Ciertas historias siguen resonando en el imaginario colectivo como emblemas de la revolución contracultural, incluso en plena época digital. Oponerse a los dictados de la sociedad capitalista, dejar atrás las comodidades de una gran ciudad, instalarse en un país lejano y dejar volar libremente la imaginación con una cámara de fotos. Puede parecer una utopía, pero esto es lo que hizo Neil Massey cuando dejó Londres para residir en Saigón (Vietnam) con su esposa y pasó seis años retratando la vida cotidiana de una metrópolis que avanzaba hacia el futuro con el lastre de guerras colonialistas que parecían imposibles de olvidar. En medio de aquel caos urbano bañado por tradiciones milenarias encontró una escena musical clandestina que se dejaba arrastrar por la rabia del punk, el sonido del metal y la rebeldía del rock como si no hubiera un mañana. El resultado ha sido una colección de fanzines titulada “The Vietnam Collection” que recoge todas aquellas imágenes excepcionales y transporta al lector al centro del huracán. Hemos entrevistado a este fotógrafo para conocer los detalles de un proyecto documental que le ha cambiado la vida.
Remontémonos a los inicios de esta historia. ¿Recuerdas cómo descubriste la fotografía y cuando te aficionaste al punk? Tengo entendido que de joven te gustaban The Damned y Fugazi.
Me interesé por la fotografía cuando iba al colegio. El padre de un amigo tenía un pequeño laboratorio y allí empezamos a revelar negativos y a hacer copias. Siempre me ha interesado la vida real y quería documentar lo que veía siendo un adolescente. Descubrí el punk en 1985, cuando tenía 15 años, gracias a que mi hermana mayor empezó a salir con un tipo que tocaba la batería en una banda local. Entonces, mis amigos y yo nos metimos de lleno en esa escena. Mi primer concierto fue The Damned, después The Cure y luego Fugazi. En 1989 empecé a ir a raves, algo que estaba de moda en Inglaterra en aquella época. Vivía a las afueras de Londres y era habitual que con el grupo de amigos condujésemos de noche hacia esas fiestas ilegales que se organizaban en campos. También escuchábamos una emisora de radio pirata como Kiss FM, antes de que consiguiera tener licencia. Nuestra primera experiencia en un club de Londres fue en una fiesta llamada “Labyrynth” en el The Four Aces Club.
En 1990 viajaste a Tailandia para fotografiar las “Full Moon Parties”. ¿Cómo viviste aquella primera experiencia en el Sudeste Asiático y tu entrada en el género del documental?
En 1990 leí un reportaje en la revista i-D que decía que Tailandia era un paraíso con las fiestas que se montaban en sus islas. Dos meses más tarde fui allí para experimentar la “Full Moon Party” de fin de año y así dar la bienvenida a 1991. Pasé seis semanas en Ko Pha Ngan y otras seis semanas viajando por el país. Era mi primera vez en Asia y me dejó impresionado. He oído a mucha gente decir: “Aprovecha para viajar cuando eres joven, así ya te lo quitas de encima”. Ese viaje me metió las ganas de viajar aún más adentro y lo he seguido haciendo desde entonces. Recuerdo que al llegar a Ko Pha Ngan todo estaba tan tranquilo que mi corazón se relajó para sintonizar con el ritmo de la isla. Me alojé en Haad Rin (Sunset Beach) y pagué £1.50 por noche. En aquella época, la gente que corría por allí eran pescadores locales, jóvenes tailandeses aficionados a la fiesta, hippies que venían de la India y “clubbers” de Londres. Había unas vibraciones geniales. En la playa donde me quedé no había carreteras que llevaran al puerto, sólo se podía llegar en una pequeña embarcación. Cada hilera de bungalós organizaba su propia fiesta cada dos días y eso significaba que toda la gente que estaba allí participaba haciendo carteles y anunciando el evento. Las fiestas se alargaban hasta el amanecer y lo más importante era que no había policía.
