RUFO

2 August 2019 Texto: Marta Orosa.

Ahora que vivimos en un tiempo abarrotado de imágenes, en el que siempre hay millones de personas disparando fotos, en un tiempo en el que la idea del “instante decisivo”, de la que hablaba Cartier-Bresson, se está diluyendo en un exceso, me encuentro con Carlos Reverte “Rufo”, un fotógrafo -sobre todo- flamenco, con imágenes que, como dicen los aficionados al cante, duelen. Fotos que, entre las miles de imágenes que consumimos, se paran delante mía y me piden que me detenga porque algo fuerte pasa ahí dentro.

Para empezar a escribir sobre él, se me ocurrió que sería interesante pedirle que ordenara cronológicamente los acontecimientos que habían marcado su vida. Lo que me contestó fue: “Yo no considero que me hayan pasado cosas importantes, las únicas cosas que hay importantes en mi vida son mi familia y la gente que he conocido, mis amigos… el fútbol, el patín y el flamenco”. Y me gustó más que cualquier colección de fechas y momentos porque creo que en esa respuesta está él, así, sencillo.

 

 

Carlos es un fotógrafo nacido en Jerez que ha crecido en Melilla y, seguramente, madurado en Málaga. Casi todo el mundo lo conoce como Rufo, “cuando era pequeñito andaba siempre por mi barrio, el barrio Vitoria, con muchas bolsas de gusanitos, que allí en Melilla se llamaban Rufinos. Eran unas bolsas azules en la que salía Heidi y Marco. Y un chaval de mi barrio, que vivía encima mía y sería tres o cuatro años mayor que yo, me empezó a decir el niño de los rufitos, hasta que se me quedó Rufo”. Desde muy chico se había interesado por la fotografía:  “A mi padre siempre le gustó la foto y a mí me fascinaba ver todos aquellos cacharros por casa. Abría un maletín y estaba su cámara, sus objetivos, sus filtros Cokin, sus cosas… A mí me llamaban mucho la atención, lo que pasa es que como yo era pequeño, eso no se podía tocar, porque todo lo que tocaba lo rompía”, me cuenta. Con 15 o 16 años, dice, estaba loco por hacer fotografía. Había empezado a patinar y quería hacer fotografía de patín. “Entonces ya cogí y le dije a mi padre que quería hacer foto, y a regañadienten me dejó la cámara, una Olympus OM-10, que tenía algunos automatismos pero se parecía mucho a la OM-1 que era la profesional. Así que empecé a hacer fotos de gente patinando  con la cámara del viejo”. Dice que de esos primeros carretes no hay ninguna foto buena pero lo que sí, estaban perfectamente expuestas porque antes de que el padre se decidiese a dejarle la Olympus, había leído mucho sobre el funcionamiento de una cámara en manuales que había por casa. A través del tema del patín también fue cómo se aficionó al flamenco. En aquella época en la que todavía no tenía los gustos musicales muy definidos -me explica- sus influencias musicales venían de los videos de skate: “Empecé a escuchar ska, punk y rap, que era la música que se usaba en los vídeos que sacaban las grandes marcas y revistas.  Lo que pasó es que hubo una hornada de skaters españoles, que se hicieron pro y se fueron a Estados Unidos, ellos montaban sus partes de vídeo con flamenco. Eran Daniel Lebrón, Jesús Fernández, el Alfon… Los de Madrid. Empezó la moda de meter en los vídeos skate temas de flamenco”.

 

Inés Bacán

 

En ese tiempo, que nadie tenía ordenador, buscar una canción era toda una odisea. Menos mal que su padre, además de fotógrafo, era melómano y tenía una discografía enorme. Rufo veía los títulos de las canciones en los créditos de los vídeos, que eran en VHS, y la buscaba en la discografía del padre o le preguntaba a su amigo Dani -que era como un hermano- y también sabía mucho de música. Así empezó con Camarón. Cogió una antología y rebuscó a ver qué podía gustarle de ahí. “Me acuerdo que me hice un cinta, con una que era original de la BSO de La loca academia de policía”, dice riendo. “Entonces le puse su pegatinita para poder grabar encima y ahí me hice un recopilatorio con canciones de Camarón que me gustaban. Estaba enamorado de esa cinta”, cuenta Rufo.

