En el verano del 2014 hice un viaje a Estados Unidos en compañía de mi novia Sandra y su madre Helena. Concretamente, viajamos a Nashville y a La Florida. Lo que a continuación relato es una crónica del mismo.
Tennessee
Primera parte: Nashville (Rock and roll y luciérnagas)
Fuimos a visitar a Silvita y a Gary que son pareja y amigos de la juventud de Helena, y viven en Nashville (Tennessee), más concretamente en un bucólico pueblo llamado Murfreesboro. Gary es un americano que atesora un conocimiento de jazz enciclopédico, y Silvita es una cubana vivaracha que mezcla todo el rato el inglés y el español. Nos recogieron en el aeropuerto de Nashville donde, como dato curioso, diré que las cafeterías son de la marca Gibson: no hay que olvidar que en Nashville está la fábrica de guitarras de dicha firma, el emblema de la ciudad. Cuando emprendimos el camino hacia Murfreesboro en el Subaru de Gary vi un letrero volante que indicaba la dirección hacia Memphis lo que equivale a decir la casa del rey. Le pregunté a Gary cuánto se tardaba en coche hasta allí y él me miró con la mezcla de condescendencia y compasión con la que se mira a un turista de manual y me respondió que unas tres horas. Seguidamente dijo: Memphis no es un lugar al que la gente va, sino del que la gente se va. Nos reímos y no volvimos a hablar del tema porque, entre otras cosas, debo admitir que yo nunca he sido demasiado fan de Elvis. Gary conducía a una velocidad de 70 millas por hora (unos 120 kilómetros) y yo contemplaba ensimismado aquel paisaje compuesto por árboles, casas de madera, y graneros. No pude evitar imaginar a jóvenes que, con sus guitarras y sus sueños a cuestas, recorrían aquellos caminos con destino a Nashville en busca de una oportunidad. Cuando llegamos a la casa de Silvita y Gary, situada en mitad del campo, acudieron a recibirnos una comitiva de pavos silvestres. Lo primero que hicimos, una vez nos desprendimos del equipaje, fue salir a la parte trasera de la casa donde nuestros anfitriones tenían un huerto que cuidaban con mucho mimo. Casi toda su dieta era a base de productos cultivados por ellos mismos. Sé que esto ahora puede estar muy en boga pero no tanto cuando Silvita y Gary comenzaron a hacerlo de manera sistemática en la década de los 70, época en la que, entre sus más preciados bienes, se contaba una cabra de la que obtenían la leche para fabricar su propio queso. Cenamos al aire libre y, al caer la noche, un acontecimiento excepcional tuvo lugar. Centeneres de explosiones de luz fosforescente decoraron el campo. Era la primera vez que yo veía luciérnagas.
Tennessee
A la mañana siguiente, pasamos el día en la casa del lago que estaba edificada sobre la pendiente de una montaña con vistas a un lago artificial gigantesco llamado Center Hill Lake, construido por los ingenieros de la U.S. Army. Bajamos con el Subaru hasta el embarcadero donde Gary tenía amarrada su lancha motora: una preciosa Chris Craft con asientos de cuero blanco. Nos adentramos en el lago y, en un punto determinado, flanqueados por montañas, Gary echó el ancla y nos dimos un chapuzón. Según nos comentó, bajo nuestros pies, había casas e iglesias sepultadas. Subimos a la lancha y nos tomamos una cerveza helada y almorzamos en aquel entorno, arropados por una naturaleza desmesurada.
Al día siguiente fuimos a ver un concierto de Elvis Costello. Silvita y Gary, conocedores de mi afición por la música, me habían preparado aquella sorpresa. El concierto tuvo lugar en el Ryman Auditorium, uno de los templos del country fundado en 1892 y con aforo para 2.362 personas sentadas. Allí no podías evitar convertirte al country. Al terminar el show dimos un paseo por Nashville donde abundaban los pubs con música en directo, los imitadores de Elvis (más o menos deprimentes) y las despedidas de soltero. Llamó mi atención el AT & T Building, un rascacielos popularmente conocido como el Edificio Batman, ya que su forma recuerda bastante a la cabeza del popular hombre-murciélago.
Tennessee
Durante nuestra estancia en Tennessee visitamos Sewanee, un pueblo de cuento que albergaba una universidad de élite y en el que cada verano, al aire libre, tenía lugar un festival de música clásica que reunía a los jóvenes talentos del país. Era extraño ver a todos aquellos músicos adolescentes con sus instrumentos clásicos ensayando en los lugares más insospechados: bajo los árboles, en los pasillos de los señoriales edificios de la universidad e incluso en los cuartos de baño. Cualquier enclave era bueno para tropezarte con un concierto improvisado. Allí nos recibió Arlyn Ende, amiga de Silvita y Gary, y viuda del ya fallecido escultor Jack Hasting. En el aeropuerto internacional de Nashville había una instalación de Hasting llamada Dancing on air. Arlyn también era artista y era principalmente conocida por sus trabajos textiles. Primero almorzamos en un restaurante del pueblo donde recuerdo haber ingerido demasiada mimosa (cóctel compuesto por una parte de champán y otra de zumo de naranja) y luego visitamos la casa-estudio en la que Arlyn vivía sola en mitad del bosque: fue como penetrar en un mundo de fantasía. Frente al porche, había esculturas de Jack que se mimetizaban con la naturaleza. En el interior, el estudio del escultor permanecía intacto. Era como si nos encontrásemos dentro de un museo. Solamente puedo decir que aquel lugar desprendía una energía muy especial. Si a esto añadimos que uno de mis más admirados escritores, Tennessee Wiliams, había vivido en Sewanee y que incluso en la universidad había una cátedra que llevaba su nombre, podéis haceros una idea aproximada de cómo me sentía en aquel mágico lugar. Antes de marcharnos, Arlyn me regaló un libro de poemas que su marido había publicado en vida y que, según me comentó Gary más tarde, era tan oscuro que él mismo no había sido aún capaz de terminarlo. Cuando abandoné Nashville me embargó cierta sensación de hastío, como si me negara a ser desterrado de aquella especie de sueño.
