Impresionantes valles, una flora extraordinaria y una tranquilidad que abruma son solo tres de los atractivos de la más pequeña de las islas del archipiélago canario. Llegar a La Gomera es un viaje hermoso, desde cualquiera de las islas es posible conectar con ella y puedes hacerlo por mar o aire. En nuestro caso, elegimos volar desde Tenerife con la aerolínea Binter, un viaje rápido y, cuanto menos, peculiar, no solo por las impresionantes vistas, sino también por la dimensión de su aeropuerto, una pequeña pista sobre un acantilado, no apto para cardíacos o aerófobos. Para nosotros, un divertido trayecto lleno de emociones que fue solo el inicio de un gran viaje de nuevas sensaciones. Todo esto, unido al amable trato de su tripulación, nos hizo sentir como si estuviéramos en un vuelo privado. Sin apenas colas ni grandes aglomeraciones fue realmente todo un privilegio.
Binter (*)
Hablar de La Gomera es hablar de naturaleza con mayúsculas. Sus vertiginosos barrancos y valles de ensueño que desembocan en el mar, además del equilibrado clima que se mantiene durante todo el año, hacen que esta isla sea conocida como la meca de los amantes del senderismo. La Gomera es la más pequeña de las islas del archipiélago canario y en 2012 fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO. No es para menos, pues se trata de un joya ecológica gracias a la riqueza de su biodiversidad natural y cultural. Ser isleño es un modo de vida, en este sentido, un aspecto curioso de este fenómeno es el “silbo gomero”, un lenguaje silbado heredado de los aborígenes que poblaban la isla.
Para moverse por la isla y conocerla en profundidad el coche es la mejor opción, ya que ofrece libertad para perderse y explorar hasta lo más profundo de sus preciosos rincones y fue así como comenzó nuestro periplo. Lo primero fue instalarnos en el Hotel Jardín Tecina, un espectacular complejo hotelero, situado en un impresionante acantilado de Playa Santiago, situado a escasos kilómetros del aeropuerto. La cosa pinta bien: vistas al Atlántico, olor a mar y clima suave, lejos de cualquier ruido que pueda relacionarse con lo urbano. El Hotel Jardín Tecina es un espacio espectacular, completamente integrado en el entorno, que ofrece a sus huéspedes la oportunidad de disfrutar sus vacaciones al más puro estilo White Lotus, pero sin dramas, ni líos, aquí todo es relax y amabilidad. El propio hotel cuenta con piscina, spa al aire libre, un jardín botánico, más de cincuenta especies de plantas de todo el mundo, un gimnasio, una pista de padel y tenis y un campo de golf. Además, dipone de un club de playa —el Club Laurel—, al que se accede a través de un ascensor situado en lo alto del acantilado. Una vez allí, es posible elegir entre diferentes espacios gastronómicos. En nuestro caso, La Trattoria fue la mejor elección, un restaurante relajado y distendido, pero con todo el peso de una carta de 10… Es el lugar ideal donde saborear los coloridos platos, gran plan para una cena con vistas al mar.
La Trattoria
Hotel Jardín Tecina
Hotel Jardín Tecina
Una de las cosas que más nos sorprendió del Hotel Jardín Tecina fue su eco finca, donde cultivan sus propias verduras y hortalizas; aquí todo es sostenible y natural. Las plantaciones están diseñadas para aprovechar al máximo los recursos naturales, sin usar maquinarias ni productos químicos, de forma que no alteran el ecosistema de este preciado lugar.
Y es que sinceramente el Hotel Jardín Tecina es un espacio espectacular, no solo por su localización e instalaciones, sino por sus trabajadores, que lejos de ser mero personal de un hotel, te hacen sentir más que en casa. Es por eso que sus clientes vuelven cada año, en busca de esa hospitalidad y amabilidad que les caracteriza. En este sentido, el entorno ayuda mucho y Playa Santiago no defrauda, cuenta con numerosos comercios y bares. A nosotros nos encantó “Art Studio – Gomera Jewels”, una bonita tienda-galeria de arte que mira al mar, el lugar ideal para darte un capricho en unas vacaciones.
Hotel Jardín Tecina
Eco Finca
Eco Finca
Eco Finca
A la mañana siguiente, tras un impresionante desayuno con vistas al mar en el buffet del hotel, nos calzamos las botas de montaña y nos dirigimos alParque Nacional de Garajonay. Sí, empezamos por su plato fuerte. Este parque natural alberga una de las mejores muestras de laurisilva, un bosque húmedo del Terciario. El senderismo a través del parque nos permite apreciar el esplendor del bosque: arbustos trepadores, musgos, suculentas, flores…. Una vez en el corazón del Parque Natural, nos adentramos en el Raso de la Bruma, un bosque formado por una gran tupida masa forestal de centenarios y enormes árboles cubiertos de líquenes y musgos, un espacio que bien podría haber sido escenario de El Señor de los Anillos. Recorrer esta selva verde es una magnífica forma de entender la historia insular y el esfuerzo de la población por adaptarse a un medio muy abrupto, que ha tardado nada menos que veinte millones de años en formarse. Dicen los gomeros que nunca se acaban conociendo todos los senderos de la isla, y damos fe de ello. Caminos y senderos se entrecruzan por toda su superficie de una forma casi laberíntica.