 

La Macanita

 

Con 18 años, ya se había trasladado a Málaga para seguir estudiando , le llegó una antología de flamenco a través de su amigo Santi. Ahí había música desde el principio del flamenco hasta los años 70. De este modo, pasó de Camarón a La Niña de los Peines,  Manuel Torres o Juan Talega entre otros. “Descubrí un mundo y de todas esas cosas antiguas me enamoré”, nos dice. Lo que ahí se estaba fraguando era el vínculo entre su primera pasión, la fotografía, y la que vino después, el flamenco. “Como yo tenía tantas inquietudes con el flamenco, estudiaba los cantes, quería saberlo todo. Yo escuchaba un cante y decía quiero saber lo que es, quería saber asignar todos los cantes. Lo que no conocía lo preguntaba, por ejemplo, a los aficionados mayores. También iba a los recitales y después buscaba una crítica para ver si decía lo que había cantado. Ahí me di cuenta de que había recitales que eran muy interesantes y la prensa no se hacía eco de ello. En ese momento fue cuando pensé: ¿y si me hago yo mi blog?”. Y así nació, Crónicas Flamencas.

 

La Marelu

 

Rufo, de nuevo, estaba loco por hacer fotografía y ese blog, que más tarde se convirtió en una revista de flamenco, era la excusa perfecta. Tenía la oportunidad de retratar a personas que estaban continuamente expresando cosas. Aquí empezó su trayectoria como fotógrafo, y de la misma manera que quiso saberlo todo del flamenco, ha querido saberlo todo de la fotografía. Sus imágenes nos transportan al documentalismo y las luces Koudelka, sus retratos respiran a Irvin Peng y Richard Avedon. También hay en él de Pepe Lamarca y Jondo de Andrian Morillo. “Para hacer buena fotografía hay que consumir buena fotografía”, afirma Rufo.

 

Remedios Amaya

 

Ahora, 6 años más tarde de sus primeras fotos flamencas, nos presenta “Ellas, flamencas gitanas”, un proyecto que comprende fotografías tomadas entre 2013 y 2015 que ahora ven la luz. A Rufo, que lo conozco desde hace ya mucho, no le gusta “filosofear” -como él dice- sobre el porqué de sus fotos. “No me gusta liarme en palabrería para darle un motivo a lo que me sale hacer. Yo he elegido a la mujer por unos motivos muy sencillos, el primero por una admiración profunda hacia esas artistas, porque he retratado a algunas de mis cantaoras favoritas, y porque he tenido la suerte de hacerle fotografías en situaciones de muchísima cercanía que me han permitido encuadres que me gustaban, con las condiciones lumínicas que quería”. De esta manera, Rufo hace un homenaje a estas mujeres que tienen un enorme peso en el flamenco: La Cañeta, La Macanita, Remedios Amaya, Tía Juana la del Pipa, La Marelu, Aurora Vargas, Inés Bacán y Toñi Fernández. No lo hace con la intención de reclamar visibilidad para ellas porque, como dice Rufo, ya la tienen y merecida. A mi, al ver las imágenes, me sale pensar que es posible que en el ámbito del flamenco -aunque esté inserto en un lugar y un tiempo profundamente machistas- se de un espacio de empoderamiento en el que las mujeres alzan sus voces, cantan sus dolores o bailan juntas. Seguro que hay de eso, pero aunque se de ahí ese espacio de fuerza y coraje para ellas, sabemos que difícilmente se puede desvincular de la situación de opresión estructural que viven la mujeres. “Mira Tia Anica la Piriñaca, que contó que su marido no quería que cantara. Ya cuando se murió él, se vio que tenía que mantener a no sé cuántos hijos y empezó a cantar, y ha quedado como una artista relevante de Jerez. 

 

La Cañeta de Málaga

 

Por último, ahora Rufo tiene su propia empresa de management y producción de flamenco. Trabaja entre otros con Israel Fernández como manager y produce espectáculos de flamenco. Con todo, Carlos, el niño de los rufitos, está atravesado por esta música que muerde el pecho, por esos cantes que están llenos de una historia que es nuestra, la historia de la tierra que huele a olivo. Y estoy segura que es por eso que sus fotos también nos pegan “bocaos” en el cuerpo.

Instagram: @rufo_diary  //  FACEBOOK

 

Foto retrato: Marta Orosa

Foto portada de Juana la del Pipa

 

Aurora Vargas

 

Toñi Fernández

 

 

Además de la fotografía flamenca su otro gran campo de acción es la fotografía callejera, trabajo que realiza a través de su teléfono móvil. Aquí algunos dípticos tomados con un iphone4s:

 

 

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