Tennessee
Tennessee
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Tennessee
Segunda parte: La Florida (Mansiones, dobles de Hemingway y una canción inacabada)
Aterrizamos en Miami y, al salir del aeropuerto, sentí el golpe en el rostro de su calor húmedo. De repente, era como si nos encontrásemos dentro de una piscina climatizada. Al principio incluso me costó trabajo respirar. Ana, la tía de Sandra, y su pareja María, nos recibieron en el aeropuerto y, montados en su ranchera Ford, condujimos hasta su casa por la famosa U.S. Route 1 la cual atraviesa toda la Costa Este de Estados Unidos desde Florida hasta Maine. En Miami también vivían Raquel, una prima de Sandra, y su novio Brennan, el cual era de Portland con lo cual traté de exprimirle todo lo que pude y más ya que la escena musical allí es brutal sin importar que hablemos de jazz, de garaje punk o de rock and roll. A ratos, daba la impresión de que le estuviese haciendo una entrevista. Al día siguiente de nuestra llegada, fuimos a South Beach y, justo cuando acabábamos de meternos en el agua, comenzó a diluviar. Nadie se inmutó puesto que en verano aquellas lluvias acontecían a diario. De repente, en el horizonte, los rayos partían el firmamento por la mitad para, pocos minutos después, volver a dar paso a un sol épico. Por la noche fuimos con Raquel y Brennan a un área relativamente nueva conocida como Miami Design District, donde abundaban las tiendas de mobiliario de diseño y de ropa cara y los garitos de moda. Otra tarde nos llevaron a The Wynwood Art District, uno de los espacios más grandes del mundo dedicado a instalaciones artísticas al aire libre, que también cuenta con más de setenta galerías, bares, tiendas de antigüedades, etcétera. También visitamos Coral Gables, una zona residencial con mansiones y jardines inquietantemente bien podados, donde me quedé embobado mirando unos árboles cuyas ramas estaban cubiertas en su totalidad por un helecho llamado Resurrección. Parecían árboles de brazos peludos como las patas de una tarántula.
Miami Wynwood
Pero, sin duda alguna, una de las experiencias más interesantes de nuestra estancia en La Florida fue viajar en coche hasta Key West, el punto más al sur de La Florida (situado a 90 millas de la isla de Cuba) a lo largo de una autopista elevada que se construyó en 1.938 sobre las vías del tren que fueron destrozadas por un huracán. Desde la nueva carretera miraba embelesado los antiguos puentes que antaño comunicaban las islas: casi todos estaban mutilados con lo cual, aquella imposibilidad de darles un uso práctico, reforzaba mi visión de los mismos como improvisadas obras de arte. Key West siempre ha sido un lugar que ha acogido a bohemios y ovejas negras venidas de distintas partes del mundo, una tierra de buscadores de tesoros y de borrachos. Allí visitamos el famoso Sloppy Joe´s Bar en el que todos los años se celebra un concurso de dobles del autor de El viejo y el mar. Una noche cenamos en un restaurante llamado Blue Heaven donde tiempo atrás se habían celebrado veladas de boxeo arbitradas por el propio Hemingway. También visitamos la casa donde el escritor había pasado sus últimos años que estaba habitada por gatos de seis dedos. Otra de las cosas que más me asombró de Key West era que los gallos pululaban por las calles a sus anchas como pequeñas vacas sagradas, lo cual contribuía a darle al paisaje un toque aún más surreal. Por último, dimos un paseo en un barco con el fondo de cristal para ver el tercer arrecife de coral más grande del mundo. Como dato negativo, diré que me quedé con ganas de ver algún tiburón.
Miami, mansion Star-Island
Ya de regreso en Miami, tomamos otro barco turístico que hacía un recorrido por Star Island donde están las mansiones de los famosos. Me impactó especialmente ver de cerca la mansión de Al Capone. El guía también nos habló de una isla artificial que pudimos divisar a lo lejos en la que vivían las personas más ricas del mundo. Tan solamente se podía acceder a la misma en helicóptero o en barco y allí disponían de sus propias escuelas y hospitales, así como de su propio cuerpo de policía y de bomberos. En fin, todo muy show de Truman. Durante el paseo en barco, me entretuve a ratos contemplando el singular skyline de Miami cuyos rascacielos ostentan el tercer puesto en altura de Estados Unidos superados tan solo por los de Nueva York y Chicago. Estando en Miami se me hacía difícil hacerme a la idea de encontrarme a miles de kilómetros de casa, en parte debido a que el 80% de la población habla español; en este sentido, me resultó divertido un cartel colocado a la entrada de un local en Little Habana en el que ponía: Aquí se habla inglés.
Miami, Key West
En la casa de la tía de Sandra había una vieja guitarra Yamaha y pasé algunas horas tratando de escribir una canción al otro lado del Atlántico. Aún no he llegado a terminarla pero, si alguna vez la concluyo, llevará por nombre Agua dulce, que es el significado de la palabra Miami en el dialecto de los indios que fueron sus primeros pobladores.
Miami, Key West
Miami, Key West
Miami, Key West
Miami, Wynwood
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