Entonces regresaste a Inglaterra y decidiste estudiar fotografía…
Volví a mi país siendo una persona nueva y estudié fotografía durante dos años en la Bournemouth Art School, que se encuentra en un pequeño pueblo costero. Entonces se vivía el máximo apogeo de las raves en Inglaterra y seguí documentándolas. La escuela disponía de equipos muy modernos para revelar y ampliar fotografías, así que mi rutina consistía en fiesta, fotos y revelado, fiesta, fotos y revelado. Mi cámara favorita era una Contax T2 y estaba influenciado por los fotógrafos alemanes Juergen Teller y Wolfgang Tillman (que iba unos años por delante de mi en la escuela). Cuando terminé de estudiar, regresé a Asia y pasé seis meses viajando por Indonesia, sobre todo Bali y Java. En 1996 me instalé en Londres y empecé un nuevo capítulo de mi vida como fotógrafo editorial. Trabajaba para revistas de música y de estilo, como The Face, Sleazenation y Q, retratando subculturas juveniles y artistas. Tuve suerte y, en los siguientes 13 años, recorrí el mundo documentando las cosas que me gustaban.
Tu vida dio un giro inesperado en 2009 cuando te trasladaste a Vietnam con tu mujer. ¿Qué te motivó a abandonar tu trabajo y a cambiar de escenario?
Mi madre murió de cáncer en 2006 y eso me hizo reevaluar todo lo que me rodeaba. Me di cuenta de que la vida es muy corta y que debes aprovecharla al máximo. Había viajado mucho durante años, pero nunca había vivido en el extranjero. Me interesaba sumergirme en otra cultura. Por suerte, mi esposa pensaba del mismo modo y, después de unas vacaciones en Vietnam, decidimos mudarnos allí. Nos habíamos enamorado de ese país. Vivimos en Saigón entre 2009 y 2015, además, nuestros dos hijos nacieron allí.
¿Cuál fue tu reacción al descubrir que en Saigón había una escena musical underground tan activa? Supongo que resultó complicado para un extranjero ser aceptado en aquellos clubes…
Cuando visito un lugar, me gusta descubrir la escena de música local. Y me interesaba especialmente lo que sucedía en Vietnam porque es un país comunista. Después de varios meses, encontré un anuncio online de un festival gratuito de metal en Saigón que duraba un día. Fue genial ver a los jóvenes vietnamitas dejarse llevar por esa música en la ciudad donde yo residía. Empecé a documentar a los fans y a las bandas con mi cámara digital y a todo color. Durante los siguientes dos años seguí retratando en ese formato y conocí a muchos “metalheads” en pequeños conciertos improvisados. Iba con mi cámara y cada vez conocía a más gente. Entonces el rock comercial tenía bastante éxito en el país, pero yo me relacionaba con un grupo de fans y de artistas que tocaban grindcore, detah metal, trash y black metal.
Empezaste este proyecto documental con una cámara digital, pero en seguida pasaste a un formato analógico en blanco y negro. ¿Por qué este cambio de técnica y de estética?
Me di cuenta de que el formato digital a color no reflejaba la brutalidad de aquellos conciertos, así que pasé a un formato analógico en blanco y negro. En una visita a Inglaterra cogí mi vieja cámara Fujifilm GA645zi de medio formato y la llevé a Vietnam, además de carretes y productos químicos para el revelado. Intenté revelar en un laboratorio vietnamita, pero al final decidí hacerlo en el baño de mi casa de Saigón. Ese fue el mayor reto con los primeros carretes porque los químicos necesitan una temperatura de 21ºC y en mi casa estábamos a 27ºC. Esto hacía que las fotos estuvieran demasiado saturadas. Lo solucioné al trasladar el equipo a mi habitación porque tenía aire acondicionado y podía mantener la temperatura fija. Entonces ya usaba una película en blanco y negro muy contrastada que creía que capturaba correctamente la música y las emociones de los conciertos.
Uno de los personajes más carismáticos que conociste fue Trung Loki, el fundador de Bloody Chunks Records (el único sello de metal vietnamita). ¿Cómo recuerdas vuestra amistad?
Nos conocimos en los primeros conciertos de metal a los que fui. Él se dio cuenta de que yo volvía con mucha frecuencia y se acercó a hablar conmigo. Trung es un multiinstrumentista con mucho talento y fue un pionero al montar Bloody Chunks Records. Por este motivo decidí titular este trabajo con el mismo nombre. Además, él empezó a tocar con bandas como Brutore, Wuu y Disgusted. Es un tipo humilde, que organizó el “Metalfest” en Saigón y que ha llevado por primera vez a su país a grupos de Japón, los Estados Unidos, Filipinas, Singapur y Tailandia. Admiro su pasión por el metal underground, un estilo de música que todavía no se entiende demasiado bien en Vietnam y que le reporta pocos beneficios.
