The Loud Residents “The Last Teenage Party”

5 April 2018 Texto: Francisco Daniel Medina. Fotografía: Archivo.

Antes de desmenuzar el disco, quisiera hacer un poco de historia, contaros que estos chicos, a pesar de su juventud, ya tienen una trayectoria a sus espaldas. Sí, lo sé, sé que eso de la historia, a estas alturas, aburre y que a nadie le interesa que le den el tostón en estos tiempos en los que no se escuchan discos enteros sino canciones sueltas de varios grupos en listas de reproducción de Spotify, pero os recuerdo que estamos en Staf y que aquí, para bien o para mal, hay ciertas cosas que seguimos haciendo a la vieja usanza. Como me contaron en una entrevista que tuve el placer de hacerles hace justamente un año, el grupo surgió en el instituto con unos dieciséis años: ‘Éramos un grupo de colegas y empezamos tocando una versión de ‘Born to be wild’ de Steppenwolf’. Para ellos, la gran revolución la supuso Arctic Monkeys, grupo que cambió sus vidas. El primer disco de la banda de Sheffield consiguió aglutinar los gustos de todos y darles un rumbo común. Después miraron hacia los Smiths, Joy Division, New Order, un poco más hacia el post-punk y, seguidamente, cayeron rendidos ante Yo la tengo, y, por supuesto, Nirvana y Sonic Youth también se cuentan entre sus referentes. La filosofía del grupo podría resumirse en una frase: Nosotros queremos ser nuestro grupo preferido. En aquel momento, Juan me decía:Vamos a tirar más bien por un sonido más sucio, más californiano. Yo creo que vamos a irnos más hacia una onda Skate-punk y no tenemos miedo a cambiar de disco a disco’. Me encantó que Juan dijese que no tenían miedo al cambio porque entiendo que nadie debería tener miedo a la hora de hacer algo relacionado con el arte, sino que deberíamos reservar esa emoción para cuando tengamos pensado saltar de un puente o hacer surf rodeados de tiburones. En el caso de The Loud Residents está claro que no son temerosos musicalmente hablando lo cual se agradece y se nota en su trayectoria. Básicamente, han evolucionado desde un sonido más próximo al Brit pop hasta un sonido más cercano al de la costa oeste californiana; por tanto, lo tenían bastante madurado ya cuando, hace un año, me hablaban de un sonido más sucio y surfero, una prueba más de que estos chicos tienen las cosas meridianamente claras. Hasta aquí la historia.

Un servidor siempre ha sentido debilidad por los discos conceptuales, por aquellos discos que, además de ofrecer instantes de buena música, ofrecen también una visión profunda acerca de un determinado tema de forma que, la música, termina convirtiéndose en el envoltorio perfecto para ofrecernos una historia. Estos discos, a mi modo de ver, plantean la dificultad de que no te puedes permitir (como sí puedes hacer cuando cada canción toca asuntos diferentes) subrayar los lugares más comunes sino que debes tratar de agotar ese tema con lo cual dichos trabajos terminan teniendo algo de ensayísticos. El disco que nos ocupa cuenta la historia de un adolescente desde que llega a una fiesta hasta que regresa a su casa. Y, como todos los que estáis leyendo esta reseña, o habéis pasado ya por esa etapa del ciclo vital o lo estáis haciendo en este preciso momento, sabéis cuántas cosas pueden caber dentro de ese intervalo horario. Básicamente, podría decirse que, en esa franja espacio-temporal, suceden las anécdotas más surrealistas y alucinantes que luego contarás en bucle durante el resto de tu vida con lo cual, y aunque a primera vista pueda parecer lo contrario, abordar ese tema en un disco no es tarea fácil. Pero los chicos de esta formación no hace tanto que fueron adolescentes lo cual los legitima perfectamente para abordar el asunto.

Y ahora vayamos a lo estrictamente musical. Estamos ante el primer larga duración del grupo y, si analizamos los trabajos publicados hasta la fecha a lo largo de un periodo de siete años, ha habido una evolución pero podemos decir que el sonido del grupo sigue asentándose sobre unos pilares básicos, que son un sonido guitarrero, garagero y con clara influencia de los noventa que se asienta en unos pilares rítmicos muy sólidos, tan sólidos que, en este nuevo trabajo, se han visto reforzados por la incorporación de una nueva batería. Gustan de grabar de la manera más analógica y natural posible y nos ofrecen una propuesta muy sólida en lo musical pero irreverente y gamberra en lo tocante a la actitud y la estética. Todo ello, sin dejar de lado el cuidado de las letras por parte de Sixto que, para más inri, canta en inglés sin que Shakespeare se vea obligado a retorcerse en su tumba, cosa que rara vez pasa por estos lares. El álbum ha sido grabado, producido y mezclado por Raúl Pérez en Grabaciones La Mina (Sevilla) del 28 de agosto al 2 de septiembre de 2017, y masterizado en Kadifornia Mastering por Mario G. Alberni.

