En el escenario del metal independiente hay muchas obsesiones y, quizás, una de estas obsesiones imperantes hace algo más de diez años, es el doom. Creo que podemos decir abiertamente que se dejó de hablar del doom a mitad de los 90, pero que en la última década es el espectro más visible en los oscuros y lúgubres escenarios de bares y salas.
Ojito. Esto no es malo. Para nada, por Satán y sus alegres muchachos. La proliferación no siempre tiene que estar exenta de virtud. Si lo que os quiero decir se llenara de etiquetas como doom épico, gothic doom, black/doom metal… bla bla bla… entendería el sopor y el aburrimiento. Yo mismo me pondría la escopeta en la boca ante otra reseña así. No voy por ahí. No son los cerros que quiero rodear para hablar de Huata.
Lo que quiero decir es que todo el que se acerca a este asunto ya sabe que el doom es afinaciones gordas y ritmos pesados. Hay quién lo hace así, y quien lo hace asá. Lo que me parece muy interesante como para decirlo aquí es que hay doom y, curiosamente, doom con actitud de sepulturero. Doom de ladrones de cadáveres. Doom de farolillo tenue en la noche y pala al hombro. Un doom arqueológico, que desentierra, remueve la tierra negra y descifra y se hipnotiza con las claves oscuras llenas de gusanos y alimañas de este sonido. A lo mejor es generacional. Chavales que comenzaron sus bandas haciendo sludge o hardcore a finales de los 90, desentierran ahora vinilos de Pentagram, Blue Cheer y Black Sabbath, y se dicen “eso, eso de ahí”… “así”… se miran convencidos y siguen consumiendo lo que sea que consuman mientras se disponen a meterse de cabeza en eso que están viendo en sus mentes.
Hablamos ya de músicos independientes con bagaje personal, no de fans integristas que queman viejas cintas y se cambian de ropa para seguir a un nuevo dios. Esta gente suele tener fondo real desde la adolescencia. Han tocado, escuchado, y compartido mucha tralla autentica. De subsuelo. De la que fluye por calles, ciudades y boquetes. Nada de lo establecido desde arriba.
Por eso quiero venderos una idea: hay un doom cultural. De tradición (que no tradicionalista). Que ve que todo este asunto pega con la imaginería gótica de la literatura a lo Horace Walpole y Matthew Lewis. Ocultismo. Monjes. Viejos lugares malditos. Como también va perfectamente con la serie B de terror hippie. El celuloide sucio, con pelos y quemaduras flotando en la luz del proyector. Películas como la Mascara del Demonio o La Noche del Terror Ciego. Es una cultura de linea atemporal. Une los puntos hasta redondear su circularidad. Esa es la virtud de su marginalidad: reconoce y sabe lo que le va y lo que le pega.
Pero esto va de hablar de Huata y su segundo álbum: Lux Initiatrix Terra (¿Lo veis? ¡Por supuesto que tiene que haber latín y monjes raros en la portada!).
Huata son Ronan Grall a las voces y el órgano, Benjamin Moreau entre la guitarra y el bajo, Gurvan Couloin también al órgano y teclados, y David Barbe en la batería. Son originarios de Rennes, Francia. Algunos participan o proceden de bandas como Phalaris y Fange. Sacaron su primer álbum en 2011 (Atavist of Mann) y antes y durante han sacado varios eps y splits (con Bitcho, La Breîche, Sektarism…). Ahora presentan Lux Initiatrix Terra en el sello Music Fear Satan, y ahondan más y mejor en todo lo que se estaban proponiendo trabajar desde el principio: rituales cargados de fuzz.
Y es que a los pocos minutos de escuchar el primer tema, The Mystical Beast of Revelations, se nota unos cerebros y manos creativamente inquietos. Manos malignas. Ociosas.
El toque del sonido a los Year of No Light vendrá mucho por su productor, Cyrille Gachet. Pero se ve también en las naturales estructuras complejas del ritmo, a lo por decirlo mal y pronto, Cult of Luna y otras grandes influencias imperantes europeas. Esos detalles de ritmo, golpes en la estructura, que otorgan esas caídas y gracias. Haciéndolas más naturales, inteligentes. Pero esto como una capa básica del disco. Obviamente todo lo que se ha puesto encima es a grandes puñados iguales, pesadez y psicodelia (y bastante más espacial, pero por senderos distintos a los muy recomendables Ufomamut).
Lux Initiatrix Terrae son siete temas con cinco piezas de más de diez minutos (¿qué te creías?). Con dos cortes separados en dos partes (Gathering in Sir Wur y The Ixth Arch Assembly). Todos muy fluidos y unidos en narrativa temática y musical. Como colchón, como base liquida y brillante, prolifera muy elegantemente el órgano y otros efectos de teclado, pero sobrios, sin perderse en efectos y cosas extrañas. Con partes de guitarra acústica muy melódicas y reposadas. Se nota que quieren disfrutar de instrumentos básicos y efectos clásicos, construyendo una sicodelia puro años 70 muy coherente y nada artificial.
A mencionar también la voz de Ronan Grall, limpia, con el eco justo para cuadrar con fluidez entre los golpes graves de bajo y los golpes espaciados de platos.
Lux Initiatrix Terrae es una obra profesional muy bien engarzada. El fino trabajo de un artesano de la alquimia. Detiene el tiempo. Y en el doom eso es una virtud secreta. Oculta. Escuchala y empieza a descifrar. (9)
Music Fear Satan
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