JAVIER MURO ORÍO

16 April 2017 Texto: Francisco Daniel Medina. Fotografía: Justo Rodríguez.

‘En mi caso, empecé a salir a correr por hacer algo de deporte, después me planteé hacer una media, terminar un maratón, y ahora vuelvo a correr sin reloj. En cada momento he disfrutado de ponerme las zapatillas y salir a correr’.

Javier Muro escribe en prensa, dirige una revista que está a punto de cumplir su quinto aniversario, corre maratones y escribe libros. Los relatos incluidos en Tras el corredor de los pies descalzos aúnan rigor histórico y calidad literaria. Yo solamente puedo decir que, después de leer el libro, me han entrado unas ganas incontenibles de colocarme mis zapatillas de deporte y salir a correr.

¿Cuál es el germen de Tras el corredor de los pies descalzos? ¿Tuviste desde el comienzo la idea de armar un libro o fue surgiendo sobre la marcha?
De alguna manera, ‘Tras el corredor de los pies descalzos’ es consecuencia del libro de relatos anterior ‘La carrera que no fue, los héroes que no llegaron’ y ambos de Magazine SPOONFUL, donde se publicaron inicialmente algunos de los relatos que incluyen. Inicialmente, no estaban concebidos con la idea de formar parte de un libro. La mayoría cobraban sentido al coincidir con alguna prueba ciclista o algún maratón. Era la excusa perfecta para publicar un relato de ficción que, al mismo tiempo, informara de la disputa de esa carrera. A la hora de recopilar los relatos he eliminado esos datos que hacían referencia a la actualidad. Algunos de los relatos que forman parte de ‘Tras el corredor de los pies descalzos’ están escritos antes que algunos incluidos en ‘La carrera que no fue…’, otros tomaron forma a lo largo del pasado año. Surgieron mientras corregía el material con el que ya contaba. Tengo la sensación de que algunas de las historias las he escrito mentalmente mientras corría por los parques de La Ribera y el Iregua, y por los caminos de alrededor de Logroño.

Tu libro aúna sin estridencias el rigor histórico y la documentación con el componente recreativo y estético propio de la ficción. ¿Fue difícil alcanzar ese tono o te salió de manera natural?
De la documentación y los datos históricos me sirvo para situar el contexto del relato. No puedo dejar de lado que, en la mayoría de los casos, escribo sobre personajes reales, atletas que han existido y realizado las hazañas que cuento. Disfruto al describir los hechos que sucedieron en ese momento, ese año, esa década, evocando acontecimientos relacionados con la publicación de un disco mítico, el estreno de una película que tiempo después se convirtió en un clásico, o la edición de una novela, que otros que pudieran tener mayor cabida en un libro de Historia al uso. Esos acontecimientos, que pudieron ser considerados anécdotas, facilitan –al menos a mí- que lo que tienen de ficción los relatos encaje de forma más sencilla.

 

Desde hace unos años, unos personajes con una indumentaria particular recorren solitariamente nuestras ciudades a horas a veces intempestivas. Les vemos correr desde el cálido interior de nuestros coches o desde las ventanas de nuestras casas y pensamos: ¿qué necesidad tendrán de hacer eso? Tú que también corres, ¿podrías explicarlo a los profanos?
Correr te hace sentirte bien. En mi caso, incluso trabajo mejor, me encuentro más motivado; correr tiene para mí un efecto euforizante. Reconozco que en los últimos años correr tiene algo de moda, pero ¡Bendita moda! ¿no? Ojalá todas las modas incitaran a la gente a hacer deporte. Me gusta menos que de un tiempo a esta parte muchas de las carreras han pasado a organizarlas empresas que tratan de obtener un beneficio de esa creciente afición que existe alrededor de este deporte. Correr engancha también porque en poco tiempo notas mejora. En mi caso, empecé a salir a correr por hacer algo de deporte, después me planteé hacer una media, terminar un maratón, y ahora vuelvo a correr sin reloj. En cada momento he disfrutado de ponerme las zapatillas y salir a correr.

