{english below} Safari club fue un espacio DIY en Washington DC, un espacio creado por dos chicas y que durante una época fue un punto de encuentro de gran parte de la escena punk. En este libro “Live At The Safari Club” vamos a ver la historia de este espacio con muchas fotografías y testimonios de los participantes. Una historia contada desde muchas voces y ángulos (como no podría ser de otra forma). Activistas, promotores y editores de zines dan forma a este libro que celebra el DIY y el espíritu punk. Un libro muy interesante para conocer un poco más la escena hc/punk en Washington. Charlamos con sus autores Shawna Kenney y Rich Dolinger.
DC ha sido uno de los puntos de referencia para el punk DIY. ¿Cuáles fueron tus inspiraciones más cercanas para comenzar a organizar conciertos?
Shawna: Crecí en las cercanías de Maryland y comencé a asistir aconciertos punk en DC cuando tenía 14 años. Mis primeros conciertos fueron de Force Positive que se dedicaban a concienciar y a recaudar fondos para organizaciones como Amnistía Internacional. Los otros conciertos a los que solía ir estabanorganizadosen lugares pequeños, como el Club 9:30, el Pub Hung Jury y DC Space, mientras que en Baltimore había un gran club en ruinas llamado Eutaw Street Clubhouse. Aparte del 9:30, que estaba a cargo de una empresa de promoción organizada, la mayoría eran empresas independientes, personas que formaban parte de una comunidad y organizaban eventos, por lo que verlos me permitió pensar queyopodría hacer algo así también.
Primero hice un fanzine (cuando tenía 16 años, en el instituto). Le escribí una carta a Ian MacKaye, preguntándole si me concedería una entrevista y me contestó. Era tan amable y abierto. Me dio la confianza para seguiry luego organizar conciertosse convirtió en una extensión de mi fanzine.
El punk necesita un hábitat muy específico para desarrollarse. ¿Cómo era la escena en DC cuando comenzasteiscon Safari Club?
S: Podía ser muy aislado, muchas de las bandas de Dischord y la gente de Positive Force se unían y programabanlas mismas bandas en los mismos lugares. Los lugares más grandes no tenían interés en las bandas pequeñas, y las bandas de fuera como las de NYHC nunca tuvieron un lugar para tocar en DC hasta el Safari Club.
Rich: Estaba muy localizado. O bien tenías que ser una banda local o una banda indie bastante grande para que te programasen un concierto. Realmente necesitábamos una escena hardcorematineey todavía no la teníamos.
Fue un momento de transición, tanto musical como políticamente, ¿cómo lo recordáis?
S: Recuerdo los mediados y finales de los 80 como una época de miedo a la guerra nuclear, la ira hacia Ronald Reagan y la ciudad de DC siendo la capital mundial de los asesinatos, debido a la introducción del crack en las calles. Había mucho por lo que estar enfadado y confundido cuando yo era unaadolescente. Musicalmente, la época de Revolution Summer había terminado y muchas bandas locales pasaban a tocar música experimental más post-hardcore (que dio a luz a Fugazi) pero todavía me gustaban las bandas de hardcore más nuevas que vienen de Boston y Nueva York, además de California. Punk rock como los DKs, Circle Jerks y Descendents.
R: Yo era políticamente apáticaa finales de los 80s. Musicalmente, me sentí como si estuviera viviendo los últimos coletazos de la época Youth Crew dela escena hardcore. Pude ver muchos de los últimos shows de esas bandas. Así que mis amigosy yosentíamos que estábamos tratando de mantener ese momento vivo el mayor tiempo posible.
¿Cuáles fueron las diferencias entre el Safari y un club típico?
S: Los clubes más grandes trabajaron con tour managers,contratos, guardias de seguridad, etc. No usamos ninguna de esas cosas, jaja. Nunca firmé un contrato, nunca le garanticé a una banda una cierta cantidad de dinero, aparte de que le pagaríamos lo que pudiéramos por la puerta (después de que el club reciba su 50%). Solo tratamos de ser justos y pagar bandas que vinieran demás lejos. Tratamos de conseguir algo para todos, incluso si solo era dinero de gasolina. Además, el lugar en sí era en realidad una discoteca etíope la mayor parte del tiempo, por lo que no estaba exactamente configuradapara albergar bandas punk y hardcore. Tenía una pequeña pista de baile, un diseño extraño, una bola de discoteca y un mal sistema de sonido. Hacía mucho calor allí (no había ventanas) y el propietario y el gerente a veces no sabían qué hacer con nuestro “baile loco”. También tenían bandas de metal y go go algunas noches, así que era un revoltijode personas que ibany venían.
