Hay un silencio en el paisaje. Una ausencia que lo configura. Un éxodo quedo atrapado en los cuerpos huidos. Los que han vivido el terror lo guardan para siempre en algún lugar mudo. Un relato que espera sigiloso su rescate. ¿En qué se convierte la memoria cuando es a penas un susurro? ¿Es el olvido posible?
Lo que no se nombra no existe, pero está. La ausencia de reconocimiento le otorga un peso diferente, lo hace espeso, filtra la piel, escoge un espacio oscuro y reposa ajeno al tiempo. Han pasado 82 años. Marta Orosa, nieta de La Desbandá, emprende la búsqueda de esos lugares donde habita el silencio. Hay en su manera de mirar la historia, una intención clara: encontrar los relatos pequeños, reubicar las experiencias de la huida en su lugar de origen, disponer los elementos en el paisaje, completar la identidad de un pueblo.
La carretera Málaga-Almería se abarrotaba de gente. Huían de las amenazas de un Queipo de Llano sediento de muerte y de hombría. Iban a enseñar a las mujeres de los rojos qué era un verdadero hombre, a raparlas y pasearlas por las plazas. Cientos de miles de personas se echaron a andar hacia la provincia vecina buscando salvarse de la invasión fascista. Era tarde cuando descubrieron que no había escapatoria. Fueron duramente masacrados por cielo, mar y tierra, la madrugada del 8 de febrero de 1937. Más de 5.000 personas fueron asesinadas.
El único lugar para la desmemoria es el territorio: La carretera N-340 está poblada de figuras sin rostro. Borrones de tinta rosa desdibujan sus expresiones, el terror ha sido eliminado. El pasado ha de superarse. Los muertos fueron recogidos. La masacre ha terminado. La ciudad vuelve a la calma tras la toma. Las familias siguen avanzando en su huida, infinitamente vuelven y se van. A pesar de su regreso, el éxodo sigue latente en los lugares más recónditos. Se repite como un bucle hasta que no se vuelva al día de la partida. Hasta que no se enfrente al homicida. Hasta que no se rescate la última palabra.
García Robayo dice sobre el mar “Me pertenece. Le pertenezco.”. Traslada esta rotundidad a la historia, a la bomba que tocó tierra exactamente en el momento en el que se perdió papá ¿qué queda? La obra de la malagueña aborda el imaginario construido acerca de la necesidad de superar el pasado, evidencia esos vacíos silenciosos para construir un mapa de voces que dejan en jaque a la Historia. ¿Cuáles son los efectos de la desmemoria? M. Orosa ironiza la posición del olvido. Afirma:” La memoria es el relato de lo acontecido”. A través de su propia experiencia familiar y mediante la recopilación de testimonios de supervivientes a la masacre, la autora genera espacios interdisciplinares mediante los que acceder a relatos de experiencias de La Desbandá. Las voces que nos hablan reviven episodios del camino: “En las charlas con ellas no encontré fechas, ni horas. Me encontré con voces llenas de verdades -las verdades que salen del cuerpo-, de desmemoria, de incomprensión y ausencias. Ahora sé que esas historias, que parecían prohibidas y que se contaban en la casa de mi abuela, no solo estaban allí entre nosotras, sino que estaban en otras casas (se contaran o no) y han configurado las penas y las fortalezas de muchas familias andaluzas.” (Orosa, M. 2019)
Así, con la necesidad de restaurar esas narraciones a medias de las voces que no forman parte de las Grandes Narrativas de la Historia, Marta Orosa lleva a cabo La Desbandá. Indentidad y memoria: “consiste en una serie de diez retratos de supervivientes de la Desbandá y fotografías originales del episodios intervenidas porteriormente. Las imágenes van acompañadas de los testimonios en audio de las protagonistas” (Orosa, M. 2019)
El uso repetido del collage en su obra señala una fractura en la identidad de la población, hecha a base de retazos. Desde los intersticios en los que conviven los relatos oficiales y los ocultados; desde esta fractura habitada por una identidad construida a golpe y porrazo, desde ahí se construye una ciudad masacrada: Málaga la roja. Málaga la rota.
Málaga la rosa. Este tono pálido, vigía mudo de la obra de Orosa, viene a recordarnos la edulcoración de los anales de la ciudad costera. Crecer en esta ciudad, hablar de una ciudad en términos de pertenencia, ¿quién o qué es Málaga? ¿qué sucede cuando las experiencias que se habitan no se corresponden con la configuración del territorio? ¿Cuáles son las claves para ampliar la mirada sobre el territorio? ¿Podemos, desde el presente, recuperar la memoria perdida? ¿Se pierde la memoria? Las obras interactivas de la artista malagueña ofrecen un diálogo en el que se imbrica el pasado y el presente como un solo tiempo que se construye a si mismo. Da la oportunidad de generar recuerdos-otros sobre la identidad y la memoria malagueña, de pasear por una carretera abarrotada de familias migrantes cuya voz es firme. Ochenta y dos años después, la historia se reescribe.

Carretera de la muerte arrugada (2019) [Imagen Original de Norman Bethune, 1937]

Pepe del Valle con rostro rosa (2019)

Ana Leiva con la boca cosida (2019)

Carretera Málaga-Almeria con personas pintadas (2019) [Imagen Original de Norman Bethune, 1937]

Salvador Guzman con imágenes de la Desbandá superpuestas en una caja de luz (2019) [Imagen de la carrea de Málaga a Almeria, Original de Norman Bethune, 1937]

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