencia de los músicos de sesión?
Para tener éxito como músico de sesión se necesita ser flexible, fiable y hábil al tocar. La flexibilidad significa adaptarse a los cambios rápidos en los arreglos y entender que la música siempre puede ser distinta. Ser fiable se refiere a que la gente debe confiar en que llevaras la situación musical a otros niveles cada vez que toques. Y la habilidad simplemente significa tener la capacidad de interpretar cualquier cosa que te pongan delante, al mismo tiempo que dispones de los recursos para entrar en un contexto musical a última hora y poder defenderte al más alto nivel.

Este año has presentado un ambicioso disco titulado “Carnival: The Sound of A People Vol. 1”. ¿Cuánto tiempo has estado trabajando en este proyecto y qué ideas sonoras querías plasmar?
Empecé a trabajar en la idea en 2011, sobre todo estudiando la historia del carnaval. La investigación musical se inició en 2015, cuando me decidí a grabar y entrevistar a diversos protagonistas de esta celebración popular. El objetivo era explorar los numerosos sonidos y rituales de nuestra tradición de carnaval. Cuando me metí en este tema, aún no tenía ninguna idea sobre el sonido o el groove del álbum. Simplemente quería mostrar los sonidos auténticos de esta tradición tan particular. Pero ya intuía qué personajes o qué detalles quería incluir en el disco. Con un poco de suerte, éste será el primer volumen porque hay muchas más cosas que quiero explorar. Podríamos definirlo como un viaje a través de paisajes y emociones.

 

 

Me gustaría preguntarte por un par de canciones que me han sorprendido. La primera es “Black Echo IV: Iron” que tiene un groove muy funk. ¿Qué se esconde detrás de esta composición?
“Iron” es la cuarta parte de la “Black Echo Suite”, que representa una aproximación a nuestra evolución sonora desde 1884 en adelante, cuando el gobierno colonial británico prohibió los tambores en Trinidad y Tobago. La primera innovación que nos permitió seguir expresándonos a través del arte de la percusión fue el bambú, específicamente el Tamboo Bamboo (la expresión criolla para tambor de bambú). Gracias a este material, la tradición musical evolucionó incorporando otros elementos de metal (carrocerías de coche, frenos, etc). Esta canción representa el movimiento en esta parte de la historia y cuenta con la potente Laventille Rhythm Section, una de las Iron Bands más populares de mi país. Aún puedo notar las vibraciones de la sesión de grabación cada vez que la escucho. Grabé su parte en su jardín, donde acostumbran a ensayar. Después escribí la canción para poder incluir su estilo rítmico y al final grabé a mi banda en Nueva York para que todo encajara.

 

 

En unas coordenadas totalmente opuestas encontramos un tema como “Freedom”. ¿Deseabas cerrar el álbum con un regreso a los orígenes a través de tu perspectiva personal?
Este tema es un recordatorio de que uno de los acontecimientos más importantes de nuestra historia como ciudadanos y en la historia del carnaval es la emancipación de los esclavos africanos. Decidí cerrar el disco con esta canción porque incluye a dos de los primeros percusionistas folk que escuché cuando era un crío: Redman Watson y Lion Osuna. Se trata de una composición que celebra nuestra libertad para tocar de nuevo los tambores en público. Tienes razón, de algún modo deseaba cerrar este primer volumen con una canción que mirara hacia las raíces.

Para terminar la entrevista, una pregunta de ciencia ficción: si tuvieras una máquina del tiempo ¿a qué época te gustaría viajar y a qué personaje histórico te gustaría conocer?
Los viajes en el tiempo son muy interesantes. ¿Debo quedarme allí cuando llegue o puedo regresar? Me encantaría visitar Haití durante su período revolucionario a finales del siglo XVIII cuando se llamaba Saint-Domingue y poder ver el Le Cap. Esta comunidad fue una de las mecas culturales de las Américas y me encantaría conocer al revolucionario Toussaint Louverture. También me gustaría contemplar a los antiguos Mayas, Aztecas e Incas tanto de América Central como de América del Sur. Sería increíble conocer sus referentes culturales y sus arquitectos.

 

 

www.etiennecharles.com

 

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