Después de tantos años, ¿cómo comenzó a tomar forma la idea de un libro?
Nos entrevistaron en un programa de radio y nuestro amigo Dave Brown sugirió que alguien debería hacer un documental de Safari. Decidimos que no había suficientes buenas imágenes para justificar eso, pero una vez que comenzamos a buscar fotos y folletos, resultó que las personaslas conservaban y la mayoría estaba dispuesta a compartir. No tenía mis propias fotos, pero colectivamente, decidimos que era suficiente para hacer algo equivalente a un anuario para nuestros amigos, incluso si solo cinco personas lo quisieran. ¡Nos llevó 6 años! Jajaja
Outburst: photo by Eric Hochberg
¿Por qué decidisteisapostar por una historia oral?
No queríamos ser los narradores de la historia. Nos gustó la idea de que muchas voces contaran la misma historia, con todas las contradicciones inherentes a ello. La memoria es incompleta, por lo que esta parecía una buena manera de pintar un retrato menos sesgado de lo que era ese lugar y algunas de las cosas que sucedieron allí.
Aquí en Europa el concepto de “All ages show” no se ha entendido bien. ¿Podríasexplicar el concepto y qué tiene que ver con los espacios DIY?
R: Los clubes en los Estados tenían (y aún tienen) una política estricta para mantener alejados a los clientes menores de edad por dos razones. 1. Los clientes menores de edad no gastan dinero en bebidas caras. 2. No hay posibilidad de beber alcohol (ilegal) en el club. Los conciertos all agessurgieron porla música y la comunidad, no para vender alcohol. Se convirtieron en una forma para que las personas menores de 21 años experimenten música en vivo. Para hacer este tipo de programas, necesita encontrar espacios que no fueran bares y que por tanto no les interesasevender alcohol. (Safari Club era un bar por la noche, pero no vendía alcohol durante el día, en conciertos all ages).
Aparte de la música, ¿qué otras cosas se podían hacer en un espacio como Safari?
En Safari en la década de los 90 lagente preparaba mesas para vender merchandisingy distribuían literatura de editoriales independientes. En otros espacios, los colectivos celebrabanreuniones, gestionabanbibliotecas de zinesy cosas por el estilo.
¿Cuáles fueron vuestros conciertosfavoritos en el Safari Club?
R: El primer concierto de Shelter fue en el Safari Club. Eso fue bastante especial porque muchos de nosotros nunca llegamos a ver a Youth of Today. Ray bajó con Judge. Antes de Judgecontinuara, Ray tocóFree Will con Porcel y Sammy. No fue realmente un conciertooficial, pero fue la génesis.
S: Mi perspectiva de los conciertos era máscomotrabajadora que disfrutando la mayor parte del tiempo, pero me gustaba cuando tocaban las bandas de mis amigos. Mis mejores recuerdos son cuando llavaba en coche a Token Entry para mostrarles todos los monumentos en DC, y cuando Bold se quedaronen el apartamento de Pam y mío, y las amistades que hice con Sick of It All después deprogramarlos tantas veces (y luego ir a verlos en lugares cada vez más grandes a lo largo de los años), o pasar el rato con Swiz y los chicosde Krakdown patinando enlas estaciones de Metro después … cosas así. Momentos reales de conexión humana.
Eraisdos chicas las que empezasteisla aventura de Safari Club, ¿crees que todavía se necesitan más mujeres en la escena?
S: Parece que hay más ahora que en los años 80. Claro, más equilibrio siempre es mejor.
¿Tuvisteis algún problema por ser chicas?
S: Nos sentimos muy mayores a pesar de que teníamos 18 y 19 años … jaja. Muchos de los habituales todavía estaban en el instituto, por lo que mirando hacia atrás éramos muy jóvenes, pero no nos sentíamos así. Como mujeres jóvenes, nunca tuvimos problemas con nuestros compañeros, los chicos de las bandas o la mayoría de los asistentes alos conciertoseran amigas, pero los dueños del club nos subestimaron. Nuestro primer conciertoatrajo a 75 personas y el segundo (Gorilla Biscuits) atrajo a 400, así que vieron eso y les gustó el dinero y siempre nos presionaron para que les demos más que nuestro acuerdo original (50/50 se convirtió en 60/40 y luego 70/30 + pagarleal técnico de sonido, cosas así). También nos acosaron sexualmente. Aprendimos mucho en el camino. Contratamos a nuestra propia gente de sonido, despedimos a la seguridad del club y les pedimos a nuestros amigos que nos ayuden con eso y que trabajen la puerta y hagan flyers.