Otro de los atractivos de esta isla son los miradores, la orografía y la belleza del lugar hacen que cada esquina sea digna de admirar y los gomeros han hecho lo posible para que esto suceda. En este sentido el Mirador de Los Roques es parada indispensable, un lugar que impacta por la belleza de la roca, la flora y, cómo no, por la panorámica de su volcán, el Teide, que hace recordar la insignificancia del ser humano. De mirador en mirador continuamos la ruta que nos lleva a Valle Gran Rey. Se trata de un pequeño pueblo a pie de mar al que se llega a través de un impresionante valle, repleto de palmeras y arbustos suculentas. Todo un espectáculo. En su negra playa de arena volcánica, ideal para un baño y un descanso al sol nos topamos con GomeraActiva, un centro de turismo activo con quienes, entre los más comunes de los deportes, también puedes probar el salto del pastor, una ancestral forma de desplazamiento de los pastores en la isla, convertido hoy en deporte. A pesar de las dudas, finalmente nos decantamos por el kayak. El dueño de este centro, un chico súper amable, nos aconsejó cómo movernos por la isla y qué ver, pues aunque nosotros fuésemos documentados, no hay nada mejor para conocer y disfrutar de esta isla como los consejos de un local.
* GomeraActiva
* GomeraActiva
GomeraActiva
A la vuelta de la esquina nos tomamos un descanso y decidimos picar algo, pues a pesar del gran desayuno que tomamos en el Hotel Tecina, el hambre aprieta. En un pequeño bar de pescadores, hicimos degustación de los platos más típicos: papas arrugás con mojo, lapas y almogrote. De postre, y junto al café, nos atrevimos a probar el “gomerón”, elaborado a base de miel de palma y aguardiente de parra.
Continuamos el periplo y es en este lugar de la costa que nos topamos con la gigante e impresionante escultura de Hautacuperche, que representa al héroe aborígen gomero y cabecilla de la rebelión de los gomeros.
De vuelta al Hotel, degustamos el buffet de la cena, con una amplísima y variada selección de platos locales e internacionales. Para mí, los quesos y postres fueron lo mejor de la cena.
Aunque suene raro, La Gomera no es solo naturaleza, por eso a la mañana siguiente decidimos conocer sus pueblos, que aparecen como pequeñas setas a lo largo de toda su geografía, diseñados al estilo colonial canario, con coloridas y empinadas calles. En Agulo, declarado uno de los pueblos más bonitos de España, nos topamos con el mirador de Abrante, un vertiginoso mirador de cristal suspendido en el aire, no apto para los más sensibles a las alturas. Este lugar es una visita imprescindible para aquellos que llegan hasta esta zona, ya que las vistas del Teide desde este lugar son excepcionales. El paisaje abrupto y marrón de aquí cambia a verde y exuberante al dirigirnos hacia Hermigua, otra parada fundamental. Encajada entre los barrancos de El Rejo y La Carbonera, es un fértil valle tupido de plataneras que llegan hasta la misma orilla del mar. El municipio tuvo un importante desarrollo agrícola con el cultivo del plátano, del que quedan grandes casonas que recuerdan el fructífero pasado. De nuevo, el estilo colonial canario reaparece a lo largo de su arquitectura. Aquí la afluencia de turistas es mayor. Y es que su belleza arquitectónica, junto a la naturaleza, es un gran atractivo para los visitantes. Quizás una de las estampas más típicas de la isla la encuentres aquí, los Roques Pedro y Petra. Como última parada urbana, visitamos la capital, San Sebastián de la Gomera, donde por fin degustamos para almorzar la famosa sopa de berros, eso sí, que no falte un entrante de almogrote. La capital de la isla es una ciudad tranquila, al igual que toda la isla y, además, con una larga historia. Llena de coloridas casas bajas de estilo canario, los principales puntos de interés de la capital se relacionan con los viajes de Colón en los años de los primeros trayectos a América, de ahí que cuenten con un par de museos en torno a Colón y sus viajes. Pero quizás lo más característico es la Torre del Conde, un edificio militar de la época de la conquista de las Islas Canarias, la única torre medieval que se conserva en las islas.
Si eres amante de la naturaleza y la tranquilidad, este es tu lugar. Porque la isla se corona como embajadora del “slow tourism” de todo el archipiélago. Para nosotros ha sido todo un descubrimiento. No era la primera vez que viajábamos a Las Canarias; sin embargo, pasar unos días en la más pequeña de todas ellas nos ha dejado alucinados y encantados. Realmente es un espacio donde desconectar para reconectar. La visita a esta isla promete unos días de auténtico relax, así que si tienes un ritmo de vida frenético modelado por el canon de vida de la gran ciudad, este es tu lugar.
Para preparar tu viaje a La Gomera, te recomendamos:
www.jardin-tecina.com/es
www.bintercanarias.com/es
www.gomeraactiva.com
Todas las fotografías realizadas (excepto las indicadas -*-) con cámara Leica Q2 – LEICA