TANJAZZ 20 EDITION

30 September 2019 Texto: Pablo Macías . Fotografía: Soledad Villalba y Pablo Macías.

15-22 septiembre 2019.
TÁNGER, MARRUECOS

Cada final de septiembre Tánger, esa señorona impertérrita y decadente, se pone sus mejores galas para acoger en su regazo el festival de jazz más longevo del norte de África, el Tanjazz. Y lo lleva haciendo desde hace veinte años. Se embute en su vestido a la moda de los años treinta,
se ajusta el tocado y rememora un pasado hedonista y despreocupado de cabarets y antros, donde se mezclan con naturalidad diplomáticos, contrabandistas, espías y escritores.

 

 

Es fácil de imaginar pero hay que situarse; la sede central del festival, el emblemático y sugerente Palacio Mulay Hafid o Palacio de las Instituciones Italianas, se presta a ello, sobre todo a última hora de un viernes noche, mientras un pianista coquetea con tonadillas jazzeras de los años treinta y el bullicio previo se ha disipado, dejando un ambiente relajado e intimista. Entonces, cuando los idiomas de los congregados se mezclan en un eléctrico murmullo, donde tienen cabida dariya, francés, inglés y español, a veces en la misma conversación, se produce el milagro; la ciudad recupera momentáneamente el estatuto de ciudad internacional a base de swing. Un estatuto efímero que a diferencia del anterior, no deja a los marroquíes fuera del juego. Porque hay que destacar que el público mayoritario lo conforman los autóctonos, la llamada generación Tanjazz, que ha crecido con un festival que en otros tiempos supuso la resistencia, el reducto cultural en el páramo.

 

 

El Tanjazz se extiende por toda la ciudad aparte del mencionado palacio; hoteles en el paseo marítimo, el Museo de la Kasbah y el escenario gratuito y tumultuoso de los jardines de la Mendoubia cuadran el círculo tangerjazzístico. Lejos van quedando otras épocas recientes y apagadas, la ciudad renace y muta cada día, gracias al impulso de algunos tangerinos que apuestan por rescatar el esplendor de otras eras y no tanto por la inyección económica que se percibe. Aunque claro, eso siempre ayuda. Y el Tanjazz es buena muestra de ello; lujo y modernidad se dan la mano con propuestas arriesgadas y fuera de los márgenes. Porque Tánger es y será esa señorona coqueta, que se codea con sabios intelectuales y jóvenes desclasados, dispuesta a alargar un poco más la noche a base de finos cócteles en una jam session.

 

 

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