Sick of It All: photo by Joe Wongananda
Después de todos estos años, ¿cómo creéisque os ha influido participar en un proyecto como “Live At The Safari Club”?
Hacer las cosas nosotras mismas nos permitió a ambas crearlibremente, sin contar con el patrocinio corporativo o la aprobación general. Rich ha estado en bandas que programaban sus propias giras y sacaban su propia música. Dirijo mis propios talleres de escritura y, a pesar de que mis libros han sido publicados por editoriales importantes e independientes, valoro el cuidado que proviene de un editor independiente como Rare Bird, que entendió nuestra visión de este libro y lo respetó en el camino. Las dos somos trabajadoras por cuenta propia haciendo nuestro camino en el mundo.
¿Cómo fue el proceso de edición del libro? ¿Fue difícil elegir las fotos?
Separar las entrevistas y juntarlas en una narrativa fue la parte más difícil. Nuestra comunidad contribuyó con fotos y pasamos por un proceso editorial con nuestro editor, porque nunca antes nos habíamos ocupado del diseño. Eso fue tedioso y cometimos algunos errores en el camino, pero en general estamos contentas de que se haya hecho y de que estéen el mundo de la manera en que lo está.
¿Alguna historia se quedó fuera?
¿Historias del libro? Ambas disfrutamos al escuchar las cosas desde distintas perspectivas, especialmente la primera vez que Gorilla Biscuits tocó allí y llegaronentre 2 y14 horas tarde, dependiendo de con quién hablases.
Token Entry: photo by Joe Wongananda
Underdog: photo by Joe Wongananda
Gorilla Biscuits: photo by Eric Hochberg
Damnation: photo by Mark Beemer
English:
SAFARI CLUB.
A FREEDOM SPACE
Safari club was a DIY space in Washington DC, a space created by two girls and that during a time was a meeting point for much of the punk scene. In this book “Live At The Safari Club” we will see the history of this space with many photographs and testimonies of the participants. A story told from many voices and angles (how could it be otherwise). Activists and promoters and editors of zines give shape to this book that celebrates the DIY and the punk spirit. A very interesting book to learn more about the hc / punk scene in Washington.
DC has been one of the reference points for DIY punk. What were your closest inspirations to start organizing concerts?
S: I grew up in nearby Maryland and started going to punk shows in DC when I was 14. My first shows were Positive Force shows, which were usually benefits of some sort, raising money and awareness for groups like Amnesty International. The other shows I went to were in small venues, like the 9:30 Club, the Hung Jury Pub, and DC Space, while in Baltimore there was a great crumbling club called the Eutaw Street Clubhouse. Aside from 9:30, which was run by an organized promotional company, most of these were independent ventures, individuals who were part of a community and organizing events, so watching them empowered me to think I might be able to do something like that, too.
First I did a fanzine (when I was 16, in high school). I wrote a letter to Ian MacKaye, asking if he would do an interview with me and he wrote me back. He was so friendly and open. It gave me the confidence to continue and then doing shows just became an extensión of my fanzine.
Punk needs a very specific habitat to develop itself. What was the scene like in DC when you started with Safari Club?
S: It could be very insular—a lot of the Dischord bands and Positive Force people stuck together and booked the same bands at the same venues. The bigger venues didn’t have interest in small up and coming bands, and outside band like the NYHC bands never had a place to play in DC until the Safari Club.
R: It was very localized. You either had to be a local band or a pretty big indie band to get booked on shows. We really needed a hardcore matinee scene and we didn’t have that yet.
It was a time of transition, both musically and politically, how do you remember it?
S: I remember the mid-to-late 80s as a time of fear of nuclear war, anger towards Ronald Reagan, and the city of DC was the murder capital of the world, due to the introduction of crack into the streets. There was lots to be angry and confused about as a teenager. Musically, the Revolution Summer era was over and many local bands were moving on to play post-hardcore more experimental music (which gave birth to Fugazi) but I still liked the newer hardcore bands coming out of Boston and New York, as well as California punk rock like the DKs, Circle Jerks and Descendents.
R: I was politically apathetic in the late 80s. Musically, I felt like I was on the tail end of the Youth Crew era in the hardcore scene. I got to see a lot of those bands’ last shows. So for me and my friends, it kind of felt like we were trying to keep that moment alive as long as posible.
What were the differences between the Safari and a typical club?