En un momento del libro se dice que, si el soldado griego que recorrió cuarenta kilómetros para comunicar que habían ganado la batalla de Maratón hubiese tenido que hacerlo hoy, habría recurrido al WhatsApp. Aunque aparentemente para correr no se necesita gran equipamiento, la tecnología en cuanto a indumentaria, zapatillas o aplicaciones ha inundado este deporte. ¿Le resta en tu opinión romanticismo? ¿Es necesario todo eso para correr?
En opinión, lo único imprescindible son unas buenas zapatillas, al fin y al cabo golpeas infinidad de veces el suelo y merece la pena intentar que los pies sufran lo menos posible. ¿Los demás gadgets? Cada uno entiende correr de una manera. Hay quien corre solo y sin música y quien precisa de todas las tecnologías inventadas alrededor de la carrera a pie. Está claro que si un día tienes previsto realizar unas series necesitas un cronómetro ¿lo demás? Ya te digo, cada cual sabe cómo disfruta más corriendo y qué elementos hacen que le resulte más divertido. Está claro que cuando alrededor de cualquier actividad se genera una gran afición siempre aparece alguien que encuentra una oportunidad de negocio.

 

En tu libro se narran hazañas que te ponen la piel de gallina y le convencen a uno acerca de que los verdaderos héroes son anónimos tal y como se afirma en el prólogo. ¿Pero cuál es la anécdota que a ti te ha admirado más de todas cuantas conoces relacionadas con este deporte?
La historia de Dorando Pietri me gusta especialmente. En el libro aparece en el relato titulado ‘El capricho de la reina’. Me gusta especialmente por lo que tiene de dignificar el esfuerzo aunque al final no exista recompensa. Pietri hubiera sido campeón olímpico en los primeros Juegos de Londres si no se hubiera modificado la distancia sobre la que hasta esa fecha se disputaba la prueba de la maratón. Se añadieron 2,195 metros y Dorando Pietri desfalleció justo al entrar en el estadio. De alguna manera, habla también del poder, de las decisiones unilaterales, de la capacidad de cambiar las cosas al gusto del poderoso sin pensar en cómo afecta a los demás. Al igual que en ‘La carrera que no fue, los héroes que no llegaron’, en ‘Tras el corredor de los pies descalzos’ me apetecía que los relatos narraran las gestas de los atletas pero que, al mismo tiempo, contarán más cosas. Desde la necesidad de éxito de un país frente al resto a la lucha por la igualdad de la mujer; desde el ideal de correr como forma de vida a seguir corriendo más allá de los cien años; de la relación del éxito deportivo con el negocio al racismo y las consecuencias de expresarse en contra.

¿Qué recuerdos guardas de tu experiencia en la maratón de Nueva York?
Extraordinarios, tanto de la carrera como de la ciudad. Es cierto que tengo más marcado el primer maratón, el que corrí en Madrid, pero correr por Nueva York es especial. La maratón de Nueva York es una fiesta en la ciudad. Todo el mundo se echa a la calle para animar a los corredores. Tienes una sensación similar, supongo, a la de los ciclistas cuando coronan los puertos míticos y se va abriendo un pasillo justo a su paso. Y eso que terminamos en el puesto doce mil más o menos de 45.000. La gente anima igual al primero que corre a un ritmo de 3,30 el kilómetro que a los atletas que finalizan en seis horas. Es algo que también he vivido en la Behobia. En Nueva York recuerdo que estuvimos chocando manos con el público casi hasta la media maratón. Entonces nos planteamos que había llegado el momento de correr en línea recta (risas), que aún quedaba una buena tirada hasta la meta. Entrar en Central Park y cruzar el arco de la meta que tantas veces has visto por la tele es una pasada.

 

¿Cómo surge tu relación con Siníndice?
A Diego Iturriaga lo conocí una temporada que me dio por jugar al tenis. Un grupo de amigos nos apuntamos a unos cursillos municipales. De vez en cuando se organizaban torneos y Diego, que juega realmente bien, era de los rivales que rezabas porque no estuviera en tu misma columna del cuadro de partidos. Si te tocaba, sabías que tu participación había concluido. Tiempo después, ya con la revista en marcha y el tenis un tanto olvidado, me llegó el dato de que en Logroño había diecisiete editoriales, algunas de carácter público y la mayoría privadas. Decidí entrevistar a los editores que me parecía que hacían cosas diferentes, atractivas, peculiares. Entre otros, entrevisté a Diego. Al concluir la entrevista surgió la idea de recopilar los relatos y darles forma de libro. Así fue tomando cuerpo primero ‘La carrera que no fue, los héroes que no llegaron’ y después ‘Tras el corredor de los pies descalzos’.

