Tanjazz 2024

15 November 2024 Texto: Pablo Macías y Soledad Villalba. Fotografía: Pablo Macías.


raíces y electricidad en el corazón de Tánger

Tánger volvió a convertirse en el epicentro del jazz en Africa durante esta nueva edición del Tanjazz. Este festival, que lleva más de dos décadas impregnando la ciudad de música y cultura, fue mucho más que una serie de conciertos; fue un crisol de sonidos, un lugar donde lo tradicional y lo moderno se entrelazaron en perfecta armonía. Y la ciudad no fue simplemente escenario, sino también protagonista. El jazz fue una excusa para dejarse llevar por la particular vibración de Tánger, que – para un foráneo – sigue siendo el verdadero protagonista de todo lo que ocurre a su alrededor.

 

 

Un petit taxi nos dejaba a las puertas del flamante Palais des Arts et de la Culture donde Omar Sosa y Majid Bekkas abrían el festival el jueves, uniendo el latin jazz y lo afrocubano con los ritmos ancestrales del gnawa. Mientras Sosa llenaba el escenario con sus ritmos caribeños y progresivos, la entrada de Bekkas con su trupe gnawa no hizo más que reforzar esa idea de que el jazz, en su esencia, es un idioma común, el del ritmo.

El viernes, el viaje musical continuó. Mhamid Band trajo consigo la esencia del desierto y nos transportó a paisajes lejanos, donde la música nómada cobra vida en cada nota. Podría decir que fue una de las sorpresas más gratificantes, pero la cierto es que ya íbamos a tiro fijo, conocemos el buen hacer de Generation Taragalte, banda también del pueblo de Mhamid, y con la que comparten algún integrante. Tener su desert blues en el Tanjazz nos conectaba con las raíces más profundas del los pueblos del sur.

 

 

La llegada de Mulatu Astatke fue uno de los momentos culminantes de la primera jornada. El pionero del jazz etíope desplegó una rica paleta de texturas y matices. Su mezcla única de ritmos tradicionales etíopes con el lenguaje del jazz contemporáneo fluía con una precisión y soltura sorprendentes, no en vano el maestro viene bien arropado por unos músicos talentosos que le acompañan. Cada nota, cada pasaje, estaba lleno de vida, y mientras Mulatu tocaba, era fácil sentir la profundidad de su influencia en el panorama jazzístico.

Tras él llegaron los legendarios Gipsy Kings con su inconfundible rumba flamenca. En el momento en que comenzaron a sonar las guitarras, no importaba si eras un purista del jazz o un amante casual de la música; la fuerza del ventilador rumbero te arrastraba. Y eso es lo que hace especial a los Gipsy Kings, su capacidad de unir a la gente sin importar de dónde vengan, algo que se alinea perfectamente con el espíritu inclusivo del Tanjazz.

 

 

Entre tanto gigante, tocaba volver al escenario pequeño, donde Leon Phal y su grupo nos recordaron que el jazz sigue evolucionando. Con un sonido desinhibido y lleno de desparpajo, Leon y su banda ofrecieron una bocanada de aire fresco. En su música se mezcla el jazz contemporáneo con influencias del hip-hop y la música electrónica. Un disfrute de concierto, especialmente al ser en la sala pequeña.

Roberto Fonseca y su proyecto La Gran Diversión fueron los encargados de abrir el escenario grande el sábado. Fonseca mostró su virtuosismo en el piano y nos paseó, junto a la energía de su banda, por la herencia musical de Cuba. Su mezcla de jazz latino con toques afrocubanos rompió las caderas de gran parte del público.

 

 

Al mismo tiempo, en el escenario pequeño, Urban Folklore se convertía en una de las grandes sorpresas del festival. Los de Rabat mezclaban tradición, rock progresivo, jazz contemporáneo y beats urbanos. Tanto su propuesta, como la de Leon Phal el día anterior, muestran la capacidad infinita del jazz para evolucionar y hermanarse con otros géneros.

El clímax de la noche llegó con Keziah Jones. Con su inconfundible estilo de “blufunk”, llenó el escenario de ritmos funk, blues y afrobeat. Su energía era magnética y con cada riff de guitarra, el público se sumergía más en su universo sonoro. Pero el verdadero momento electrizante fue cuando invitó al escenario a Hamid El Kasri, maestro del gnawa, que había actuado esa misma tarde en el escenario Ville. Juntos, Jones y El Kasri, ofrecieron una mezcla hipnótica de espiritualidad y groove que definió la esencia de Tanjazz, una fusión de lo mejor de dos mundos.

 

 

Y con ellos acabó para nosotros el Tanjazz 2024, una celebración de la diversidad musical y de la cultura que hace de Tánger un lugar tan especial, más allá del mito de Tánger Internacional, lo que vivimos fue una experiencia donde la música fluía por las venas de la ciudad. Desde los grandes escenarios hasta los conciertos más íntimos, y con la Fanfare Lazcar Volcano llenando de ritmo cada esquina, Tánger se transformó en un gigantesco escenario al aire libre. Por unos días, la ciudad latió al ritmo del jazz, y quienes estuvimos allí fuimos parte de esa sinfonía, a veces pausada e hipnótica, pero siempre electrizante, como la propia ciudad.

 

 

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