S: The bigger clubs worked with tour managers, contracts, security guards, etc. We didn’t use any of those things—haha. I never signed a contract, never guaranteed a band a certain amount of money other than we’ll pay you what we can from the door (after the club gets their 50%). We just tried to be fair and pay bands who drew the most or traveled the farthest more. We tried to get everyone something, even if it was just gas money. Also the venue itself was actually an Ethiopian disco most of the time, so it was not exactly set up to host punk and hardcore bands. It had a small dancefloor, a weird layout, a disco ball, and a bad sound system. It got really hot in there (there were no windows) and the owner and manager sometimes didn’t know what to make of our “crazy dancing.” They also hosted metal and go go bands on some nights, so it was a mish-mash of people coming and going.
After so many years how did the idea of a book begin to take shape?
We were interviewed on a radio show and our friend Dave Brown suggested that someone should do a Safari documentary. We decided there wasn’t enough good footage out there to justify that, but once we started looking around for photos and flyers, it turned out people kept those and most were willing to share. I didn’t have any photos of my own, but collectively, we decided there was enough to make something equivalent to a yearbook for our friends, even if only five people would want it. It took 6 years! Lol.
Why did you decide to bet on an oral history?
We didn’t want to be the narrators of the story. We liked the idea of many voices telling the same story, with all of the contraditictions that come with that. Memory is sketchy, so this seemed like a good way to paint a less-biased portrait of what that place was and some of the things that happened there.
Here in Europe the concept of “All ages show” has not been well understood. Could you explain the concept and what does it have to do with DIY spaces?
R: Clubs in the States had (and still have) a strict policy on keeping underage customers out for two reasons. 1. Underage customers don’t spend money on expensive drinks. 2. No chance of (illegal) underage drinking in club. All ages shows were about the music and community, not about selling alcohol. They became a way for people under 21 to experience live music. To do these kinds of shows, you need to find spaces that aren’t bar sor don’t care about selling alcohol. (Safari Club was a bar at night, but didn’t sell alcohol during the day, during all ages shows).
Apart from the music, what other things could be done in a space like Safari?
At Safari in the 90s, people set up tables to sell merchandise and distribute literatura by independent publishing companies. In other spaces, collectives held meetings, kept zine libraries and things like that.
What were your favorite shows held at the Safari Club?
R: The first Shelter show ever was at the Safari Club. That was pretty special because a lot of us youngsters never got to see Youth of Today. Ray came down with Judge. Before Judge went on, Ray got up and played Free Will with Porcel and Sammy. Not really an oficial show, but it was the génesis.
S: My perspective of the shows was more working than enjoying much of the time, but I liked when my friends’ bands played. My best memories are of driving Token Entry around to show them all the monuments in DC, and when Bold stayed at me and Pam’s apartment, and the friendships I made with Sick of it All after booking them so many times (then going to see them in bigger and bigger venues over the years), or hanging with Swiz and the guys from Krakdown skateboarding through the Metro stations afterward… things like that. Real moments of human connection.
You were two girls who started the Safari Club adventure, do you think that more women are still needed in the scene?
S: There seem to be more now than there were in the 80s. Sure, more of a balance is always better.
Did you have a problem because of being young girls?
S: We felt very grown up even though we were 18 & 19… haha. Many of the patrons were still in high school or middle school, so even though looking back, were young, we didn’t feel like it. As young women, we never had any issues with our peers—guys in bands or most people at the shows were friends, but the club owners underestimated us. Our first show drew 75 people and the second one (Gorilla Biscuits) drew 400, so they saw that and liked the money and were always pushing us to give them more than our original agreement (50/50 became 60/40 then 70/30 + we pay the soundman, stuff like that). They also sexually harassed us. We learned a lot along the way. We hired our own sound people, fired the club’s security and asked our friends to help with that and working the door and making flyers.
After all these years, how do you think it has influenced you to participate in a project like “Live At The Safari Club”?
Doing things ourselves empowered both of us to créate freely, without relying on corporate sponsorship or mainstream approval. Rich has been in bands that booked their own tours and put out their own music. I run my own writing workshops and even though my books have been on major and indie publishers, I value the care that comes from an indie publisher like Rare Bird, who understoof our visión for this book and honored it along the way. We are both self-employed people making our way in the world.
How was the process of editing the book? Was it difficult to choose the photos?
Pulling the interviews apart and putting them together into a narrative was the most difficult part. Our community contributed photos and we went through an editorial process with our publisher, because we’ve never done layout before. That was tedious and we made some mistakes along the way but overall we are happy that it’s done and out in the world the way it is!
Did any story stay out?
Stories from the book? We both enjoyed hearing about things from the varying perspectives—especially the first time that Gorilla Biscuits played there and arrived somewhere between two or 14 hours late, depending on who you talked to.
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