¿Qué proceso creativo seguiste a la hora de editar todas esas fotografías en unos fanzines titulados “The Vietnam Collection”?
En 2014 organicé mi primera exposición en una galería en el centro de Saigón. Fue algo bastante minoritario para esquivar a las autoridades puesto que, en Vietnam, los extranjeros necesitan un permiso especial para exponer arte. Después montamos una fiesta en otro local donde actuaron Trung y una selección de bandas de metal. Lo mejor no fue mostrar fotos de metal vietnamita a los turistas, sino abrir esa escena a la gente local más joven que no la conocía.
¿Cuál fue el mayor reto creativo que afrontaste al trabajar en estos fanzines? Supongo que disponías de cientos de imágenes, pero querías centrarte en historias concretas…
Cuando vivía en Londres, mi trabajo como fotógrafo consistía en aceptar encargos y contar historias en pocos días. Sin embargo, al instalarme en Vietnam, empecé proyectos que me llevaron entre uno y seis años de dedicación. Me gustan los trabajos a largo plazo porque te dan margen para entender los temas, además de analizarlos, desarrollarlos y dejar que evolucionen. Mi enfoque consiste en trabajar varias ideas al mismo tiempo. Algunas se quedan por el camino y otras avanzan. Mientras estaba centrado en “Bloody Chunks” también hice otras como “Song”, “Untitled” y “Monobloc” que estaban más relacionadas con la fotografía urbana y documental porque quería captar el Vietnam que veía a diario.
Además de “Bloody Chunks” que está dedicado por completo a la escena musical, ¿qué puedes contarnos sobre el contenido de los otros volúmenes?
“Song” significa crudo y vivo en vietnamita. Se trata de una mirada colorida y contemporánea a la cultura urbana del país. “Untitled” es una exploración monocromática de Vietnam, con momentos bastante contemplativos y poéticos que contrastan con el ruido cotidiano. “Monobloc” documenta el mobiliario de plástico vietnamita que se ha convertido en una parte integral del paisaje. Los cuatro volúmenes forman “The Vietnam Collection” y ofrecen mi punto de vista personal sobre ese lugar. Un país comunista que está experimentando un rápido crecimiento económico.
¿Por qué decidiste colaborar con la gente de Rice Creative Collective para la edición de este proyecto? ¿Crees que era necesario que parte del equipo fuera de Vietnam?
El proceso de edición requirió dos años. Empezaba a trabajar en un libro y, cuando me sentía atrapado, pasaba al siguiente. Y así funcioné durante ese período. Pasar un tiempo alejado de cada volumen me ayudaba a tener una visión más clara cuando lo retomaba. Incluso antes de terminar la edición ya sabía que Rice Creative diseñaría los libros porque es el mejor estudio de Saigón y me había apoyado durante años mientras hacía las fotos. Para mi era importante que gente vietnamita participara en el proyecto porque tendrían una visión más cercana del tema. Entonces les mandé todas las imágenes en el orden que quería mostrarlas y ellos hicieron la maquetación de los cuatro libros. También me asesoraron en el tipo de papel y eligieron las tipografías. Sin embargo, acabé imprimiendo los volúmenes en Londres.
Ahora has regresado a Londres y estás preparando otros proyectos fotográficos de estilo documental. ¿Qué puedes avanzarnos sobre tus próximos trabajos?
Desde que volví a Inglaterra, he estado trabajando en un proyecto titulado “Trace” donde examino la interacción diaria de la gente con el entorno a través de fotos de los residuos que hay en las calles de Londres. El objetivo es reflejar una imagen de nosotros mismos a través de las cosas que desechamos o que abandonamos. También estoy centrado en otro proyecto titulado “Vietnam KIN” que pretende reunir fotografías familiares antiguas de gente vietnamita con sus dueños legítimos, que ahora viven repartidos por todo el mundo.
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