 

 

Pasemos a desglosar ahora las dos caras del disco tema por tema. Cada canción hará las veces de un capítulo en esa historia que The Loud Residents se han propuesto narrarnos. Me coloco los cascos y cierro los ojos. Entonces pulso el play y comienza la noche. La cara A se llama ‘The Party’: E.S.A. representa que lo primero que haces al llegar a la fiesta, cuando el consumo de alcohol aún no ha hecho demasiada mella en tu lucidez, es hablar de política, Underwear Love da cuenta del lío con una tía, en Still Friends se habla de las preocupaciones por el grupo y en 20 Years Young (la cual me recuerda gratamente a Nirvana) todo parece volverse un poco más oscuro lo cual es consistente con el trasunto que trata la letra relativo a que, en un determinado momento, empiezas a darte cuenta de que esas fiestas adolescentes ya no molan tanto. La cara B, ‘The Morning’, habla del día después: The Winning Days es una canción de amor, tras amanecer con la chica de la que estás enamorado, Ralph es cuando te levantas y te das cuenta de lo falsa que era la peña el día anterior, Soft Dream habla del viaje de vuelta a casa en el autobús con toda la resaca y No Hope (For You) es la reflexión final de todo eso.

Este disco, como decíamos, habla de una última salida nocturna y me temo que es prácticamente imposible tocar ese tema dejando totalmente de lado la nostalgia. Sixto me contaba cuando les entrevisté: ‘Yo lo hablo a menudo con mi novia y mis amigos, vamos a bares en los que estamos rodeados de gente mayor y nos sentimos un poco desubicados, como si no hubiese un espacio para nuestra generación. Pero es que los sitios a los que va la gente de nuestra edad no hay por dónde cogerlos. No puedo evitar tener la mayor parte del tiempo la sensación de estar perdiéndome algo, como de no estar en el sitio adecuado en el momento idóneo’. Juan opinaba al respecto: ‘Lo que le tira más a la gente de nuestra edad ahora es la electrónica o ritmos electrónicos o lo que sea’. Los jóvenes de todos los tiempos (y ésta es una de las principales máximas aplicables a la juventud sociológicamente hablando), han experimentado la necesidad de sentir el reconocimiento de sus pares, de sentirse aceptado por ellos. Entonces, el testimonio del grupo se me antoja un tanto dramático por eso que me contaba Sixto acerca de que, cuando van de bares, les cuesta encontrar a los suyos y tienen que tragarse las batallas de otros que ya venimos de vuelta de casi todo. Y estoy seguro de que las canciones de este disco y de los demás han sido una especie de llamada, el equivalente a las señales de humo que usaban los indios para comunicarse. Con esto no quiero decir, en absoluto, que este trabajo vaya dirigido a gente de una determinada edad pero quiero resaltar que, hay mucha gente de una determinada edad, que por una circunstancia o por otra, se está perdiendo la oportunidad de escuchar un grupazo. Espero que, algún día, recapaciten porque, hasta cierto punto, no saben lo que hacen. Quizá uno de los principales problemas de cierto sector de la juventud (problema que al menos en mi caso se curó con el tiempo) es que los jóvenes tienden a ceñirse demasiado a una determinada tendencia, quizá como consecuencia de sentir la necesidad de pertenecer a una determinada tribu de manera que, todo lo que no tenga que ver con eso, lo evitan, pero luego empiezas a abrirte un poco más y a darte cuenta de que lo natural es ser mucho más transigente. Hago hincapié en esto porque, los chicos de The Loud Residents, practican a día de hoy un sonido que no es precisamente el más popular entra la gente de su generación, de modo que hasta podría decirse que nadan a contracorriente, pero se nota que lo hacen con absoluta libertad, que dan brazadas en pleno mar abierto, sin importarles ni tan siquiera poder derivar a ratos. Yo estoy seguro de que el tiempo les dará la razón y que llegarán a buen puerto porque únicamente emplean como faro su pasión por la música y ese faro no puede desorientarles. Me temo que ellos están dejando sus canciones repartidas por ahí, al modo de los mensajes que se lanzan al mar en una botella, sin preocuparse demasiado por quiénes serán los destinatarios sino más bien pensando que, tarde o temprano, dichos mensajes encontrarán al oyente perfecto, ese oyente que también naufraga en un mar de productos que, sin entrar en si son mejores o peores, gozan de un inmerecido monopolio de los oídos más jóvenes.

Solamente se me ocurre decir para finalizar que este disco es cojonudo y que, para colmo, no tiene altibajos lo cual suele ser bastante infrecuente en los larga duración. Yo, sinceramente, no sabría con qué canción quedarme por la sencilla razón de que todas me han entrado a la primera. Y si para colmo destacamos que ellos se consideran sobre todo una banda de directo, no me quiero ni imaginar cómo tiene que sonar esto sobre las tablas. Ahora arrancan una gira de presentación que les llevará por diferentes puntos de España así que, si pasan por vuestra ciudad, no perdáis la ocasión de comprobar todo esto que os he contado de primera mano. En cualquier caso, espero que estemos ante la última fiesta adolescente de los chicos de The Loud Residents pero también ante el primero de muchos discazos como éste en los que sigan contando, por medio del formato canciones, historias universales.

 

 

 

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