Además de escribir y correr, diriges una publicación digital llamada Spoonful que habla de arte, cultura, deporte. ¿Qué significa en tu vida Spoonful?
Lo cierto es que SPOONFUL se come prácticamente todo mi tiempo. Actualizar la revista casi a diario es complicado. Más cuando el planteamiento es tratar de hacer cosas diferentes a las que proponen los medios generalistas. No por considerarme mejor, sino porque creo que hacer lo mismo que ya se hace no tiene ningún sentido. SPOONFUL es un reto más –ahora en abril cumple cinco años-, que se sustenta en el deseo de volver a hacer el periodismo que me gusta tras unos cuantos años en un gabinete de prensa. Experiencia que, por cierto, deberíamos tener todos los periodistas. SPOONFUL surgió con la filosofía de conceder protagonismo a las entrevistas, permitiendo que los entrevistados tuvieran espacio para desarrollar sus respuestas. Algo que obviamente el papel no permite. Del mismo modo, había un espacio al que los medios generalistas no prestan demasiada atención como es la cultura, igual que sucede con deportes que tienen un gran número de seguidores pero que siempre quedaban apartados tras el fútbol, como son el ciclismo y el atletismo. A todo eso le sumé el blanco y negro como rasgo diferencial. Y ahí estamos….

 

¿Por qué el recurso de la entrevista a Traspaderne?
La decisión de incluir la entrevista que realicé para SPOONFUL a Juan Carlos Traspaderne tiene algo de cierre de círculo. Cuando hace dos años a la presentación de ‘La carrera que no fue, los héroes que no llegaron’ acudió Traspa. Al finalizar el acto, cuando estábamos con la firma de ejemplares, se acercó a la mesa y me dijo: “el próximo tiene que ir sobre otro deporte, ya sabes…”. Así que cuando decidimos recopilar los relatos  sobre atletismo y sumar algunos que aguardaban por cuadernos y cajones, pensamos que encajaba extraordinariamente bien cerrar el libro con la entrevista a Traspaderne. Además, su forma de entender el deporte, su filosofía de correr para disfrutar, encajaba a la perfección con los valores que transmitían muchos de los relatos.

¿Cuándo y por qué el jogging pasó a llamarse running?
Realmente, no lo sé. Hay quien dice que tiene que ver con el ritmo de carrera y con la intensidad, pero para mí todo es correr. Cada uno corre al ritmo que le gusta y con la intensidad con la que disfruta más. Lo único que tengo claro es que, se llame como se llame, siempre hace más el que se calza las zapatillas y sale a correr a los parques o caminos que el que se queda en casa sentado en el sofá, independientemente del ritmo. Si el ritmo fuera lo que define si corremos o no, está claro que lo que hago no es el mismo deporte que el que practican los keniatas que completan el maratón en dos horas y cuatro minutos. En el libro se habla de esa idea, de que son tan héroes los que ganan como los que completan la maratón en seis horas, éstos no sólo han sido fuertes físicamente sino también mentalmente. Son muchas horas hablando contigo mismo y venciendo la tentación de retirarte.

 

Viendo el éxito del volumen (que si no recuerdo mal es actualmente uno de los libros más vendidos según la web de La casa del libro), ¿tienes en mente una secuela?
Ya tengo escritos algunos relatos, la mayoría tienen que ver de nuevo con el ciclismo. Sí, la idea es publicar una nueva colección de relatos. Ahora, hay que sacar tiempo, la revista exige mucha dedicación. Todos los deportes son enormemente literarios, pero en el ciclismo encuentro siempre detalles e historias que permiten hablar de muchas más cosas al tiempo que te adentras en el relato meramente deportivo, ya sea una etapa mítica del Giro, un ciclista de leyenda o las clásicas de las Ardenas. Con el atletismo me sucede algo parecido.

Al margen del texto, la edición del libro es muy cuidada y llama la atención tanto la ilustración de la portada como las del interior. ¿Quién las firma?
La ilustración de portada es de mi sobrina (11 años) Aroa Muro y las que acompañan los relatos de mi padre José Antonio Muro.

¿Cuáles son tus próximos retos literarios y deportivos respetivamente?
Me gustaría plantearme el reto de afrontar una novela. Creo que, por utilizar un símil atlético, los relatos son como medias maratones y ahora toca atreverse con la distancia de Filípides, con los 42,195 kilómetros, con la novela. ¿Y deportivos? La verdad es que ahora disfruto de correr sin reloj, pero también me he dado cuenta que si no me planteó retos no soy tan disciplinado a la hora de calzarme las zapatillas. De todas formas lo de ‘retos deportivos’ suena muy serio… en las carreras, cuando se publican los listados finales, siempre hay buscarme alrededor del puesto mil…

 

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